Cannibalismos 2017 – 5

Por Jaime Pena

En PROMISED LAND Eugene Jarecki recorre los Estados Unidos en el Rolls Royce que perteneció a Elvis Presley. Su objetivo es radiografiar el país cuarenta años después de la muerte del Rey del Rock and Roll, confrontarlo con su figura y biografía y ver qué ha cambiado en los Estados Unidos justo cuando se enfrenta al proceso electoral de 2016. Jarecki va pasando por las ciudades que definen la biografía de Presley: Tupelo, Memphis, Nashville, Nueva York, Los Angeles, Las Vegas… Con un clamoroso exceso de imágenes y algunos entrevistados un tanto sospechosos (¿Ashton Kutcher?), finalmente la película habla más de la biografía de Elvis que de ese contraste que pretendía establecer entre 1977 y 2017. Aún así se agradecen las buenas intenciones.

En 1958 Claude Lanzmann visitó por primera vez Corea del Norte. Lo cuenta en su libro de memorias “La liebre de la Patagonia”, donde se extiende en un “breve encuentro”, como él lo llama, con una enfermera norcoreana, una relación que no llega a consumarse porque la enfermera se jugaba la cárcel. En el contexto del libro, el episodio destila romanticismo, el de una película de espías en la que un diplomático occidental intenta rescatar de las garras de la opresora dictadura a su amada. Hitchcock hubiese sacado petróleo de una anécdota como esta. En 2014 Lanzmann vuelve por tercera vez a Corea del Norte y por fin con una cámara. El resultado es NAPALM, la única palabra que compartían en su vocabulario Lanzmann y la enfermera. Ahora puede filmar los escenarios de esos amores frustrados, pero en realidad está más atento a alabar la belleza de la guía que lo acompaña o a recrearse en el cuerpo de una luchadora de taekwondo. Cuando en la segunda parte de la película narra a cámara y en primer plano el episodio de la enfermera, su relato ya está contaminado por la impresión que han dejado sus comentarios anteriores. El conjunto es puro Lanzmann. Tenemos los lugares filmados en presente y después el testimonio, que esta vez es el de él mismo. Pero, como ya sucedía en EL ÚLTIMO DE LOS INJUSTOS, sus imágenes tienen algo de improvisación, han perdido corporeidad, ya no queda nada de la “forma rigurosa” de SHOAH.

 

También Amos Gitai vuelve a los territorios ocupados que había filmado en 1982 con WEST OF THE JORDAN RIVER (FIELD DIARY REVISITED), pero su verdadero punto de partida es una entrevista que le realizó a Isaac Rabin en 1994, un año antes de su asesinato. Gitai lo interroga sobre el proceso de paz, las conversaciones con los palestinos auspiciadas por Bill Clinton. Su retorno a la zona es un encuentro sucesivo con periodistas, analistas políticos, ONGs que trabajan en el West Bank, etc. La conclusión no es muy esperanzadora: Israel y Palestina están en un callejón sin salida cuyas posibles soluciones nunca van a contentar a todos. Y resulta demoledora cuando Gitai entrevista a un niño de unos diez o doce años, un niño palestino cuya mayor ambición en la vida es morir como un mártir.

Los extremismos religiosos provocan estas situaciones, que en ocasiones pueden resultar incluso surrealistas. En LE VÉNÉRABLE W. Barbet Schroeder nos presenta a un monje budista de Birmania, Wirathu, que se ha convertido en el más importante propagador de ideas islamófobas en una región del país en la cual la minoría bengalí, de religión musulmana, está siendo acosada y masacrada en una suerte de guerra civil no declarada. Sí, el racismo y la violencia de la mano de un monje budista. Da la impresión de que hasta una religión pacifista como el budismo puede llegar a caer en las manos del extremismo religioso. Quizás porque cualquier religión es su caldo de cultivo más propicio. Nos alerta de este hecho Schroeder, que confiesa a través de la voz de Bulle Ogier que es budista desde los veinte años (“nosotros, los budistas”, nos dice).

Los artistas, tan malparados en películas como LE REDOUTABLE o THE SQUARE, recuperan su dignidad en THE MEYEROWITZ STORIES (NEW AND SELECTED), de Noah Baumbach. Los Meyerowitz del título están encabezados por el patriarca interpretado por Dustin Hoffman, profesor de arte de Bard College, que en su día vendió una pequeña pieza al Whitney y consiguió colocar otra en el Lincoln Center, pero cuya carrera se estancó y que pese a las habilidades artísticas de sus hijos (Ben Stiller, Adam Sandler, Elizabeth Marvel), fruto de varios matrimonios, sus trayectorias vitales han seguido otros derroteros. Por fin, una nieta (Grace Van Patten) se va a estudiar también a Bard y sus primeros cortos apuntan maneras (bastante provocadoras para la moral familiar). Esta tragicomedia de Baumbach es la segunda de las producciones Netflix que compiten este año en Cannes. Si OKJA era una fábula fantástica dirigida primordialmente al público infantil realizada con un presupuesto bastante ajustado, THE MEYEROWITZ STORIES (NEW AND SELECTED) constituye una apuesta mucho más arriesgada. Sus aires cassavetianos la alejan de los modelos independientes que dominan Sundance y deberían de bastar para no tomarse a la ligera las nuevas producciones de Netflix.

 

A priori, CLAIRE’S CAMERA es la película pequeña de Hong Sang-soo en este Festival de Cannes, la que rodó, precisamente, durante la edición de 2016 aprovechando la presencia de Isabelle Huppert para promocionar ELLE. Lo más curioso es que el festival no asoma por ningún plano de la película (pero fui testigo de su rodaje el año pasado, doy fe). Sus personajes acuden al festival pero se mantienen unos días alejados de él, haciendo el tiempo por la ciudad, algo que parece muy increíble en la medida en que en Cannes todo el mundo parece estar siempre muy ocupado. No es el caso de Manhee (Kim Minhee) que acaba de ser despedida de la agencia de ventas en la que trabaja por haber sido “deshonesta”. Traducción: por haberse acostado con un director al que representa la agencia, So (Jung Jinyoung), del que está enamorado su jefa, Nam (Chang Mihee). Manhee decide quedarse en Cannes unos días y es así como se encuentra con Claire (Huppert), que viene de visita (“Es mi primera vez en Cannes”, sic) acompañando a una amiga que presenta su primera película en el festival. Claire llega con su cámara, que según ella, tiene la capacidad de transformar a las personas que retrata. ¿Cómo? Eso no lo llegamos a saber, pero sus propiedades de deus ex machina son innegables: tras su mediación el conflicto entre Manhee, So y Nam parece solventarse.

Bajo la apariencia de una película muy pequeña, lo cual es cierto basándonos en datos objetivos (solo dura 69 minutos, la película más corta de Hong, si no me equivoco), Hong prosigue con un discurso que con cada nueva película parece hacerse más profundo y evidente, el del desencanto, el desamor y la soledad. Esto es algo muy perceptible en los cuatro personajes protagonistas de CLAIRE’S CAMERA, empezando por Manhee y sus solitarios paseos por Cannes y continuando con la propia Claire, que ha perdido recientemente a su marido. Hong no parece desaprovechar ninguna oportunidad para rodar en las condiciones que sea. Viniendo de una obra maestra como ON THE BEACH THAT NIGHT ALONE, tras el pase en competición de THE DAY AFTER veremos el lugar exacto que ocupa CLAIRE’S CAMERA en su filmografía.

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