El rincón del Viejo Canalla

MAIA VARES. El milagro. Edición independiente.

Como muestra de las enormes dificultades que muchas veces sufren artistas de gran valía, diez años debieron pasar para que Maia Varés pudiera editar -luego de su muy atractivo debut en Tango- su segundo disco,  y lo primero que hay que decir es que la espera valió la pena. Maia es una cantante muy afinada, de perfecta dicción, personal fraseo, gran expresividad y esa capacidad que solo tienen algunos intérpretes para captar el tono y la esencia de cada obra. Y si en aquel primer trabajo predominaban ampliamente, con la excepción de algunas obras de Eladia Blázquez, los temas clásicos, en este CD el programa se distribuye entre títulos de repertorio, un par de títulos de autoras consagradas en los 70, una pieza con versos del gran Hamlet Lima Quintana y obras de compositores actuales. Para que los resultados  finales tuvieran un excelente nivel, era también necesario que se contara con muy buenos músicos y arreglos personales y creativos y eso es lo que ocurre en este caso. Con una formación básica compuesta por Juan Pablo Gallardo en piano, dirección y los mencionados arreglos, Nicolás Perrone en bandoneón, Lucas Furno en violín y Manuel “Popo” Gómez en contrabajo, más la presencia de ocasionales invitados, el disco ofrece también una gran unidad conceptual (la palabra ausencia,vg, aparece en el título de tres de los temas). Las virtudes señaladas de la vocalista se pueden apreciar tanto en el optimismo “a pesar de” del tema que da el título al disco, en la profunda melancolía de La luz de un fósforo o en su capacidad para ofrecer versiones personales de títulos tan transitados como Garúa y Golondrinas, pero también en temas de un tono más lúdico y juguetón como Cornisas del corazón y Tu muñequito verde. Pero si tengo que elegir mis highlights de un disco de pareja calidad, me quedo con la trilogía que forman, interpretadas de manera consecutiva, la angustia esperanzada de Retrato de tu ausencia, bellísimo poema de Raimundo Rosales, uno de los letristas mayores del tango actual, la conmovedora versión de Porque vas a venir con música de Carmen Guzmán y letra de Mandy, solo acompañada por Gallardo en el piano y la nostálgica tristeza del vals Madrigal de ausencias, con música de Néstor Basurto y letra de otro gran poeta contemporáneo, Alejandro Szwarcman, donde al piano se agrega el cello de Julián Arellano. Un excelente segundo trabajo de Maia Varés, que la ratifica como una de las mejores vocalistas femeninas de la escena tanguera actual. Jorge García.

MAIA VARES PRESENTARA ESTE DISCO EL 18 DE SETIEMBRE A LAS 21 HS. EN EL CENTRO CULTURAL TORQUATO TASSO, DEFENSA 1575.

 

 

 

CARDENAL DOMINGUEZ – ARIEL ARGAÑARAZ. Alucinado. Alfiz 73842.

Con una carrera de 15 años en el tango y tres discos anteriores en su haber, Javier “Cardenal” Dominguez intenta en este disco una ruptura con sus trabajos previos. Si sus discos anteriores proponían un reencuentro con los grandes cantores nacionales, tanto de tango como de canciones criollas, que alcanza su mejor expresión en su  CD Trío, junto a los guitarristas Hernán Reinaudo y Ariel Argañaraz, en esta placa se plantea una apertura a otros ritmos que incluye expresiones latinoamericanas y hasta algunos coqueteos con el flamenco. Para ello está acompañado del mencionado Ariel, la violinista Irene Cadario, el bajista Mariano Martos y el percusionista Augusto Argañaraz. Hay que decir que –más allá de lo ambicioso del proyecto- los resultados no terminan de ser satisfactorios. El Cardenal ha logrado afianzar su voz y su fraseo y el guitarrista demuestra una vez más que es uno de los mejores intérpretes actuales del instrumento, pero la fusión del tango con otros ritmos dista de ser convincente, con arreglos que, en ocasiones, suenan bastante forzados. Si hay muy buenas versiones de Moneda de cobre, solo acompañado del guitarrista, de la Milonga triste, interpretada con gran sentimiento y del estilo campero Ay de mi, objeto de una intensa versión, el arreglo en tiempo de vals peruano de Tú pálida voz, los toques flamencos de Cristal y la versión latinizada de la Serenata del 900 anulan la bella música (y también la poderosa poesía) de esos temas. Una búsqueda de nuevos caminos que, en este caso, solo parcialmente llega a buen puerto. Jorge García.

