Festival de Roma 2014

Por Javier Porta Fouz.

Festival Internazionale del Film di Roma. Visita breve de cinco días, con varias reuniones. Y también con mucha caminata y con unas cuantas películas. Sobre caminar y leer, y caminar y ver películas, ya escribí en otras ocasiones. Sobre el festival: buenas proyecciones en muy buenas salas, amabilidad general, programación lejos del gigantismo y con unos cuantos atractivos; el detalle negativo: la impuntualidad general de las proyecciones públicas, en las que unos veinte minutos de atraso eran considerados normales. El máximo atractivo de la programación: un glorioso ciclo con copias restauradas de Mario Bava y de terror gótico italiano (y que no se llenaba). Entre los invitados del evento estaban Asia Argento, Walter Salles, Jia Zhang Ke y Miike Takashi. Y también Kevin Costner, al que no llegué a ver porque debía regresar antes de que terminara el festival. Con el duelo por perderme a Costner ya elaborado, vayamos a las películas.

 

 

Empecé con The Lies of Victors (es decir, Las mentiras de los vencedores) de Christoph Hochhäusler (el mismo de The City Below y Dreileben), un thriller político-periodístico alemán que funciona -en términos rítmicos- como una buena película de Hollywood. Hochhäusler puede sustentar ese ritmo y sumarle un despliegue de gran personalidad, con mucha decisión para seducir con angulares, con un montaje especialmente elaborado, con lens flares y otros atractivos que nunca se convierten en meros adornos. De esta manera la película logra alejarse de las imitaciones alemanas a la industria de Hollywood y también logra separarse de lo que se ha dado en llamar Escuela de Berlín. Hochhäusler es un director con el coraje estilístico necesario como para diferenciarse de las fórmulas más probadas del circuito de festivales, que tantas -demasiadas- veces prefieren la seguridad que brindan los adormecimientos formales que suelen saludarse como “rigor y austeridad”.

 

A Girl Walks Home Alone at Night. Estrenada en Sundance este año y con producción ejecutiva de Elijah Wood, es una película estadounidense que se presenta como “el primer western iraní de vampiros”. Un cine de mezcla, una cruza de Jim Jarmusch con David Lynch con una chica vampira vestida como la protagonista de El círculo de Jafar Panahi. Y que está hablada en persa y transcurre en Irán (transcurre en no es igual a filmada en). Desde varios ángulos, una película corrosiva, que supera mediante atmósfera, imaginación para los detalles y personajes singulares toda posible sospecha de pose indie. La directora Ana Lily Amirpour, nacida en Inglaterra y criada en Estados Unidos, tiene cortos previos. Uno de ellos, animado y de producción alemana, fue A Little Suicide, que se exhibió en el Bafici y sobre el cual escribí esto en su momento: “El suicidio intentado y no concretado puede encontrarse en muchas películas: es un motivo clásico del humor negro en el cine. En este cortometraje quien intenta suicidarse infructuosamente es una cucaracha, harta de ser odiada por el mundo. A Little Suicide nos propone ubicarnos en el temible y nada cómodo punto de vista de la cucaracha y demuestra, con técnica, con ritmo, con gracia, que los cortos ‘de concepto’ pueden funcionar a la perfección.” A partir de este corto y este largo me gustaría apostar por el futuro de esta directora. Ojalá sea siempre así de cambiante y mutante.

 

As the Gods Will, de Miike Takashi. Estreno mundial en Roma. Como casi todo el mundo, no vi todas las de Miike. Y como a casi todo el mundo, no todas las de Miike me parecen igualmente estimulantes (y anoto esa palabra porque creo que define de forma bastante precisa el momento en el que Miike saltó al circuito internacional, o al circuito que incluyó Buenos Aires). Audition, Dead or Alive, The Happiness of the Katakuris eran confirmaciones estimulantes de que había un cine de una potencia y una libertad especial que nos estábamos perdiendo. Y que tenía entre sus fortalezas la imaginación y las pinceladas de genialidad de un director que -para bien y para mal- trabajaba y trabaja a una velocidad inusitada. As the Gods Will es de las estimulantes de Miike, de las disparatadas, de las atractivas, de las que apuestan al shock desde el principio: una tomada de pelo a Los juegos del hambre y una puesta en contacto feroz con la tradición de supervivencia adolescente, incluida Battle Royale de su compatriota Kinji Fukasaku. Gore súper imaginativo, sangrientas competencias basadas en tradiciones japonesas que explotan -en sentido literal y en sentido de aprovechamiento- desde todos los ángulos.

