Cannes 11 – (FJL)

Las fuerzas van menguando, pero empezamos nomás a las 08:30 con Mud, de Jeff Nichols. El director explica que si Shotgun stories era, a grandes rasgos, sobre la venganza y Take shelter (exhibida en Pantalla Pinamar como Atormentado) se acercaba al miedo, el tema central de la actual película es el amor. Y si bien ello es efectivamente así, sobre todo si se toma en consideración la motivación de los personajes en el curso de la narración, lo cierto es que el relato hunde sus raíces en las clásicas historias de aventuras que van de las protagonizadas por Huckleberry Finn a las también a esta altura clásicas del film Cuenta conmigo. Es que Ellis (Tye Sheridan, conocido por El árbol de la vida, de Terrence Malick), vive con su familia en una especie de casa flotante sobre un río en Arkansas, y, con sus 14 años, descubrirá con su amigo Neckbone una lancha atrapada en la copa de un árbol en una isla. Al ir a tomar posesión de su hallazgo descubrirán que alguien se encuentra viviendo allí, y de ahí en más se abrirá la puerta para la aventura. Aventura cuyo móvil, como dijimos es el amor. El amor del personaje encontrado (Mud/Matthew McConaughey) hacia Juniper (Reese Witherspoon), el que el propio Elis parece descubrirlo en la algo mayor Mary Perle y el de los padres de Elis, que están terminando su relación y pensando en el divorcio. Historia de iniciación y de crecimiento, se nota que esta es la película de mayor presupuesto que ha realizado Nichols y sale bien parado del desafío, incluyendo en el elenco a grandes figuras sin por eso renunciar a su mundo y a su mirada. Como en Take shelter la música y los espacios contribuyen al acercamiento a unos Estados Unidos de Norteamérica que suele no estar presente en las pantallas. Así, sin estar a la altura de su predecesora, Mud está a la altura de la difícil apuesta que hace su director, jugándose con múltiples líneas, registros y propuestas.

En la Quinzaine des réalizateurs, doble programa chileno para ir cerrando el Festival (mañana habrá algunas repeticiones, que servirán para poder ver alguna película que se me escapó). En primer lugar, La noche de enfrente, coproducción franco-chilena, película póstuma del gran Raúl Ruiz. La tentación de verla como una película-testamento, como en el caso de la de Alain Resnais presentada en competencia, es aún mayor en razón del efectivo deceso del director chileno (eso de “matarlo” a Resnais me cae muy mal). Tres edades en la vida de un hombre narradas (es una manera de decir) con base en la relación con personajes históricos (Beethoven) o de fantasía (el pirata de la pata de palo), los límites de la realidad y lo onírico, entre el mundo de los vivos y de los muertos, están siempre en duda, difuminados y confundiéndose. Efectivamente hay muchos elementos para pensar que Ruiz tenía a la muerte muy presente al realizar esta película, que en sus mejores momentos posee el ánimo juguetón del surrealismo, con trozos del guión que parecen fruto de la escritura automática o de la asociación libre. En particular se disfrutan los juegos de palabras, aunque la película se hace un poco demasiado circular y reiterativa, no alcanzando la que podría pensarse como su última gran obra, Misterios de Lisboa, miniserie que también conoció su presentación como film y que fue exhibido en el 13° BAFICI.

La segunda película chilena a la que hacía referencia es No, dirigida por Pablo Larraín (Tony Manero). En ella se sigue a René Saavedra, brillante joven publicitario que realiza la campaña por el “no” en el plebiscito realizado por la dictadura de Pinochet en 1988. La película elige una estética que le permite jugar con las imágenes de archivo, con una textura VHS que todo lo impregna. Así y todo, la excelente dirección de arte no se come el film; no queda todo en eso. Ello es así ya que la lógica bélica de las campañas publicitarias de uno y otro bando conforman casi una película deportiva, sin por ello descuidar el costado ideológico-político del planteo. En ese sentido, la película se interroga a sí misma al poner en cuestión la propia ética de la publicidad y la necesidad de vender un producto determinado, así este se trate de la democracia, la libertad o los derechos humanos. Gael García Bernal está bien en el protagónico y, detalle para tener en cuenta, el primer encargado de la campaña por el “si” es Argentino.

Film de clausura de Cannes Classics: Final cut – Hölgyeim és ureim (Final cut – Ladies & Gentlemen), de György Pálfi. Un agradable ejercicio de montaje con secuencias de películas que van de cortos de los hermanos Lumiére a Avatar. La idea es generar una historia en la que se continúen unos pocos fotogramas de cada película, en un artesanal trabajo de ensamble en el que, por ejemplo, en los números musicales hasta se presta atención en cada uno de los fonemas que pronuncia cada actor. Un trabajo simpático del que se puede entrar y salir sin problemas, ya que todo junto resulta un tanto abrumador.

Ya se dieron los premios de la Semana de la Crítica (ayer) y hoy los de Un certain regard (el más importante a una de las peores películas del Festival, Después de Lucía). Mañana será el turno de la competencia oficial y la posibilidad ver algún último film. Fernando E. Juan Lima

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