El 2 de Julio de 2016 falleció Michael Cimino, uno de esos extraordinarios excéntricos que Hollywood supo cobijar (aunque brevemente) y director clave de la maravillosa generación de los 70s. Considerado por muchos como uno de los culpables principales de causar el final de la época del Nuevo Hollywood, nunca se supo sacar totalmente esa fama de director maldito y difícil, y al momento de su muerte llevaba 20 años sin filmar un largometraje.
Cimino entró a la industria por la puerta de guionistas, escribiendo el guión de la segunda entrega de Dirty Harry, Magnum Force (1973). En 1974 dirigió su primer film, Thunderbolt and Lightfoot, protagonizado por Clint Eastwood y Jeff Bridges, pero fue en el segundo que pudo desarrollar un proyecto como deseaba realmente. El Francotirador (The Deer Hunter, 1978), la historia de un grupo de amigos que caen prisioneros en Vietnam, fue un éxito y se llevó varios Oscars, incluidos Mejor Película y Director. Visto hoy en día sigue fascinando con la misma potencia original y resulta un gran ejemplo del cine de la época, con su crudeza en la búsqueda de realismo y su visión desencantada de la historia de USA. Siempre controlador de cada detalle, Cimino se fue con toda la producción encima hasta Tailandia, haciendo de El Francotirador el primer film sobre Vietnam filmado en locación en Asia. Organizado en 3 actos bien definidos, la potencia del film reside en la dedicación de Cimino por construir cada acto pacientemente. Cimino dedica una hora del film al planteo inicial, a los personajes en su pueblo, sus vidas y rituales. Cuando la guerra irrumpe en la historia, su violencia cobra fuerza en el contraste con la calma precedente. Cimino, que había estudiado artes gráficas, pintura e historia del arte, era un obsesivo de la composición del plano a niveles Kubrickianos. La imagen de los personajes jugando ruleta rusa, polémica en su momento y parodiada hasta por Los Simpsons, posiblemente sea una de las más icónicas de la década.
Su tercer film, y el segundo de sus dos grandes obras, sería La Puerta del Cielo (Heaven’s Gate, 1980). Antes que nada, derribemos un mito: Las Puertas del Cielo no fundió a United Artists, que ya venía con otras pérdidas encima, pero si fue un golpe duro. El fracaso comercial de la película fue una excusa para que la compañía que era dueña de United Artists la vendiese a MGM. Ahora si, sobre la película. Gracias al éxito de El Francotirador, Cimino pudo conseguir un acuerdo con United Artists diseñado para el desastre. El acuerdo le permitía excederse de presupuesto a coste del estudio, con el encargo de entregar el film antes de una fecha límite que no era obligatoria. Una locura digna de la época, no apta para un obsesivo por el detalle. Tenía 6 meses, pero Cimino procedió a filmar su western durante casi un año, mientras levantaba pueblos enteros, hacía traer locomotoras antiguas a través de medio país y literalmente veía crecer el pasto hasta tener el verde que quería lograr en el plano. Sus excesos se hicieron conocidos por la prensa, la película costó un fangote de guita y no recuperó casi nada, y a Cimino se le terminó la carrera exitosa con el agregado título público de Destructor de una época dorada. Sin embargo, basta ver el film para confirmar que fue víctima de las circunstancias. Basado en un conflicto real, La Puerta del Cielo es un western de una belleza enorme, con un elenco excelente destinado a la fama (con la excepción de Kristofferson, que está muy bien pero en los fracasos suele joderse mas que nada la carrera del protagonista). Sus estudios de las artes plásticas son aún más notorios acá, con planos de un poderío visual gigantesco que parecieran realizados por alguien capaz de manipular la naturaleza a voluntad (bueno, o quizás no sólo pareciera). Sin urgencia, narrado con mucho clasicismo, Cimino logra una efecto de inmersión inédito. Dejando de lado los datos de historiador, La Puerta del Cielo es una épica única que permite ver la genialidad de un Cimino sin límites, llena de vida en sus locales y personajes, esplendorosa en sus imágenes.
Cimino siguió filmando películas menores cada algunos años hasta detenerse en 1996, pero sin jamás recuperarse de su fama como director problemático. De sus proyectos no realizados podría escribirse un libro entero. Viendo sus primeros films, cuesta no lamentarse por los hechos e imaginar que podría haber sido de su carrera de haber sido La Puerta del Cielo un éxito de taquilla. Como Welles, y tantos más, Cimino fue un genio magnífico del cine que pagó caro el precio de atreverse a soñar demasiado en grande. Emiliano Andrés Cappiello