El Olimpo Vacío

Argentina/2013/102´

DIRECCIÓN Y PRODUCCIÓN
Carolina Azzi y Pablo Racioppi

FOTOGRAFÍA
Pablo Racioppi

EDICIÓN
Carolina Azzi, Mercedes Dentone, Miguel Gonzáles

INTÉRPRETES
Juan José Sebreli, Beatriz Sarlo, Antonio Cafiero, Victor Hugo Morales, Osvaldo Bayer, Fernando Savater,

Tres cuestiones sobre El Olimpo Vacío
Por Hernán Schell

 

  1. El olimpo vacío se anuncia a sí mismo como “un documental sobre Juan José Sebreli”. Cuando una película empieza de ese modo puede temerse lo peor: un film académico y serio que retrate convencionalmente la vida y obra del ensayista. Sin embargo el largometraje va a ir por un lado completamente distinto. El Olimpo Vacío no es un film solemne, de hecho tiene varios momentos de humor: a veces este sale del material de archivo que maneja la película (los momentos de propaganda peronista, las decenas de fotos que muestran al Che Guevara convertido en una imagen capitalista), a veces de las declaraciones de algunas de las personas (la insólita frase homofóbica de Cafiero, el ninguneo elegante de Sebreli a Horacio González). Incluso la propia música que aparece al principio (una melodía agradable que acompaña el caminar de Sebreli en su presentación) parece hecha para desligar a la película de cualquier tipo de impostación. Por otro lado El olimpo vacío es menos un documental sobre la vida y trayectoria de este ensayista que sobre algunas de sus posiciones como pensador. Acá vemos a Sebreli reflexionar sobre ídolos populares, sobre lo que considera los “delirios de unanimidad”, sobre su posición como intelectual, sobre momentos específicos de su vida como sus vivencias durante la época de la guerra de Malvinas y el Mundial 78. Pero principalmente vemos el análisis de una persona que va en búsqueda de una verdad sin importar cuánto deba oponerse a una mayoría aunque deba pagar el costo de la soledad. En la película se hace hincapié sobre esta batalla desigual que libra Sebreli contra aquello que está popularmente legitimado, de ahí que una de las primeras imágenes de la película sea mostrarlo al hombre superponiendo su cara y su cuerpo a diferentes afiches del Che Guevara, Gardel,  Eva Perón y Maradona. Ese cuerpo pequeño confronta con personajes inmortalizados en afiches, adorados por millones de personas como si fuesen referentes de esa abstracción llamada “argentinidad”, confrontación que Sebreli va a dar en la película valiéndose de sus conocimientos sobre historia, de su documentación y de sus concepciones éticas y políticas. Uno de los méritos de la película va a ser mostrar esta lucha no como una batalla épica sino como una elegante resistencia intelectual, hecha no por un héroe poderoso sino por un tipo sumamente inteligente y paciente al que su afán por seguir sus propios criterios le termina dando una dignidad enorme que no se ostenta sino que se va deduciendo progresivamente a partir de lo que postula. Hay una insistencia incluso de la propia película en mostrarlo a Sebreli en su cotidianeidad: perdiendo objetos personales (algo que aparentemente le pasa seguido) en su habitación de hotel, charlando con los amigos de sus gustos literarios y a los directores contando anécdotas de su niñez. Sebreli es quizás el primero al que la película trata de sacar de un pedestal para ponerlo en el lugar de un tipo que simplemente resiste desde un pensamiento individual y el sentido común.

  1. En uno de los momentos de la película –más específicamente en la sección dedicada a Carlos Gardel– se muestra una foto de Perón participando del golpe de 1930. Es un recurso interesante no sólo por la mostración de esa foto muy poco conocida y claramente histórica (uno de los grandes méritos de esta película es la enorme cantidad de material de archivo raro que se encontró) sino porque inmediatamente nos recuerda que en unos minutos el próximo objetivo a pensar de Sebreli es el propio peronismo. En otro de los casos se muestra a los 50 minutos de la película a Sebreli hablando de los mitos populares y se expone una transmisión de un partido de argentina con Maradona como técnico y en la propaganda un slogan con una foto de Evita, algo que justamente anticipa la posición final del film de relacionar esas leyendas populares con su utilización política. Estas formas de anticipación de un discurso para crear expectativa en el espectador suceden seguido en El olimpo vacío hablan de un documental que busca una dinámica ágil en su relación con el público.

Justamente relacionado con este dinamismo y ya hablando de la estructura total del film puede decirse que uno de los atractivos de El olimpo vacío es cómo va construyendo su metraje para convertirse progresivamente de una película amable en una con final desesperado y catártico en el que la voz en off de una propaganda chauvinista de Quilmes sirve para ilustrar imágenes del pasado y del presente. Para esto, El olimpo vacío se construye sobre una estructura partida en tres, siendo la primera la parte más extensa y la tercera la más breve pero contundente. La primera parte comprende mayormente el análisis de Sebreli sobre cuatro ídolos populares a los que el pensador cuestiona. De Gardel, por ejemplo, Sebreli pone en duda su figura como cantante que refleje lo nacional y los movimientos populares; de Eva Perón, su figura como creadora del voto femenino; del Che Guevara, la idea de ponerlo del lado de un progresista antimilitar y de Maradona su supuesta rebeldía frente al sistema. La película va avanzando mientras Sebreli muestra preocupación hacia la necesidad de abrazar estos personajes como ídolos sociales, como una suerte de semidioses a los que se suele de conceptualizar así por una serie de malentendidos sobre su persona.

