Mascots

La vida secreta de las mascotas
Por Emiliano Andrés Cappiello 

Desde que comenzó a producir contenidos originales con regularidad, Netflix hizo de una de sus constantes la apuesta en grandes obras que ya no encontraban hogar por otros medios. Revivieron Arrested Development, una de las mejores series de la historia de la televisión, y firmaron contratos con artistas que habían perdido cotización con las grandes productoras, como las hermanas Wachowski y Adam Sandler. Con mayor libertad para realizarse, nos los devuelven en mejor forma, con más espacio para respirar y crear.

Los rescates continúan y este mes le toca a Christopher Guest, guionista de la obra maestra This is Spinal Tap (1984, Rob Reiner) y director de una serie de mockumentaries insuperable. Aunque no inventó el género de falso documental, fue quien lo perfeccionó con Waiting for Guffman (1996), Best in Show (2006), A Mighty Wind (2003) y For Your Consideration (2006). Con una troupe de actores recurrentes, un grupo de grandes figuras del personaje secundario en el cine masivo americano, Guest encontró el humor en pequeños micromundos tan absurdos que no podían sino parecer reales. Consciente del talento de su elenco, Guest permite copiosas dosis de improvisación y evita burlarse de sus personajes, observandolos con humor pero sin dejar de quererlos.

10 años después de su último mockumentary, Netflix recupera a Guest y estrena Mascots. El universo de las mascotas deportivas se reúne en la premiación de los Fluffies, una gala en la que sus mejores exponentes son reconocidos con ositos de metal. Gran parte de los colaboradores habituales de Guest regresan para Mascots, desde Parker Posey, que con los años no pierde su capacidad para representar esa hermosa ingenuidad juvenil, hasta Fred Willard, maestro inigualable del personaje ignorante y ofensivo al que uno solo puede amar. La escena en que Willard se encuentra con un enano en el backstage de los Fluffies es digna de sus mejores momentos: mientras increpa al pequeño participante, su brutalidad es compensada por su enorme carisma y la actitud más molesta termina siendo la del ofendido.

Otra tradición que continúa es la de los comentadores de eventos, que en Mascots interpretan Jane Lynch y Ed Begley Jr. como dos jurados en una contienda pasivo-agresiva de antología. El propio Christopher Guest hace también una aparición revisitando el papel de Corky St. Clair, el histriónico director de la obra en Waiting for Guffman. Su rol se limita a pocas escenas, pero el gaga funciona por fuerza propia y no se reduce al mero guiño para los fans. Quienes faltan a la fiesta son dos de los pilares de sus obras previas, Eugene Levy y Catherine O’Hara. No por ello se arruina la joda, pero la química entre ambos y la forma de transmitir un cariño eterno por sus personajes es una ausencia notable para cualquiera que haya visto aunque sea solo uno de los films de Guest. Afortunadamente Mascots también suma nuevos integrantes a la familia, entre ellos Zach Woods (Silicon Valley, The Office), Chris O’Dowd (The IT Crowd), Susan Yeagley (Parks & Rec), Sarah Baker (Go On), y el mayor descubrimiento, Tom Bennett. El representante británico, Bennett demuestra un humor seco similar al de Ricky Gervais en sus gestos y entrega de los chistes, pero cambiando la misantropía de Gervais por una encantadora afabilidad.

Una década sin juntarse para filmar no parece haber afectado mucho a Guest y compañía. Mascots revive el atractivo de sus mockumentaries clásicos, el placer de crear universos pequeños pero ricos en detalle, que contagian el goce de la increíble libertad creativa que se permiten. El secreto de Guest sigue siendo encontrar la comedia en aquello que a priori parece mundano e insignificante y comprender que si se lo observa y construye con cuidado, cada personaje puede ser un mundo en sí mismo. Al no tomar distancia y caer en la burla, sus films se convierten en humoristicas celebraciones del individuo, de las peculiaridades y obsesiones que los hacen graciosos pero reales. De allí la fascinación que generan estos microcosmos colectivos, únicos en su especie, tan divertidos como absolutamente verosímiles.

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