Por David Obarrio
1- Incompresa, de Asia Argento. Una nueva película de Asia como directora no puede ser menos que un acontecimiento. Imagino un lirisimo rugoso, violento y un poco chillón, en el que el espectador es invitado a amar lo que ocurre en la pantalla o a abandonar la sala.
2- Forastero, de Lucía Ferreyra. Ferreyra filma a un trío de jóvenes en blanco y negro en un pueblo de la costa argentina, pero ¡en verano! O de cómo un joven Linklater mira una película de Rohmer y hace la suya.
3- O velho de restelo, de Manoel de Oliveria. Siempre hay que ver “lo último de Oliveira”, como se miran las imágenes más perdurables del mundo.
4- The Lies of The Victors, de Christoph Hochhäusler. Probablemente el único de los integrantes de la ubicua Escuela de Berlín que no recurre al género para balancear la laboriosidad y la falta de frescura que afecta a sus colegas.
5- Under The Electric Clouds, de Aleksey German Jr. Cuando no terminamos de reponernos de la noticia de que acaba de morir un director imprescindible que desconocíamos, al genio le aparece un hijo. Ojalá esta película continúe esa revolución inconclusa.
6- Invierno, de Alberto Fuguet. Este escritor que como crítico parece venerar únicamente los géneros hace películas libres y modernas, tan estimulantes como anómalas. Un caso de incongruencia más que bienvenida.
7- Actua 1, de Phillipe Garrel. Tengo mucha intriga por ver qué hizo el joven Garrel en el París del 68 además de levantar chicas. Mayo del 68 también puede ser un amor perdido.
8- Los exiliados románticos, de Jonás Trueba. El más interesante de los Trueba sorprendió hace dos años con Los ilusos, donde filmaba Madrid como si agregara un granito de arena a su propia historia del cine moderno. Modesto, pero con una devoción genuina.
9- Pacto de amor, de David Cronenberg. Hay que ver cómo ha sobrevivido esta historia de amor quirúrgico que en su momento impresionó a la cinefilia dura, amiga de la sordidez elegante. La respuesta está en una sala de operaciones improvisada.
10- Jia Zhang-ke, um homem de Fenyang, de Walter Salles. Un gran director y otro que no lo es. Si Salles estuvo inspirado, a lo mejor este homenaje a Jia le salió como una especie de En el camino oriental, y el resultado es el menos imaginable entre dos mundos que parecían destinados a no tocarse nunca. No se puede negar que el hombre ha apuntado bien.