Essential Killing (Leonardo D’Espósito)

Essential Killing

Polonia/Noruega/Irlanda/Hungría, 2010, 83’, dirigida por Jerzy Skolimowsky, con Vincent Gallo, Emmanuelle Seigner, David L. Price, Stig Frode Henriksen, Nicolai Cleve Broch.

 

A favor

 

Hubo quien permaneció indiferente a esta película, incluso quienes sólo la vieron como un ejercicio de estilo. Sin embargo, resultó uno de los mejores films del Festival y sus premios son justos (bueno, quizás no tanto el de Vincent Gallo, pero gustos son gustos). La historia es muy simple: un hombre perseguido en el desierto de Afganistán o Irak, mata a tres soldados americanos (es claro que intenta sobrevivir, nunca sabemos por qué se lo persigue). Es capturado, torturado y llevado a algún lugar de Europa. Un accidente le da la oportunidad de escapar y lo hace: lo espera un bosque nevado y frío extremo, mientras los soldados tratan de cazarlo. El hombre –nunca tiene nombre– mata para sobrevivir, el relato deja de lado todo contexto social o político y lo que vemos es el progresivo envilecimiento del personaje, forzado a cosas terribles con tal de mantenerse con vida. Es, en ese punto, un film de aventuras completamente abstracto, cuyo suspenso proviene de su propia lógica, que no traiciona nunca. Lo que hace Skolimowsky con las armas del mejor cine es colocarnos sin miramientos en el punto de vista del personaje, lo que decididamente hace bascular nuestra propia moral. ¿Qué haríamos en esa situación, aislados y perseguidos, heridos y hambrientos, en un lugar que desconocemos, cruzándonos con personas que no comprenden nuestra lengua y a quienes no comprendemos? Lo interesante del punto de partida no es su condena a la política exterior estadounidense (porque tampoco es su sentido) sino hacer completamente comprensible la situación del personaje. Incluso justifica –narrativamente, sí, pero ¿acaso un relato no suele usarse para justificar también ideológicamente?– el accionar del hombre. Al final, recibe un acto de piedad y queda en paz, aunque no se redime necesariamente. Lo interesante es que el director filma de modo tal que el que justifica las acciones es el personaje y no el realizador. Siempre tenemos, como espectadores, la posibilidad de elegir, pero el espectáculo es tan fascinante –y en esto la película es una notable reflexión sobre el poder del cine– que terminamos nosotros mismos apiadados por esa bestia salvaje en la que, hoy, cualquiera puede convertirse. LMDE

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