Festival de Cannes 2015. Día 2.

Por Fernando E. Juan Lima

La película de apertura de una edición de la Quincena de los realizadores que promete volver por la buena senda luego de unos últimos años bastante decepcionantes fue L’ombre des femmes, de Philippe Garrel. Esta nueva película del director de Les amants réguliers y La jalousie (por citar las últimas que nos deslumbraron en sendos festivales de Mar del Plata), en un blanco y negro que aprovecha todo el ancho de la pantalla, es quizás la más juguetona y  hasta luminosa de las obras que de él hemos visto. Pierre y Manon son una pareja que se dedica a hacer documentales (vemos que están filmando uno sobre un pretendido héroe de la Resistencia), pero como sucede en el cine que dice no ser de ficción, nada es lo que parece. Iremos viendo cómo ambos tienen una  relación paralela, más la reacción de uno y otro al ser descubiertos será muy distinta. Con una voz en off que se hace fuerte en los lugares comunes de la visión masculina y femenina del universo (él dijo, ella dijo), la construcción ficcional del amor se sobrepone al sino melodramático de Pierre, en una deriva que dialoga claramente con el cine de Truffaut. Para completar la fiesta, esta película se proyectó precedida de un corto inédito de 1968 del mismo  director (Actua 1).

Menos dichosa ha sido la apertura de la sección Un certain regard, con la proyección de An, de Naomi Kawase. Es cierto que la última realización de la directora de la impar Shara es bastante más lograda que las dos obras anteriores que pasaron por este festival (Hanezu, en 2011, y Still the water, en 2014). An es una pasta dulce a base de un tipo particular de porotos, que constituye el relleno de una especie de panqueques que parecen ser un popular postre japonés. Tal como ese tradicional dulce, esta nueva reflexión sobre los orígenes familiares y atávicos resulta un poco empalagosa, al punto de trazar un punto de  contacto entre los últimos films de Kawase y los de Kore-eda. Lo que en este apunta más al ternurismo en Kawase derrapa cada vez mas hacia el New-age. Así y todo, la relación que traban el encargado del local de venta de ese postre y la señora de más de 70 años que comienza a trabajar con él, haciendo el «an» del título, posee momentos de genuina emoción. Mejor no abundar en la historia de vida de cada uno de ellos (un poco para no emitir algún tipo de spoiler, otro poco para no seguir  tirando abajo esta película de una directora que queremos).

También en Un certain regard, Radu Muntean (Aquel martes después de navidad) presentó One floor below. Ahora el territorio de la intriga en la que el director deposita una carga de profundidad no es estrictamente el de la pareja sino el de la familia y las relaciones de vecindad. El protagonista (un hombre en sus cuarentas, casado y con un hijo adolescente) escucha la disputa de los vecinos del piso de abajo de aquel en que vive. El hecho de que luego una joven vecina aparezca allí muerta y la convivencia en el mismo edificio con el muchacho que el vio salir de ese departamento contamina poco a poco el clima de la película, que de la observación de la deriva familiar va transformándose en una pesadilla que no sabemos si tiene que ver con la paranoia o con el policial. Hasta ahora, posiblemente lo mejor que hemos visto.

Lo mejor que hemos visto en el Festival. Porque nos escapamos al Mercado a ver Tag, la última genial demencia de Sion Sono. Tres vidas paralelas de un mismo personaje, una adolescente (o una joven) que habita en un mundo de mujeres (el primer hombre aparece a la hora de película) en el que todas menos ella termina muriendo de manera violenta. La escena inicial en la que el viento literalmente corta al medio a dos colectivos llenos de colegialas remite a aquella inolvidable escena del subte en Suicide Club, así como el rol de los maestros recuerda la festiva Lessons of the evil, de Takashi Miike. ¿Por qué Kore-eda o Kawase son elegidos para las secciones principales del festival y vemos la última película de Sion Sono en una pequeña sala del Mercado? Estas son las decisiones de política de programación que desnudan la cortedad de miras y la confusión estética de quienes no parecen aceptar el goce ilimitado que propone el director de Guilty of romance (por citar la que quizás es su película más perfecta, más allá de que adoremos la más desprolija Why don’t you play in hell).

Para el final, algo de Cannes Classics, que este año multiplica citas ineludibles, de Welles a King Hu. Terminamos con The round-up, de Miklós Jancsó. Será hasta mañana.

 

Publicado el 14/05/15

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