Por Jaime Pena

Publicada el 14/05/16.

Exil no es una película sobre el exilio francés del joven Rithy Panh, como su título parece sugerir. En realidad es más bien una película sobre el destierro al que fue empujada buena parte de la población camboyana, en particular la urbana, con la llegada de los jemeres rojos al poder en 1975. Podría entenderse Exil como un proyecto paralelo de L’image manquante, aquel centrado en los aspectos autobiográficos de la infancia de Panh, este de ahora en el mismo periodo histórico pero con unas connotaciones más generales, una suerte de manual de supervivencia que bien podría ser el Si esto es un hombre del genocidio camboyano. Como L’image manquante, el texto de la voz en off de Exil también se debe a Christophe Bataille, esta vez cargado de citas ajenas y  en esa misma línea poética que contrasta duramente con las escabrosidad de lo narrado (¿se puede hacer poesía mientras un hombre asa una rata?); también como L’image manquante, Panh ha de recurrir a un dispositivo de puesta en escena para eludir la ausencia de imágenes de ese periodo, la típica propuesta que hunde sus raíces en el antinegacionismo. Si en su película anterior Panh se servia de una primitiva animación con pequeñas figuras de arcilla, ahora recurre a un actor y al escenario teatral de una pequeña cabaña que, en su minimalismo, representa a toda Camboya y esos años en los que todo rastro de civilización fue barrido del país. La película concluye con una imagen del salvoconducto con el que un joven Rithy Panh pudo llegar a Francia en 1979.