Por Fernando E. Juan Lima
En principio ya hemos visto todo las películas respecto de las cuales teníamos más expectativas. Por esas cosas de la programación, la única proyección de Yakuza apocalypse y el film de Manoel de Oliveira Visita ou memorias e confissoes coincidían. A esta altura del festival necesitábamos un momento Miike, pero -como no podía ser de otra manera- hoy hay muchos huecos y podremos ver menos películas (ley de Murphy: o hay que elegir y perder alguna interesante porque hay dos o tres que se superponen, o no hay ninguna).
En realidad, todavía algo quedaba. En minoría habíamos defendido Un profeta y De rouille et d’os. Dheepan ha sido recibida muy fríamente (o incluso ha sido atacada) por gran parte de la crítica. Lejos de desanimarnos, eso nos genera un poco más de esperanza. Así que de ese modo comienza el día, «recuperando» la película de Jacques Audiard ya que en el día de ayer eso de levantarse a las 7:15 de la mañana fue una misión imposible (como hoy, de hecho). La película tiene unos cuanto puntos de interés. El juego con las elipsis y la iluminación y los encuadres que reflejan lo que están viviendo los personajes es una constante en este realizador. También las historias planteadas desde los bordes, más allá de las fronteras de las convenciones, atravesadas por los sentimientos de los protagonistas (recordemos, además de las nombradas, a Lee mis labios y El latido de mi corazón). La historia aparece en principio bastante forzada en la manera de presentarse (otro rasgo del director): del escape de Sri Lanka y su guerra civil por parte de una familia conformada al efecto (hombre, mujer y niña que no se conocen pero aprovechan los documentos de otras personas para escapar) a la llegada a Francia y el encuentro con una realidad inesperada. De hecho, la mujer al subir al avión que la sacará de su país cree estar yendo a Londres. La llegada a Francia sin conocer nada del idioma y la cultura se parece bastante a la irrupción en otro planeta, y esa sensación de exposición absoluta de incomprensión profunda está muy bien lograda desde los encuadres inhabituales y cierto aire brumoso que nos conecta con esa sensación. Lejos estamos de compartir alguna lectura política que le endilga al film cierta condescendencia hacia el tercer mundo o la idea de pintar a Londres como un lugar ideal. Ese es El Dorado que persigue la compañera de Dheepan, pero nada desmiente que la situación podría ser tan difícil y violenta como lo es en Francia. En ese sentido, más allá de que pueda descolocar la vuelta de tuerca á la Duro de matar, eso tiene que ver con pagar el dereho de piso, que incluso en los países desarrollados, es bien alto.
La función programada de Hitchcock/Truffaut de Kent Jones, presentada en Cannes Classics, fue la única de esa sección en la que muchísima gente se quedó fuera de la sala (las películas de Welles, Mizoguchi, Janczó o King Hu se proyectaron con alrededor de la mitad de las butacas vacías). Así que se agregó una función a último momento, y seguramente por falta de difusión, esta vez se cumplió la regla de salas apenas pobladas en esta sección. Se trata de un documental formalmente plano: entrevistas a directores que hablan sobre Hitchcock (de Scorsese a Wes Anderson, pasando por Kiyoshi Kurosawa), imágenes de películas de Hitch (más algunas de las de Truffaut) y el audio de la famosa serie de entrevistas que dio lugar al indispensable libro que las inmortalizó. Bueno, con ese material, sin necesidad de sumar demasiado más (el documental no lo hace) ya tenemos más que suficiente, ¿no?
Una sección paralela algo menos conocida del Festival de Cannes es la organizada por la ACID (la asociación para la difusión del cine independiente). Alli vemos Cosmodrama, de Philippe Fernandez. Siete personas se despiertan de la criogénesis en una nave espacial. No saben cómo ni por qué están ahí. De hecho difícilmente pueda identificárselos como astronautas: todos tienen la apariencia de oficinistas de la década del 70 del siglo pasado. La «moderna» nave espacial también responde a esa estética: todo parece hecho o revestido en acrílico o baquelita, los colores predominantes son el naranja y una especie de cremita, la maquinaria incluye gruesos videos estilo betamax, y así. La ignorancia en cuanto a la razón de su presencia allí lleva a los personajes a preguntarse acerca del origen de la vida y el universo. El humor de diseño y el sinsentido divierten un rato, pero las casi dos horas de la película terminan siendo demasiado.
En Un certain regard también recuperamos la otra película de la India seleccionada además de Masaan, The fourth direction, de Gurvinder Singh. El buen clima del inicio, especie de Historia del miedo en torno a la situación que se vivía en Pendjab en la década del 80 se estira hasta lo indecible y nos hace sufrir cuando ocupa gran parte del metraje intentando generar suspenso en torno a cómo y cuando se matará a un perro. Eso no se hace. De todos modos, este film es mucho más sólido y respetuoso de la identidad local que el antes referido (más allá de que se trate, nuevamente, de una coproducción con Francia).
Publicada el 23/05/15