El rincón del Viejo Canalla

FESTIVAL INTERNACIONAL BUENOS AIRES JAZZ.

Una nueva edición del festival de jazz de Buenos Aires se realizó a fines de noviembre. Es conocido por todos los  amantes de la música en general que el movimiento jazzístico en nuestra ciudad ha tenido un insospechado crecimiento en los últimos años, con la consolidación de numerosos músicos y el constante surgimiento de nuevas figuras que enriquecen la escena local. Pero el festival ofrece, además, la posibilidad de contar con importantes músicos extranjeros que, en casi todos los casos, se presentan por primera vez en nuestro país. Esta última edición no fue la excepción y así fue que pudieron verse numerosos conciertos con la presencia de intérpretes foráneos que actuaron con sus propias agrupaciones o en interesantes cruces con músicos del medio local. También en esta ocasión se ampliaron las sedes respecto de años anteriores, incorporando a las ya conocidas las funciones al aire libre del Anfiteatro del Parque Centenario y la nueva Usina del Arte de la Boca, un magnífico espacio con un auditorio con capacidad para 1200 personas y un impresionante sonido acústico. Corresponde además señalar que todas las funciones del mencionado Anfiteatro, el Centro Cultural Recoleta y La Trastienda tenían carácter gratuito, siendo los conciertos pagos de precios muy accesibles. Pero no todas serán flores y señalaremos algunos reparos sobre el festival. En primer lugar, es una lástima que la Usina del Arte haya sido utilizada solo para tres conciertos, derivándose muchos de los espectáculos internacionales al Teatro Regio, que en varios de sus recitales ofreció notorios problemas con el sonido. También se superpuso el horario (de manera intencional o no) de varios de los eventos más valiosos, provocando que se perdiera la posibilidad de ver a músicos notables y tampoco es muy explicable que a intérpretes de bien ganado y merecido prestigio como la cantante Judy Niemack y el contrabajista Mark Helias no se los haya incluido en los conciertos internacionales y sí se le haya dado espacio allí a grupos muy discretos como el del saxofonista chileno Agustín Moya. Y tampoco pareció muy justificada la presencia del pianista francés Alain-Jean Marie quien, con su trío habitual y en solo ofreció conciertos “de taquito”, sin correr ningún tipo de riesgos. Por cierto que no se puede satisfacer a todos y menos a eternos disconformes como yo, pero creo que algunos de esos problemas eran resolubles. También hay que señalar que creció –tal vez no de la manera que algunos quisiéramos- la presencia de grupos e intérpretes ligados a las corrientes más experimentales y modernas del jazz. Lo concreto es que esta nueva edición del Buenos Aires Jazz contó, una vez más, con una gran afluencia de público. Pasemos entonces a reseñar brevemente lo más interesante de lo visto y escuchado.