 

 

 

CARLOS MARTINEZ. Interpreta los aires criollos de Agustín Barrios. Acqua 389.

Continuando con su trabajo de interpretación de la música para guitarra de grandes autores  (ya lo había hecho con los argentinos Atahualpa Yupanqui, Eduardo Falú y Abel Fleury), Carlos Martínez aborda ahora la obra del compositor paraguayo Agustín Barrios Marmoré. Barrios es un prolífico autor que divide su música en dos grupos: los aires musicales latinoamericanos, a los que están dedicados la casi totalidad de este disco doble, y las formas musicales europeas (de las que aparece alguna ocasional gavota o tarantela). Hay que señalar que -más allá de la notable diversidad de su música y lo agradable que resulta su audición- Barrios Marmoré no tiene la estatura autoral de los compositores antes mencionados. Martínez vuelve a mostrar, como en sus discos anteriores,  su absoluto dominio de la guitarra, captando con precisión el tono y espíritu de los muy diversos ritmos que interpreta a los que deben agregarse una sentida versión del Ay ay ay y una adaptación de la Marcha de San Lorenzo. Un disco que ratifica las notables virtudes de Carlos Martínez como guitarrista y permite aproximarse a la obra de un compositor no demasiado conocido en estas pampas. Jorge García.

 

 

DAVE LIEBMAN EN VIVO EN BORIS CLUB

Ante la escasez de figuras internacionales del jazz que visiten nuestro país, siempre es bienvenida la llegada –aunque sea para una única actuación en un local pequeño- de instrumentistas de la categoría de Dave Liebman. Notable saxo soprano y tenor, pero también intérprete de otros instrumentos (clarinete, flauta, piano, batería) es como saxofonista que su figura ha cobrado relevancia a lo largo de más de cuatro décadas. Habiendo estudiado con músicos de la talla de Charles Lloyd y Lennie Tristano ya sus primeros discos de comienzos de los 70 en trío con el bajista Frank Tusa y el baterista Bob Moses lo mostraban como un instrumentista  muy dotado, de una gran limpidez en su sonido (remarcable en el saxo soprano) y notable coherencia en sus solos. A pesar de haber formado parte de las formaciones de Miles Davis de los años 70, nunca más incursionó en la fusión, siendo su profusa discografía esencialmente jazzística con picos notables, como el grupo Quest que formara con el pianista Richie Beirach, el contrabajista Ron Mc Clure y el baterista Billy Hart. Instrumentista de gran versatilidad, con John Coltrane y Wayne Shorter como principales referentes, supo también tocar con saxofonistas ligados s la vanguardia como Ellery Eskelin. En el concierto que ofreciera en Boris Club, como muchos de los músicos de jazz que visitan nuestro país, optó por un programa sin demasiados riesgos, digamos que apto para todo público. Acompañado de Ale Demogli, un buen guitarrista, aunque sin un sonido distintivo, el contrabajista brasileño Sizao Machado y el siempre eficiente Oscar Giunta en batería, desarrolló un concierto que fue de menor a mayor, aunque sin alcanzar nunca picos deslumbrantes. Tras una interesante variación sobre el clásico Night and Day, de Cole Porter, una algo insulsa versión de Bésame mucho y una relajada balada, mostró lo más atractivo de la primera parte en su versión en tenor de Invitation. La segunda mitad del concierto mostró a Liebman más enchufado, ofreciendo los dos mejores momentos de la noche en una improvisación libre en la que, aparte de los saxos, tocó piano y en su versión de India, el clásico de John Coltrane, con un excelente solo de soprano. En líneas generales,                                                                                                                                                                                                un buen concierto sin más, en el que –para mi parcial decepción- Dave Liebman no mostró sus vertientes más arriesgadas y creativas. Jorge García.

