Shirin
Irán, 2008, 92′
Dirección: Abbas Kiarostami
Una vez más el fuera de campo, el recorte de la realidad que elige qué mostrar y qué omitir, pero esta vez en la que es quizás la apuesta más radical y extrema de Kiarostami. Tras los créditos, en los que se muestran algunas ilustraciones, imagen y sonido toman caminos distintos pero en modo alguno independientes. Es que la narración tiene que ver con una historia que oímos, pero no vemos; la que ocurre en una pantalla que nos es elidida, de la que sólo nos llega el sonido y la luz que ilumina los rostros de las mujeres que están mirando en una sala de cine esa película a la que nunca accedemos. ¿A qué debemos prestar atención? ¿A ese antiguo melodrama algo feminista que parece ocupar la pantalla que no vemos o a esos rostros que sí ven el film? El sonido nos arrulla mientras las reacciones de las espectadoras nos intrigan. ¿Ficción o realidad? ¿experimento u observación? La aparición de algunas caras conocidas (entre ellas, la de Juliette Binoche) despeja -en parte- la duda: en el cine (¿como en la vida?) todo es simulación. Esa es, quizás, la única verdad a la que podemos acceder. Fernando E. Juan Lima