Máquinas con corazón
Publicada originalmente en El Amante #273
A favor, por Emliano Andrés Cappiello
La mansión de Tony Stark a oscuras. Tony entra y saluda a JARVIS, su mayordomo – sistema operativo. Hay un intruso en su casa. Samuel L. Jackson sale de las sombras y se presenta como Nick Fury, Director of S.H.I.E.L.D.
Todos los que crecimos leyendo comics de estos superhéroes, o viendo sus aventuras animadas, vimos esa escena post créditos y nos meamos un poquito de la emoción. Iron Man (2008) había sido la mejor película de superhéroes en años, y la aparición de Fury nos prometía una futura película de los Avengers todos juntitos. Niño o adulto, era imposible no ilusionarse sin estar bastante muerto por dentro.
Comienzo trayendo esto a mención porque Age of Ultron es finalmente ese film que nos prometieron hace 7 años. Si, The Avengers (2012) fue la primera instancia del grupo unido, pero es en su mayor parte una historia de origen que recién en su acto final se convierte en un film de los Vengadores per sé. Age of Ultron no necesita fundar el mito, es la primera película de los Avengers íntegramente, de comienzo a fin. Y, sin ser la mejor de la saga (personalmente, título disputado entre Iron Man 3 y Guardians of the Galaxy) queda bastante cerca de lograrlo.
Para Whedon, Age of Ultron es además su último film con Marvel Studios (por decisión propia), y esto es evidente. Whedon no pierde el tiempo y aprovecha cada segundo restante en la franquicia, subiendo la intensidad a 11 desde el segmento inicial con un ataque a un cuartel de Hydra a pura adrenalina. Whedon entendió desde que tomó el liderazgo del Universo Cinematográfico Marvel (MCU, del inglés) que el espíritu del género de superhéroes está en la diversión y libertad de soltar a sus hiperbólicos individuos y explotar su potencial narrativo y visual. Ya sin el peso de tener que organizar un mundo, Age of Ultron es una aventura hecha y derecha de los Avengers, lo que Whedon firmó para hacer desde un comienzo. Esto la hace más desprolija que su predecesora, ya que carece de la calculada estructura donde cada escena era parte de un camino hacia la formación del conjunto titular, pero también la hace más libre. El específico objetivo de la original ya no limita a Whedon, que puede jugar durante más de 2 horas con sus muñequitos favoritos. Las escenas de acción, que ocupan mucho más tiempo del metraje en comparación con el resto de los films del MCU, demuestran una vez más que Whedon comprende perfecto el espíritu lúdico de los superhéroes, y los mismos se (y nos) divierten mientras destruyen robots jugando entre sí. Thor y Capitan America juegan combinando sus armas para romper cosas con ingenio, Quicksilver y Hawkeye se boludean mutuamente durante todo el film, Stark siempre tiene el one-liner a mano, Hulk es… Hulk. Una enorme máquina verde de destrucción, tuvo que llegar Whedon, dos películas más tarde, para darse cuenta del potencial de gags que escondía el gigante iracundo. Cuantos menos límites, más espacio para la diversión, y ninguno tiene menos límites que el indestructible alter ego del Doctor Banner. Whedon juega también con el género, y nos engaña durante el film con numerosas predicciones de una muerte de Hawkeye que nunca ocurre. El personaje de Renner cumple con todos los clichés: exclama que jamás va a morir mientras le curan una herida, hace planes a futuro con su familia secreta, se sube a una nave salvavidas para bajarse a último momento, con notoria resignación, para salvar un niño olvidado. Whedon se divierte con las convenciones cinematográficas, aprovechando también su fama de asesino de personajes queribles para despistarnos.
Estas posibilidades lúdicas ya estaban presentes en el segmento final de The Avengers, pero Whedon todavía tenía cosas que probar. Primero, poder encontrar un antagonista a la altura de la situación. Con la excepción de Loki, y quizas alguno mas, los antagonistas del MCU tienden a carecer de desarrollo y complejidad. James Spader provee la voz de Ultron, una fascinante inteligencia artificial pero también emocional, heredero de la megalomanía de Stark, aterrado por la idea de morir, obsesionado en su objetivo autoimpuesto. La escena de su nacimiento y su charla con JARVIS lo dotan desde el comienzo de una fragilidad inmensa. Y sí, también es un robot duro que se multiplica ad infinitum. Pero Whedon encuentra en Ultron no solo un rival digno desde lo físico (eso se inventa fácil) sino el rival definitivo de los superhéroes como concepto. Ultron representa el único límite de los superhéroes, es su solución final. Stark lo crea por esas mismas razones, para no ser necesitado. Ultron es una amenaza desde su origen. Todo superhéroe posee una naturaleza conservadora: sólo pueden proteger el status quo ante amenazas inmediatas. Si estas desaparecen, se vuelven irrelevantes. El mundo los necesita únicamente como herramientas para un fin y la existencia de Ultron pone en evidencia esta realidad. Ultron se convierte en un rival formidable por error, pero era el rival perfecto de haber funcionado según su diseño.
Whedon tenía una segunda dificultad en manejar un elenco multitudinario que continúa expandiéndose. Joss supera esa dificultad y la convierte en una ventaja. Las interrelaciones entre los personajes y su evolución a lo largo de los films son gran parte del atractivo de los Avengers y Whedon sabe cómo armar escenas que exploren estas relaciones y al mismo tiempo cumplan una función para la trama. La fiesta en la Torre Stark, donde todos se divierten tratando de levantar el martillo de Thor, es una bienvenida distensión entre combates y un momento de desarrollo de las relaciones entre personajes, pero también sienta la bases para la escena en que el grupo acepta a Visión. Whedon sabe articular un relato tan bien como sabe construir un universo. La relación entre Black Widow y Banner toma una dimensión romántica en Age of Ultron, relación que ya nacía en las primeras escenas de The Avengers. A su vez, los orígenes de una relación entre Scarlet Witch (Elizabeth Olsen) y Vision (Paul Bettany) pueden avistarse en este film, sin ser abordados directamente pero insinuados para futuras aventuras. La rivalidad entre Capitán América y Iron Man, que terminará a los bifes el año próximo en Civil War, comienza a vislumbrarse en Age of Ultron, pero no como mero adelanto del próximo film, sino dentro de la lógica del conflicto presente. Sí, Whedon juega con sus personajes al momento de la acción, pero no por eso deja de humanizarlos. Sus héroes dudan de sus habilidades, transpiran y se cansan, sufren y también mueren. En una misma secuencia, Whedon puede pasar del chiste autoconsciente (“La ciudad vuela, peleamos robots y yo tengo un arco y flecha. Nada tiene sentido”) al dramatismo y volver sin que ninguno de los registros pierda efecto.
Hay quienes se ven abrumados por la libertad y tamaño de Age of Ultron y, desensibilizados por otros estrenos de similar envergadura pero menor calidad, la ven como una obra insignificante, un ejemplo más del “mainstream” que usan como peyorativo, atrasando décadas. Pero en su ambición por adaptar al cine la lógica del cómic, otro arte considerado “menor” por individuos desactualizados, y establecer un universo de films independientes pero interrelacionados, que no es lo mismo que secuelas, Marvel y Whedon han creado una de las obras más vivas, libres y entretenidas salidas de Hollywood. Mainstream, sí, en el mejor sentido, el que sólo existe cuando un verdadero artista logra colarse en el medio de la maquinaria industrial y mover varias palancas.