En el podio de los intérpretes internacionales hay que colocar al trío del guitarrista francés Marc Ducret, el quinteto, completado por grandes músicos locales, del baterista John Hollenbeck y los conciertos, solo y en trío, del pianista norteamericano Kirk Lightsey. Ducret, un notable guitarrista que fusiona de manera ilimitada elementos del jazz de vanguardia con otros del rock más experimental, se presentó acompañado de dos excelentes músicos de la escena más moderna del jazz francés: el contrabajista Bruno Chevillon y el baterista Eric Echampard. El trío ofreció dos extensos temas con prolongadas improvisaciones, donde los músicos, tanto en sus solos, como en los pasajes conjuntos mostraron su enorme capacidad. Un brillante concierto. El baterista John Hollembeck, otra figura relevante de la vanguardia jazzística estuvo acompañado de algunos de los más talentosos músicos de la escena local, el pianista Ernesto Jodos, tal vez el que tuvo menor oportunidad de lucimiento, el excelente saxofonista Rodrigo Domínguez, quien también se destacó en el clarinete, Juan Pablo Arredondo en guitarra, uno de los secretos mejor guardados del jazz local y el formidable contrabajo de Jerónimo Carmona. El notable concierto transitó por terrenos bastante alejados de lo que se espera habitualmente de una formación de esas características, desarrollándose en un terreno camarísticos que reconoció diversas influencias del jazz de vanguardia y la música clásica contemporánea. Otro gran concierto con muy buena respuesta del público, demostrando que hay también muchos interesados en las expresiones musicales no convencionales. El otro pico de las presencias internacionales fue el pianista Kirk Lightsey a quien algunos veteranos tuvimos oportunidad de ver hace tres décadas cuando se presentara en un gran concierto en el Teatro San Martín como integrante del cuarto del gran saxofonista Dexter Gordon. Lightsey ofreció primero un muy atractivo recital como solista en la Usina del Arte, mostrándose como un intérprete rebosante de ideas, transitando con igual facilidad de un sólido swing a un aterciopelado lirismo. En el concierto en trío, acompañado de Horacio Fumero en contrabajo y un deslumbrante Pepi Taveira en batería se mostró en una dimensión aun superior, con una desbordante energía y una enorme capacidad para la improvisación. Otro gran momento del festival. Había una gran expectativa por ver e Ralph Towner, guitarrista y pianista fundador del legendario grupo Oregón, una de las formaciones más influyentes de los años 70. En la ocasión se presentó acompañado por el saxo soprano cordobés Javier Girotto, ofreciendo un recital integrado en su casi totalidad por obras suyas. Towner es un intérprete notable, sobre todo en la guitarra, pero la presentación fue muy extensa y el excluyente acompañamiento del soprano provocó que, por momentos, se cayera en la monotonía y la reiteración, solo interrumpida por un excelente solo de guitarra de Towner interpretando My Fooolish Heart y un tema en el que Girotto reemplazó el saxo por el sikus. Ni el trombonista catalán Ramón Fossatti, bastante monocorde en su sonido y sus composiciones con el trío que completaron Horacio Fumero en contrabajo y el baterista español David Xirgu ni el grupo de fusión de jazz y flamenco (algo que ya había hecho hace 45 años el legendario saxofonista vasco Pedro Iturralde) liderado por Pierre Bertrand aportaron nada demasiado novedoso. El concierto de inauguración estuvo a cargo del quinteto del trompetista Tom Harrell, una figura peculiar dentro del jazz por la enfermedad que lo aqueja desde su adolescencia (un tipo de esquizofrenia) que provoca que solo parezca tener vitalidad en los momentos que toca. Harrell es un intérprte de un sonido límpido y cristalino, tanto en la trompeta como en el fliscornio y sus no demasiado extensos solos estuvieron por encima de los más prolongados del saxofonista Wayne Escoffery y el pianista Danny Grisson, ambos bastante convencionales en sus intervenciones. El mejor momento del concierto fue un dúo de Harrell con el contrabajista Ugonna Okegwo, en una poética versión de If you Could See me Now, de Tadd Dameron. El concierto de cierre estuvo cargo de la Banda Mantiqueira, una Big band brasileña, formada hace dos décadas y dedicada a interpretar la música de su país de todas las épocas. La formación lució sólida y afiatada, con correctos solistas, pero en última instancia, no mostró mayor relieve, dando la sensación de ser una formación consensual, dedicada a difundir la música de su país por el mundo.

Hubo sí algunas presentaciones destacadas de músicos locales, tal el caso del pianista Alejandro Manzoni, exuberante y potente en su fusión de elementos de jazz y proyección folclórica, el dúo integrado por la saxofonista Ada Rave y la pianista colombiana Tatiana Castro, que sorprendió por su constante fluir de ideas y su creatividad para la improvisación y el pianista Diego Schissi, uno de los más talentosos músicos locales – tan virtuoso como ecléctico en la incorporación en sus trabajos de diversas vertientes musicales-, interpretando temas suyos y notables versiones de algunos tangos clásicos y un  standard jazzístico. Jorge García.

