Cannes 06 – (FJL)

Ayer fue un gran día. No sólo por las películas que pude ver (Abbas Kiarostami y Hong Sang-soo a la cabeza), sino porque efectivamente pude verlas. En el Festival de Cannes el ingreso a las salas está estructurado en base a un sistema de castas, organizadas por colores del badge de acreditación, y yo pertenezco a uno de los escalones más bajos en la escala zoológica. Es por eso (y para no hacer colas monumentales para por ahí quedarme fuera de la función) que intento manejar la ansiedad y ver las películas en la segunda o tercera pasada. Así es como ví Horses of God, de Nabil Ayouch, presentada en la sección Un certain regard. Me había dicho que tenía mi cuota cumplida para películas sobre el conflicto palestino-israelí, los atentados islamistas y las guerras ligadas a la ex Yugoslavia. No cumplí e hice bien. Ese preconcepto tiene que ver con la acumulación de horas y horas de películas bienintencionadas y políticamente correctas sin interés cinematográfico alguno. Pues bien, por más que se la quiera vender como la Ciudad de Dios árabe con locaciones en Casablanca (revista Screen del día de la fecha, 21 de mayo), Horses of God está bien lejos de ese tipo de films. La historia se relaciona con la génesis de los atentados terroristas acaecidos en Marruecos en 2003, siguiendo la vida de dos hermanos que pasan de jugar de niños juntos al futbol en el potrero de su barrio (casi una villa) a terminar actuando como mártires de su guerra santa. Los travellings y panorámicas aéreas sobre el barrio recuerdan en algo a Elefante Blanco (que hoy se presentó en la misma sección, con la sala Debussy llena a explotar), aunque aquí la historia es contada desde adentro, desde el barrio pobre, desde la villa.

Una de las grandes películas del festival (en la Quinzaine des réalisateurs) es uruguaya (o uruguayo-argentina, si atendemos a la producción). Estoy hablando de 3, film dirigido por Pablo Stoll (basado en una idea original de él y Juan Pablo Rebella, con quien filmara la recordada Whisky). El número del título tiene que ver con la familia conformada por padre, madre (separados) e hija que está terminando el secundario. El detallado reflejo de situaciones y lugares profundiza el camino recorrido en Whisky, siendo el tono levemente absurdo el marco para que la comedia se abra camino. Como en  su anterior Hiroshima, el uso del sonido y los temas musicales escogidos son fundamentales (imperdibles los momentos de verdadero “music hal” de la película). Todos parecen querer hacer algo distinto a lo que hacen, o no querer demasiado nada. Sin embargo, con un muy inteligente uso del fuera de campo y la perfecta construcción de los personajes a través de pequeños detalles (la relación con el deporte del padre, la remera de un Encuentro de Taquigrafía de 2005 que usa la madre) se termina por conformar una hermosa comedia tristona, de la que dan ganas seguir escribiendo. Me reservo para el estreno (mañana espero entrevistar a don Pablo Stoll).

De vuelta a Un certain regard, Confessions of a child of the Century, de Sylvie Verheyde (Stella). Paris, 1830, un joven libertino (Peter Doherty) viaja al campo tras la muerte de su padre y descubre el amor en los brazos de una viuda (Charlotte Gainsburg). Ropa de época que es adecuadamente dejada de lado para entregarse a los placeres de la carne y un tono de morbidez o sueño de opio que le sienta bien a esta película que discurre sobre el crecimiento, la muerte y el cambio sin retorno que importa el haber conocido el amor verdadero. Leo lo que acabo de escribir: suena mejor que la película en cuestión.

En la Semana de la crítica presentó su largo de ficción la hermosa Sandrine Bonnaire (tengo foto que lo atestigua: ¡está más linda que nunca!): Maddened by his absensce. Película que Bonnaire dedica a su madre, el desconcierto y la tristeza son el móvil para que el ex marido de la protagonista se vaya a habitar en secreto en el sótano del edificio donde ella vive con su nuevo marido y un hijo de siete años, un poco más que la edad que tenía el hijo del primer matrimonio cuando murió en un accidente. William Hurt aporta su cara de nada (muy parecido a Miguel Angel Solá) para contribuir al extrañamiento de una historia que puede leerse desde el misterio o desde el melodrama.

Y de vuelta ahora a la Quinzaine, A respectable family, película iraní dirigida por Massoud Bakhshi. Claro, ahora que don Kiarostami hace películas japonesas, no podía faltar (como no pueden faltar las películas rumanas o argentinas) el film de ese origen que retrate lo difícil de la situación en relación con… (llenar los puntos suspensivos con la discriminación de la mujer, la ausencia de libertad religiosa, las persecuciones políticas y un largo etcétera). A respectable… está planteada como una saga familiar, un poco al estilo que debía ser Dinastía, en la que la familia en cuestión es capaz de todo por dinero. Corrupción política, hermano del protagonista mártir de la guerra santa y unas cuantas escenas deleznables (electroshock de la madre del protagonista y éste de niño orinándose en plano detalle).

Fin de fiesta: For love’s sake de Takashi Miike. Ahora que pienso, sus 134’ comenzaron a proyectarse a las 00:30 del martes. Les cuento entonces mañana. Fernando E. Juan Lima

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