 

De la extrema nitidez -refulgente en serio, con colores plenos- de la alta definición digital de la película de Miike pasemos a una experiencia en fílmico, con la fotografía pensada para el fílmico. Una experiencia realmente festiva, de esas con las que uno quiere ponerse a aplaudir a intervalos cada vez más cortos: 5 bambole per la luna d’agosto, gloriosa película de 1969 del señor Mario Bava. Lo dicho: gloriosa. Y divertida. Y placentera. E imaginativa. Y desatada y osada, con una confianza enorme en sus recursos el humor, el shock, el desnudo, los diálogos sin corrección política alguna. Un cine que se impone hoy como magistral en su extravagancia feliz, en el pleno uso del poderío de un director extraordinario.

 

Jia Zhangke, un gars de Fenyang (Walter Salles). Un muy recomendable documental del realizador brasileño sobre el realizador chino, sobre el que escribí de forma más extensa aquí. http://hipercritico.com/secciones/cines/6093-una-pelicula-dos-cineastas-festival-internazionale-del-film-di-roma-2015.html

 

Cortemos esta seguidilla de películas recomendables para pasar a una de las películas italianas que se exhibían, en la sección “Galas” (en la que estaban también Gone Girl y Phoenix): Tre tocchi, de Marco Risi (el hijo de Dino). Con muchos actores conocidos en el cine italiano actual (o en la televisión, no me tomé el trabajo de comprobarlo) que interpretan a «actores» con diferentes conflictos (uno así, otro asá, nada que fuera más allá de un muestrario de manual de guionista básico). Una de esas películas que deprimen por su estilo untuoso-televisivo: todo enfático, todo de fórmula, todo chato. El cine italiano supo ser hace décadas uno de los mejores del mundo. Hoy en día aventurarse con películas italianas “industriales”, más allá de los escasos grandes directores en actividad o de alguna sorpresa ultra recomendada, es enfrentarse a un cine mayormente de plástico.

 

Volvamos al camino del cine con Tusk, de Kevin Smith. Ya está claro que los mejores años de Smith ocurrieron en el siglo pasado. Pero con Tusk el nacido en New Jersey demuestra que todavía puede apelar al humor negro y retorcerlo, y hacerlo rebotar en la cara del burlador. Tusk es una película bastante asquerosa que sigue hasta las últimas consecuencias la línea que plantea, y que juega a examinar la crueldad con más crueldad. Es mejor no saber nada de su argumento, aunque puede apuntarse que está Johnny Depp (caracterizado especialmente, bastante irreconocible) y Haley Joel Osment (el chico de Sexto sentido) bastante irreconocible aunque sin máscara alguna, por el puro efecto del paso de los años. Y que hay una canción clásica de Fleetwood Mac que musicaliza un enfrentamiento en extremo singular.

 

Phoenix, de Christian Petzold. Dentro de una filmografía que entre otros elementos ha aportado relecturas del cine clásico americano, Phoenix es la versión de Vértigo del alemán Petzold, en la que apuesta por el tremendo peso de la historia (la película se sitúa en Berlín justo después del fin de la Segunda Guerra) por encima del peso del romanticismo y de la obsesión. Petzold trabaja sobre la relación una pareja que deben (re)conocerse, y por ese camino intensifica de manera casi imperceptible su relato, recorta los bordes hasta llegar a un final de extraordinaria potencia sin necesidad de ninguna explosión de ningún tipo. Afortunadamente anuncian su estreno en cines en Argentina en 2015.

 

Y para terminar, una película excéntrica, que fue la última que vi en Roma y que cierra el círculo con la de Hochhäusler porque a su modo también es sobre “las mentiras de los vencedores”: Angels of Revolution del ruso Aleksei Fedorchenko. El director cuya ópera prima “espacial-satírica” First on the Moon compitió hace algunos años en el Bafici y que se exhibió recientemente en la Fundación Proa. Angels of Revolution (su quinto largo) es un relato cargado de humor acerca de la «educación soviética» de una tribu del norte de la URSS en los años treinta. En esta película -otra premiere mundial de Roma- Fedorchenko se aproxima a su tema con rodeos varios, de forma caleidoscópica al principio, con historias que se pausan y se disparan de forma a veces tan centrífuga como para remitir a la filmación de Que Viva México de Serguei Eisenstein. Entre los ingredientes del osado Fedorchenko están planos como tableaux vivants, una actriz de una belleza refulgente como Darya Ekamasova, encuadres y utilización del color en modo Wes Anderson, y un sentido del humor de notoria capacidad para el absurdo que deja al desnudo la estupidez política -o estupidez a secas- de las “reeducaciones en modo intensivo” del pueblo. En ese sentido, es una cumbre -casi como de Monty Python- la presentación del programa “cremación para todos”.

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