 

 

 

EGBERTO GISMONTI EN VIVO EN EL TEATRO GRAN REX

Muy asiduo visitante de la Argentina (esta fue su vigésima vez) Egberto Gismonti es una figura esencial de la música latinoamericana y en él confluyen las raíces populares de la música brasileña y su formación académica (estudió con Nadia Boulanger, la misma profesora de Astor Piazzolla, y Jean Barraqué, un discípulo de Schoenberg y Webern). Dueño de una profusa discografía que reconoció varias etapas (en un momento de su carrera descartó totalmente los instrumentos eléctricos), si bien es intérprete de diversos instrumentos, es en las guitarras y el piano donde se ha destacado, aparte de su labor como compositor. Músico riguroso en la construcción de sus temas, algo que le ha valido en ocasiones el cargo de ser demasiado cerebral, logra amalgamar como nadie las vertientes folclóricas y académicas en su música, en la que se detectan influencias diversas que van desde la de los grandes compositores populares brasileños hasta Bach, Ravel y Héctor Villalobos. Estos rasgos pudieron apreciarse una vez más en el concierto que ofreciera en el Teatro Gran Rex como solista, interpretando en su primera parte la guitarra y en la segunda el piano. Es posible que el repertorio no haya ofrecido grandes novedades y haya funcionado como una suerte de antología de sus trabajos pero, en cualquier caso, fue una excelente oportunidad para apreciar las virtudes de su música que, particularmente en sus interpretaciones de guitarra, sonó más intensa y pasional que en otras ocasiones. Sin embargo, fueron sus versiones pianísticas, que incluyeron algún antiquísimo tiempo como Agua y vino, donde Gismonti se mostró más sutil y personal. Un concierto que mostró, sobre todo para quienes no lo conocían, la vigencia de uno de las figuras más importantes de la música popular de Latinoamérica. Jorge García.                                                                                                                                                                                                                                          

 

 

 

FESTIVAL DE TANGO DE BUENOS AIRES

Convertido ya en un clásico de la ciudad en el mes de agosto, el Festival de Tango volvió a convocar una gran cantidad de público en sus sedes principales, el Centro de Exposiciones, el Teatro 25 de Mayo y la Usina del Arte, sin contar la enorme convocatoria de las finales de baile en el Luna Park. Esta última actividad ha tenido un enorme desarrollo en esta edición, en desmedro de los encuentros y conferencias, en este caso notoriamente reducidas. Es por cierto muy valorable que todas las actividades sean gratuitas, y también hay que señalar que es muy grande la diferencia de calidad del sonido entre los conciertos realizados en el Centro de Exposiciones (mediocre, sin matices) y en la Usina del Arte (excelente en sus dos ámbitos, el gran auditorio que puede albergar 1200 personas y la más íntima y pequeña Sala de Cámara). A propósito de estos dos espacios hay que resaltar que en varias ocasiones dio la impresión que pudieron invertirse los conciertos para un mejor aprovechamiento de las características de cada uno de los ámbitos. Respecto de la programación, amplia y variada, pareció que hubo una búsqueda de consenso mayoritario (incluidos los turistas) evitando, salvo puntuales excepciones, las expresiones musicales arriesgadas y/o renovadoras. Por cierto que esto no quiere decir que el nivel general no haya sido de muy buena calidad sino precisar que hubiera sido buenos darle un mayor espacio a los grupos que ofrecen sonoridades que escapan a las propuestas habituales que, curiosamente, en algunos casos estuvieron reflejadas en obras de corte originalmente académico. Pasemos entonces a reseñar brevemente los conciertos vistos.

Uno de los principales homenajeados por el festival fue Aníbal Troilo y así –como continuidad de un proyecto que involucraba a instrumentistas de 65 a 90 años- bandoneonistas mucho más jóvenes interpretaron en versión solista, utilizando el bandoneón que regularmente usara Pichuco,  obras suyas de diferentes épocas que permitieron ratificar su enorme estatura como compositor. Dentro del parejo nivel que ofrecieron las distintas versiones caben destacar la interpretación de Daniel Ruggiero, el único que no utilizó partitura, de Mi tango triste, la sólida aproximación de Pablo Mainetti de Una canción, el Discepolín de Carlos Corrales, intercalando otras obras, y la recreación de Lautaro Greco de una pieza tan compleja como Contrabajeando (compuesta en colaboración con Astor Piazzolla). Una orquesta dirigida por Juan Carlos Cuacci e integrada por músicos de gran valía como los violinistas Pablo Agri y Guillermo Rubino y los hermanos Emiliano (piano) y Lautaro (bandoneón) Greco recreó varios de los mejores arreglos realizados para la orquesta de Troilo en diferentes épocas. Así se pudieron escuchar notables versiones de Don Juan (Ismael Spitalnik), Para lucirse (Astor Piazzolla), Pa´que bailen los muchachos (Raul Garello) y el asombroso arreglo que realizara Argentino Galván para Recuerdos de bohemia a fines de la década del 40. Los bandoneonistas sub-23 que integran el grupo que grabara un excelente CD mostraron sus notables condiciones en un homenaje a Leopoldo Federico en el que interpretaron como solistas obras suyas y de su repertorio, mostrando que el semillero en ese instrumento está garantizado.