 

 

 

DAVE BRUBECK (1920-2012)

Caso extraño dentro del mundo del jazz, Dave Brubeck consiguió con sus discos presuntamente más experimentales una notable popularidad en los años 50. Nacido en California, hijo de una pianista, desde muy niño comenzó a estudiar piano y luego de alistarse en la guerra y estudiar con Darius Milhaud (quien lo impulsara a dedicarse al jazz) formó un octeto en el que ya se vislumbraban su interés por la polirritmia y los cambios de tiempo, que hicieran eclosión en el cuarteto que formara en la década mencionada, con el que grabara una innumerable cantidad de discos para el sello Columbia y que integraban el saxofonista Paul Desmond, un músico de sonido límpido y gran capacidad melódica, influenciado por Lee Konitz, el contrabajista Gene Wright y el baterista Joe Morello. Con esta formación desarrolló en varias placas una serie de experimentaciones con los tiempos, construyendo algunas obras originales y otras algo efectistas que tuvieron gran éxito como la popular Take Five, compuesta en 5/4 por Desmond. Al alejarse el saxofonista del grupo, su música tomó otros rumbos, siendo su discografía notablemente prolífica, prácticamente hasta finales de la primera década del siglo XXI. Pianista en ocasiones original, con tendencia a incorporar elementos de la música clásica aunque sin renunciar al swing en sus interpretaciones, compuso también algunos clásicos como In Your Own Sweet Way y The Duke y también llego a grabar con algún exponente de la vanguardia, tal el caso del saxofonista Anthony Braxton. Si bien como señalamos, sus discos más populares son los de su etapa Columbia, pueden ser preferibles trabajos ulteriores, como los que grabara en cuarteto para el sello Concord Jazz con el gran clarinetista Bill Smith. Jorge García.

 

 

 

MAURO PRANDINI. Prandini´s. Epsa 1465.

Uno comenta a lo largo del año muchos discos; algunos son de artistas consagrados, otros de músicos en constante crecimiento que ratifican sus condiciones. Hay CDs. que defraudan las expectativas depositadas y los que están conseguidos a medias. Ahora bien, no son muchas las placas de artistas debutantes que se convierten en auténticas revelaciones. Hay que apresurarse a decir que este disco del joven pianista Mauro Prandini pertenece a esta raleada categoría. Es muy común en los discos instrumentales actuales encontrar influencias diversas que no terminan de conjugar convirtiendo a esos trabajos en auténticos híbridos musicales. Prandini recurre a esa multiplicidad de influencias consiguiendo, sin embargo, un trabajo de notable coherencia. Pianista muy dotado, de digitación precisa, gran eclecticismo (no es casual el elogio de Diego Schissi que aparece en la data del CD), y compositor inspirado, tanto en los temas en los que actúa como solista como en los que aparece acompañado de diversos instrumentistas, muestra una gran ductilidad y creatividad. Así puede pasar de un tema enjundioso (Jak) a un rítmico candombe (Copito), mientras su vertiente más folclórica se puede apreciar en el bello De cerros y colores y en Zambita, donde está acompañado por el bombo de Matías Mauricio. La suite Adivinante y T ofrecen las estructuras más ligadas a la música clásica, la primera en un registro casi impresionista y la segunda de un aire marcadamente “bachiano”. Imprelud es posiblemente el tema más libre y jazzístico del CD, mientras que la obra final, Uno, es la más ambiciosa y compleja del disco, con bruscos cambios de tiempo, en la que se lucen varios de los músicos participantes, como Cristian Terán en trompeta de bolsillo y saxo y Gonzalo López Di Muro en guitarra. Un muy atractivo debut y un CD que estará, sin duda, entre  las sorpresas del año. Jorge García.

 

 

 

JORGE LOPEZ RUIZ. Cuarteto. Aqua 371

PATRICIO CARPOSSI. Minimal. Sofá Records s/n.

He aquí dos discos, uno liderado por un contrabajista veterano con una larga trayectoria y el otro por un guitarrista mucho más joven, que comparten una característica en común: la ausencia de búsquedas desde el punto de vista musical.

