El día comienza bien temprano con la proyección de The Past, película del iraní Asghar Farhadi (La separación), filmada en Francia. Después de cuatro años de separación, Ahmad llega a Paris para firmar los papeles del divorcio con Marie (Berenice Bejo). La relación de ella con quien pronto será su nuevo marido y con las hijas de las distintas parejas que tuvo dan lugar a lo que parece ser un culebrón de múltiples aristas. Así, se agradecen las primeras imágenes en que los protagonistas, separados por vidrios no pueden hablarse o solo ven mover los labios del interlocutor. Después de ese inicio, la catarata verborrágica será incontenible. Las vueltas de tuerca, van haciendo que ese componente telenovelesco (que también se advierte en el tono de las actuaciones, que subraya ciertas afirmaciones y confirma a cámara determinados sentimientos) vaya trocando en una especie de whodunnit relacionado con el intento de suicidio de la primer mujer de quien ahora convive con Marie. Si en la primera parte del film la figura del primer marido (iraní, recordemos) que llega a Francia para solucionar todos los problemas (de destapar una cañería a generar el diálogo dentro de la familia), puede generar algún ruido en relación con el tono paternalista del asunto, la cantidad de nuevos conflictos, de vueltas de tuerca, de gente que se ofende y se va hasta que le piden que vuelva… y vuelve! …para seguir hablando! resulta agotadora. Sí encontramos de La separación esa mirada que sabe descubrir algo de razón en todas las voces, y cierta manera de construir una corriente en las relaciones familiares (aunque también una sugestiva desconfianza hacia los que no pertenecen a esa familia).
Por suerte, Un certain regard depara una sorpresa con L’inconnu du lac, de Alain Guiraudie. Leo la frase precedente y me doy cuenta que la elección de las palabras no es la adecuada. No puede hablarse de sorpresa para quienes en el BAFICI 2010 pudimos ver alguna de sus películas anteriores: Le roi de l’evasion, Voici venu les temps, Pas de repos pour les braves, Ce vieux reve qui bouge y Du soleil pour les gueux (de la más reciente, a la opera prima). En L’inconnu du lac encontramos a Franck (Pierre Deladonchamps) un hombre solo que va a tomar sol y a nadar a una playa nudista en un lago. En realidad, más que en eso, su interés reposa en el cruising. Una vez más en Guiraudie, el homoerotismo es un componente de sus historias, en las que –quizás aquí en una dosis algo menor- siempre encuentra lugar para el humor. Esa dosis más pequeña seguramente tiene que ver con la circunstancia de que nuestro protagonista se enamora de quien ha visto que en ese mismo lago ahogaba a su novio anterior. Los cuerpos desnudos, la explicitud del sexo, el contacto con la naturaleza, dan lugar a un universo marcado por la soledad y el misterio. La búsqueda del contacto con lo desconocido (un desconocido), la imposibilidad de resistir a ese impulso (que hace que, en el momento decisivo, no importe usar o no preservativo, estar o no con quien se sabe que es un asesino que terminara matándolo) es lo que marca el ritmo de la narración. Y ese ritmo tiene los altibajos de esos momentos de paz y de caza, de pulsión y reposo, de riesgo y placer.
En la misma sección, Valeria Golino, a quien conocemos por su labor actoral (en EE.UU., Italia y Francia), presentó Miele. El comienzo puede ilusionar, al acercarnos a Irene, que dedica su vida a ayudar a suicidarse a enfermos terminales (para lo cual va y viene entre Italia y México para conseguir una sustancia de uso veterinario, prohibida en el primer mundo). Sin embargo, con el devenir de la trama, la soledad de la protagonista y las explicaciones acerca de su decisión van tomando el centro de la escena, dejando de lado el componente físico y simbólico de los primeros momentos. La aparición de un señor mayor que decide suicidarse pero que no tiene ninguna enfermedad es lo que pone en conflicto las razones y el sistema ideado por Irene. Los alcances de esta relación y un final que no se decide a tomar el toro por las astas demuestra cuán difícil es acercarse a un tema conflictivo e irritante para tantos: todo aquello que Ozon evita al narrar la historia de una chica de 17 años que se prostituye, Golino termina abrazando en esta película que comienza como una tibia defensa de la eutanasia para culminar como un melifluo (de ahí el título del film?) viaje de autoayuda.
Entre los grandes nombres de la competencia oficial encontramos a Hirokazu Kore-eda, “descubierto” en Argentina, allá por los primeros BAFICI con After Life. Este año el director presenta en Cannes Like father, like son, una muestra más de su mirada sobre las relaciones familiares, que profundiza (y, en parte, muta) el camino recorrido en la excepcionalmente estrenada en la Argentina Un día en familia (Still walking). En ella algunos habían visto huellas de Ozu y en la crítica para El Amante yo arriesgaba alguna influencia de Naruse (Like father, like son daría la razón a los primeros, trenes incluidos). En ese número de la revista, creo recordar (y desde acá no logro corroborarlo), que salió una nota a favor, de mi factura, y una en contra, de don Marcos Vieytes. Arriesgo que quienes encontraron en esa película un retroceso en la filmografía del realizador, confirmaran sus peros con esta película. El tema es particularmente espinoso: dos familias con hijos de seis años que se enteran de que sus niños fueron cambiados en el Hospital después del parto. El dilema de familia de sangre o familia de crianza vuelve a poner sobre el tapete la tensión entre lo viejo y lo nuevo, el Japón ancestral y el moderno, la familia tradicional y las nuevas formas que ella adquiere. Más allá del increíble trabajo con los niños y la construcción de núcleos familiares creíbles, únicos, que uno imagina en la vida real, hay algo de previsibilidad (que se nota desde la música que acentúa hasta algunos cierres demasiado forzados) que transforma a esta en una obra menos lograda que otras de este director. Así y todo, aun con lo que puede aparecer como un abuso de ciertos lugares comunes y algo de subrayado en el mensaje, el devenir (el más evidente y el subterráneo) es tan placentero y convincente que cabe seguir acercándose a la obra de Kore-eda.
Fernando E. Juan Lima