Enrique Piñeyro, como director, tiene tres películas “de denuncia”. En la ficción basada en hechos reales de Whisky Romeo Zulu era un héroe taciturno; es decir, callado, melancólico, alguien a quien proferir cada palabra parecía costarle una suma considerable de energía. En el documental Fuerza Aérea Sociedad Anónima asumía un rol pedagógico, el de alguien que debía explicar un tema desconocido para la mayoría de la gente, hacerlo inteligible y, además, interesante. La efectividad de Piñeyro en esos roles, sumada a la de sus trabajos en películas de otros directores, como Garage Olimpo de Marco Bechis, Secuestro y muerte de Rafael Filippelli y Esperando al Mesías de Daniel Burman (asumiendo personajes muy disímiles), indican una notable versatilidad.
El rati horror show es otra película de denuncia, un verdadero mazazo cívico. Mediante una narración enérgica, el Piñeyro director le asigna al Piñeyro actor (es una sola persona, obviamente, pero Piñeyro parece multiplicarse incesantemente en estos y otros roles) un papel de mucha exposición. Y el Piñeyro actor acepta el desafío y construye esta persona-personaje que vemos en la película: el Piñeyro investigador, ciudadano cabal, alguien que se planta frente a algunos de los males centrales de la sociedad argentina como la corrupción, la estupidez, la ineficacia, y la defensa corporativa de lo indefendible. También se molesta ante una jueza porque utiliza términos que ofenden a la lengua castellana, y así se indigna con el histrionismo de un Nanni Moretti, en la misma línea de la irritación civilizada del italiano. Piñeyro, por último, combina audacia e inteligencia, dos características que le permiten ser, también, un humorista casi a su pesar: tamborileando los dedos como lo hacía João César Monteiro mientras se relamía por algún triunfo inesperado, o burlándose olímpicamente de la ineficacia de quienes dispararon sobre el auto de Carrera, Piñeyro se planta frente a la injusticia con la media sonrisa torcida de alguien que se diferencia de los superhéroes de los cómics porque no tiene capucha, pero que se les parece por determinación y tozudez. Javier Porta Fouz