Jorge López Ruiz ha sido a lo largo de una trayectoria de seis décadas una figura señera del jazz nativo. Contrabajista de una gran técnica y mucha inventiva, supo en tiempos ya lejanos componer interesantes obras de largo aliento, como El grito, Bronca Buenos Aires y Un hombre de Buenos Aires y fue también precursor, con Viejas raíces de la fusión de ritmos folclóricos y jazzísticos. En este reciente disco está acompañado de Jorge Cutello en saxo, flauta y voz, Tomás Fraga en guitarra y Germán Bocco en batería y desarrolla un repertorio compuesto por varios clásicos, más algunos temas suyos. Dentro de un tono más bien y relajado, Cutello aparece más interesante cuando interpreta la flauta y vocaliza como ocurre en Seven Come Eleven, Whisper not y I Love You mientras que su mejor solo de saxo se puede escuchar en Careful. El contrabajo siempre propone un atractivo juego rítmico, en tanto la guitarra y la batería aparecen demasiado contenidas. Un disco agradable de escuchar pero que poco agrega a la merecida gloria de Jorge López Ruiz.

El caso del guitarrista Patricio Carpossi es más preocupante, por cuanto se trata de un músico joven que ha sabido tocar con varios de los exponentes más avanzados del jazz local. Aquí está acompañado por Ramiro Flores y Robin Verheyen en saxos tenor y soprano, Mauricio David en contrabajo y Sergio Verdinelli en batería. Si en su disco anterior La corvina alegre, mostraba escasa  predisposición a correr riesgos, en este disco la tendencia se acentúa en un programa que oscila entre lo jazzístico y lo rockero y que se caracteriza por la ausencia de intensidad. Las composiciones, todas de Carpossi, salvo una, suenan bastante monocordes y solo algún ocasional solo de Flores propone algo diferente. El tema más libre y arriesgado del disco es Balvina, de Verdinelli, con un gran trabajo del baterista. Habrá que ver si Patricio Carpossi decide continuar en esta línea musical o acercarse a las propuestas más arriesgadas que trabajara en discos de otros músicos. Jorge García.

 

 

 

ERNESTO ACHER. Homenaje a Piazzolla. Acqua 368.

Si hay un intérprete y compositor que se ha convertido en un clásico de la música de Buenos Aires –más allá de la opinión de algunos retrógrados trasnochados que todavía quedan- este es Astor Piazzolla, Talento descomunal, excelente bandoneonista y probablemente el más grande compositor que haya dado el tango, su obra ha sido objeto y también sufrido (en el sentido más literal del término) todo tipo de aproximaciones. Integrante de grupos poco convencionales como Les Luthiers y La Banda Elástica, Ernesto Acher desarrolla aquí su homenaje particular al gran Astor con una formación camarística en la que proliferan las cuerdas y están ausentes el bandoneón, el piano y la guitarra eléctrica, instrumentos casi imprescindibles en las formaciones piazzollianas y que aquí son reemplazado por el clarinete y el oboe (excelentes trabajos de Mariano Rey y Natalia Silipo, respectivamente). El resultado es un sonido diferente al de los grupos del bandoneonista aunque, hay que apresurarse a señalarlo, sin perder nunca la esencia musical que caracteriza sus temas. Lo primero que asombra es la sorprendente modernidad de las obras compuestas por Piazzolla en los años 50, como Preparense, Lo que vendrá, Marrón y azul y Bandó (es llamativo escuchar este último con el oboe y el clarinete reemplazando al bandoneón). Hay temas poco difundidos, como el formidable La mufa, que el compositor grabara una sola vez, el bellísimo Retrato de Alfredo Gobbi y el enjundioso Fracanapa y otros más conocidos como el lírico Oblivion, el inevitable Adios Nonino y el intenso Libertango, que cierra el disco. Acher ofrece también una muy lograda rendición de la Introducción y Muerte del ángel y Las Cuatro Estaciones Porteñas están presentadas como una suerte de suite unitaria en la que se entrelazan los distintos temas. Un muy atractivo homenaje a Astor Piazzolla, a través de una orquestación diferente a las habituales pero trasmitiendo con precisión la riqueza de su música. Jorge García.

HUGO ARAUJO. Dialogando con los maestros. Epsa 1471.

TANGO EN TRES. Caminos. Epsa 1506.

