Cannibalismos 4. JP

Seduced and Abandoned es una película a mayor gloria del Festival de Cannes. James Toback se embarca con Alec Baldwin en un viaje hasta Cannes para asistir a la edición de 2012 con el fin de encontrar financiación para un film que están preparando, un improbable remake de El último tango en París ambientado en Irak y en el que el papel femenino estaría reservado para Neve Campbell. Tan improbable que el proyecto no es más que un mero cebo para una investigación en torno a la forma de financiación del cine de hoy en día. El resultado no es otro que Seduced and Abandoned, un documental sobre el proceso de rodaje (y búsqueda de inversores) de la propia película. El punto de partida es una frase lapidaria d Orson Welles: “Tengo la sensación de haberme pasado el 95% de mi vida buscando financiación para mis películas y el otro 5% haciéndolas. Y eso no es una forma de vivir”. Toback logra la cuadratura del círculo, que rodaje y financiación se solapen, que compartan su tiempo. Ante las cámaras desfilan una serie de luminarias, tanto directores (Coppola, Scorsese, Polanski, Bertolucci) como actores (Ryan Gosling, Jessica Chastain) y, lo que es más inusual, los rostros de los inversores de cuyas chequeras depende el cine contemporáneo. Desde este punto de vista y pese a sus muchos lugares comunes, Seduced and Abandoned resulta una película tan pedagógica como apasionante. Y verla en Cannes es como estar dentro de una película de Charlie Kauffman.

Las razones que aducen los financieros en el documental de Toback explican la presencia de Borgman en la sección oficial a concurso. ¿Una película holandesa en Cannes? Después de verla la pregunta ha de quedar sin respuesta pues a todas luces parece totalmente injustificada su inclusión en un lugar tan cotizado. Ni siquiera se explica por su director, el ya veterano Alex van Warderman, pues no parece que esta sea una apuesta de Cannes por un nombre en alza. Lo que no quiere decir que esta variación sobre distintos temas que podríamos asociar con Boudu sauvé des eaux, Teorema o Invasion of the Body Snatchers no se deje ver, pero en Un Certain Regard, la Quincena o las sesiones de medianoche encontraría un lugar más apropiado y justo. 

Para esos financieros ni Baldwin ni Campbell cotizan en el mercado actual, lo que condiciona el presupuesto del proyecto de Toback. No creo que la cotización de Rooney Mara y Casey Affleck sea mucho mayor, aunque sus nombres avalen una producción indie como Ain’t Them Bodies Saints. Segundo largometraje de David Lowery, Ain’t Them Bodies Saints bebe en una de las savias más fructíferas del cine norteamericano, la temática de los jóvenes amantes empujados al crimen y que han de vivir fuera de la ley. Lowery tiene en mente Badlands y plantea una suerte de continuación, como si el personaje de Martin Sheen no hubiese muerto y se hubiese fugado de la cárcel para reencontrarse con su amada. Hay mucho del cine de Malick en Ain’t Them Bodies Saints, no solo a nivel temático sino también en muchos aspectos técnicos, en especial la fotografía de Bradford Young. Lowery es también el editor de Upstream Color. Curiosamente, el montaje de la película de Shane Carruth es mucho más malickiano que el de Ain’t Them Bodies Saints.

La película que más esperaba de esta edición de Cannes no era otra que Le dernier des injustes, la nueva vuelta de tuerca de Claude Lanzmann al tema de la Shoah, pero una película con mayor entidad que Un vivant qui passe o Sobibor, por más que se sirva de material rodado en 1975 en Roma para su gran obra maestra. Ese material es una larga entrevista con Benjamin Murmelstein, el último presidente del consejo de ancianos del ghetto de Theresienstadt y personaje polémico donde los haya, al que terminada la guerra se le juzgó simplemente por haber sobrevivido. No es extraño que Murmelstein recurra al mito de Orfeo y Eurídice para justificar su negativa hasta entonces a mirar atrás. La recuperación de este material extraordinario le sirve a Lanzmann para volver en 2012 a Theresienstadt. Le dernier des injustes se desarrolla así en tres tiempos: el que media entre 1938, tras la Noche de los Cristales Rotos, y 1945 en Viena y Theresienstadt, 1975 en Roma y 2012 en los escenarios del que fuera el ghetto modelo de Theresienstadt, en la República Checa. Desde este último lugar nos habla Lanzmann con unos papeles en la mano. En la entrevista que acompaña el press-book promocional de la película, Lanzmann habla de las dificultades a las que se enfrento en Shoah a la hora de encontrar una forma narrativa que le permitiese prescindir de la voz en off. Es preciso recordar que el proceso de rodaje y montaje de Shoah se prolongó unos diez años (¿qué dirían los inversores de Seduced and Abandoned?) El discurso a cámara de Lanzmann en Le dernier des injustes es el equivalente más claro de la voz en off. A estas alturas ya no se le puede pedir a Lanzmann que invierta otra década en la producción de una película. En todo caso, esa tosquedad habla por sí sola de la urgencia con la que Lanzmann se enfrentó a este material y a la figura compleja y fascinante de Murmelstein. Los papeles que lleva en la mano transcriben diarios y testimonios de los habitantes del ghetto, de los que llevamos a ver incluso algunas fotos cuya descripción nos proporciona la propia voz del cineasta. La película se inicia con un largo texto explicativo del origen del proyecto y sobre Theresienstadt. Sin embargo, en las restantes tres horas y cuarenta minutos que dura Le dernier des injustes Lanzmann no volverá a recurrir a los rótulos. Lo más significativo con todo será la inclusión de unos pocos minutos de imágenes de archivo, tomadas de un documental nazi de propaganda sobre el propio ghetto. Por si acaso, Lanzmann ahora sí inserta una leyenda en una esquina de la imagen: “Mise en scène nazie”. Jaime Pena

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