El cantante Brian Chambouleyron ofreció uno de sus habituales recitales en los que muestra sus grandes dotes como guitarrista y su estilo intimista y delicado, derivado de una línea vocal que, en su momento, representara Charlo. Además tuvo como invitada de lujo a la siempre excelente Lidia Borda. El rubro orquestas estuvo representado por diversas formaciones de muy buena calidad. Así, se pudo escuchar a la 12ª camada de la Orquesta Emilio Balcarce, una formación en constante renovación de la que han surgido varios de los mejores músicos de la joven generación tanguera, La Big Band de tango de Fabián Bertero, un eximio violinista, con esta formación muestra una propuesta bastante menos arriesgada que la desarrollada con Los Músicos de Buenos Aires, en tanto que el Octeto de Nicolás Ledesma (pianista de la orquesta de Leopoldo Federico), se mostró solido y afiatado, con enjundiosos arreglos. La orquesta de Leopoldo Federico ratificó su vigencia a lo largo de los años. Integrada por excelentes instrumentistas de diversas generaciones se mantiene fiel a sus postulados musicales desde sus comienzos. El de Rodolfo Mederos es otro caso de un músico que fue un gran renovador en los años 70 y 80 y que hoy desarrolla un regreso a las raíces sin incorporarle elementos novedosos, algo que se parece bastante a renegar de su pasado. La orquesta suena muy bien pero… La que sí propone un repertorio renovador y la búsqueda de nuevos caminos es la formación del contrabajista Juan Pablo Navarro, en la que se pueden escuchar obras instrumentales, casi todas del líder, donde se detectan las pulsiones de nuestra época.

Entre los grupos de formación más reducida hubo algunos puntos altos, como el quinteto de Néstor Marconi, un bandoneonista que representa cabalmente la intersección entre tradición y modernidad, con un quinteto de destacados músicos e interpretando mayoritariamente obras de su autoría (Marconi es un excelente compositor). Un músico encuadrado dentro de una línea similar es otro bandoneonista, Daniel Binelli quien a través de distintas formaciones (solo, en dúo con la pianista Polly Ferman, en trío o en quinteto) también fusionó con sabiduría lo clásico con lo moderno. Otro bandoneonista, Lisandro Adrover, no demasiado conocido por aquí, se presentó con su cuarteto y su concierto –de acuerdo al conocimiento que tengo de discos suyos- estuvo por debajo de las expectativas. La impronta auténticamente renovadora la ofreció el quinteto del pianista Diego Schissi, un músico inclasificable, que puede tomar el ritmo tanguero como base de su obra, pero que desarrolla una propuesta que excede ampliamente cualquier encuadramiento.

Dejo para el final las obras estrenadas en el festival. La primera fue Tangos y postangos- Suite n° 2, de Gerardo Gandini, que fusiona elementos tangueros, del jazz (la formación tiene una instrumentación ligada a esa música) y las obras sinfónicas. Gandini fue un importante compositor de música académica en diversos rubros, pero también se aproximó al tango con varios discos excelentes de piano solo en los que ofrecía auténticas recreaciones de temas clásicos de nuestra música ciudadana. En esta suite incorpora temas nuevos y piezas ya conocidas como Mi desgracia y el leit motiv de la película La nube. El resultado es una obra en la que se conjugan bellas melodías con ásperas disonancias, lirismo y enjundia y en la que se destacaron el piano de Ernesto Jodos, el bandoneón de Lautaro Greco, la trompeta de Guillermo Calliero y el violoncelo de Carlos Nozzi. Los otros estrenos fueron dos conciertos, “Un bandoneón contra las cuerdas”, de Nicolás Guerschbeg, con Alejandro Guerschberg como solista y el doble concierto para violín y bandoneón de Daniel Ruggiero (hijo del legendario tano Osvaldo), con el autor y Nicolás Grande como solistas. En ambos casos el soporte orquestal lo brindó la Orquesta de Cuerdas Elvino Vardaro, una notable agrupación de jóvenes músicos. Ambas obras mostraron el talento de los compositores amalgamando elementos tangueros con música académica. Jorge García.

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