La historia de los vocalistas masculinos de tango cuenta con distintos tipos de intérpretes. Asi están los cantantes arrabaleros, los dramáticos y también los románticos. A este grupo, del que también forma parte, vg, Luis Filipelli, pertenece Hugo Araujo. Vocalista de expresividad contenida y fraseo conciso, aquí está acompañado en algunos temas por el quinteto de Raúl Luzzi y en otros por diferentes pianistas y/o guitarristas, la variante que mejor se ajusta a su estilo interpretativo cálido e intimista. Son precisamente esos títulos los que producen los momentos más destacados del disco. Con la guitarra de Raúl Luzzi, Araujo ofrece sentidas interpretaciones de A Homero, el tema que le dedicara Cátulo Castillo a Manzi y Rubí, una de las muchas joyas debidas a las plumas de Cobian y Cadícamo. Cristian Zárate es el excelente pianista acompañante en Intimas y Divina, dos obras señeras del tango romántico. Otros grandes maestros del teclado, Osvaldo Berlingieri y José Colángelo son el soporte instrumental del poético Cosas olvidadas y el bellísimo vals Tu pálida voz, de Charlo y Manzi. Y también corresponde resaltar el bandoneón solista de Walter Ríos en Mañana zarpa un barco. Un disco que presenta una nueva voz a seguir dentro del prolífico panorama actual de los vocalistas de tango.

El grupo Tango en tres propone una formación no demasiado frecuentada, la de guitarra, contrabajo y batería. Liderado por Julián Graziano, un muy competente guitarrista y compositor, a quien acompañan Santiago Alvarez en el bajo y Marcelo Cóceres en la percusión, al trío se lo nota en la búsqueda de un sonido propio, en el que se notan ecos del estilo de ese gran creador olvidado del tango contemporáneo que fue Eduardo Rovira, perceptible en el tono obsesivo de algunos temas (Caminos, Tango ritual I y II) a lo que se debe agregar una tendencia a la improvisación de neto cuño jazzístico, mostrando los músicos una adecuada amalgama entre sus instrumentos. Hay temas rítmicos, como el candombe La hora del sueño y la milonga De donde venimos y otros más líricos y reflexivo, tal el caso de Vals de niños (a Malena), Hasta el fin y Herida absurda. A tus pies, propone un acercamiento a un tango de corte más tradicional y no podía faltar un tema de Rovira, justamente el que le da nombre al grupo. Un interesante trío que se agrega a la abundante cantidad de conjuntos instrumentales en la búsqueda de nuevos caminos para el tango. Jorge García.

 

 

 

QUILAPAYUN. Absolutamente. Sony 5433492.

Dentro de la música popular latinoamericana, son muy pocos los conjuntos que han adquirido el rango de míticos y uno de ellos es el grupo chileno Quilapayún. Creado hace casi medio siglo, más precisamente en 1965, tres de sus fundadores (Rodolfo Parada, Patricio Wang y Patricio Castillo) se mantienen en la formación, agregándose otros nuevos. Conjunto siempre ligado al canto político y de denuncia, aunque sin renunciar nunca a la calidad instrumental en sus composiciones, son autores de algún hito de la canción popular comprometida, como la Cantata Santa María de Iquique que narraba la sangrienta represión de una huelga minera en Chile a principios del siglo XX. Fieles a sí mismos, pero atentos a la evolución de la música folclórica en América del Sur, Quilapayún mantiene en su repertorio diversos temas de denuncia, algunos antiguos éxitos, obras nuevos con referencias a circunstancias actuales de su país, interpretando además piezas de grandes compositores latinoamericanos como Violeta Parra y Daniel Viglietti. Pero también se pueden apreciar temas de un carácter más lírico e intimista que enriquecen la propuesta musical. Así,  los más veteranos y nostálgicos podrán rememorar sus antiguos éxitos, Canto a la pampa y La batea, los que busquen títulos ya clásicos de otros autores disfrutarán de Por ellos canto, Según el favor del viento  y de una gran versión de El gavilán, con excelente participación vocal de Josefina Etchenique y los que se interesen nuevos temas podrán apreciar Siete por ocho, Ramona Parra o el poético Con la primavera, con versos de Pablo Neruda. En cualquier caso, a casi cinco décadas de su nacimiento, Quilapayún, sigue mostrándose como un referente indispensable de la música popular del continente. Jorge García.

 

 

 

 

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