La segunda parte de la película consiste en mostrar que el propio gobierno Nacional de Cristina Fernández de Kirchner mandó a una feria de editores de Frankfurt –y teóricamente por orden de la propia presidente– a las cuatro figuras que Sebreli cuestiona porque las mismas reflejan “al ser argentino”. La decisión se vuelve particularmente absurda no tanto teniendo en cuenta todo lo que Sebreli dijo antes de estos personajes, sino que esa feria estaba hecha para que el país promocionara a sus nuevos autores literarios.  O sea, acá se ve al propio Estado incentivando esta idea de hacer una mística de los grandes ídolos al punto tal de ponerlos como supuestos reflejos de una supuesta argentinidad en los lugares más inadecuados. La tercera parte es un relato de Sebreli sobre los mundiales del 78 y la guerra de Malvinas, dos momentos en los que el chauvinismo y la explotación del mito de la argentinidad dio como resultado una ceguera social aberrante. Luego de esto, la película cierra con el mencionado clip de la propaganda de Quilmes que muestra cómo esta ceguera está resurgiendo como un caldo de cultivo para una nueva tragedia y en el que está se encuentra el germen de uno de los peores miedos posibles: el de una sociedad que se ha entregado a una mística absurda de “la patria” en el que sus ídolos populares son aceptados como un valor de la argentinidad y la argentinidad como un valor de orgullo superior. Justamente parte de la tensión que termina generando El olimpo vacío hacia el final reside en cómo la película va acercándose más a hechos del presente. Desde este lugar, una de las mayores originalidades de El olimpo vacío reside en la manera en la que progresivamente se va a acercando a tiempos actuales. Por eso es importante también que el orden de la exposición de los ídolos a cuestionar sea cronológico. O sea, que la película que empieza hablándonos de Gardel y la década del 30 poco a poco nos vaya llevando a ídolos más cercanos en el tiempo como Maradona. Cuando El olimpo vacío termina uno se va dando cuenta de que el verdadero centro de atención es la actualidad, y que lo que más le interesa de los ídolos populares no es quiénes fueron sino cómo se los está leyendo erróneamente ahora, lo que esto puede significar y cómo puede ser aprovechado políticamente. Ahí es cuando uno entiende también porque la película está menos interesada en mostrar un resumen de la vida de Sebreli que en pensar sus ideas actuales. En el fondo, todo el gigantesco trabajo de archivo de esta película no tiene otro objetivo que terminar pensando este tiempo.

 

  1. En la década del cincuenta Jean-Luc Godard se preguntaba cómo era posible que a tan pocos cineastas franceses les interesara filmar el tiempo social y político que los rodeaba. Hoy en día podríamos preguntarnos algo similar de un cine argentino mayormente encerrado en producciones independientes sobre personajes apáticos o experimentos formales, o en un cine industrial que intenta readaptar (con mayor o menor éxito) géneros americanos como comedias románticas o películas policiales, o en algunos casos muy específicos películas cuyo valor político es seguir el discurso oficialista. Estamos atravesando un momento muy encendido políticamente, con una cantidad impresionante de situaciones políticas bizarras que pueden ser caldo de cultivo para todo tipo de largometrajes. Por ejemplo hace apenas unos días atrás se estaba dando en la televisión pública (sobre todo en el entretiempo de Fútbol para Todos) y en canales de youtube un clip que encontraba una serie de artistas nacionales rindiéndole homenaje a Néstor Kirchner, la publicidad –una copia estéticamente horrible de un clip de Obama que se exhibía en plena veda electoral– era un culto a un muerto y al fanatismo que supuestamente despertaba en el pueblo. El clip era también una forma de hablarle a un grupo muy reducido de votantes fanáticos a los que todavía se les puede vender esta figura de un político muerto al que el Estado trata diariamente de convertirlo en prócer. Si El olimpo vacío puede considerarse una película antikirchnerista es porque sabe que uno de los factores que más duelen a un gobierno como este es el cuestionamiento de los ídolos populares y la posibilidad de creer que los mismos pueden imponerse desde el poder. También porque es una película que frente a un gobierno que exalta lo “nacional y popular” decide reivindicar la figura de un tipo de carne y hueso que en soledad se rebela contra un delirio mayoritario, pero además de todo porque al no combatir al gobierno directamente como fenómeno si no verlo como un oleaje más en discurso que se mantuvo históricamente durante tanto tiempo, le quita al kirchnerismo su propio valor de excepcionalidad. Para El olimpo vacío el momento de euforia que están viviendo muchos argentino no es algo que no se haya visto antes, no es producto de un supuesto estadista excepcional que vivió hasta hace tres años y su mitificación por parte del gobierno no es un ejercicio que históricamente no se haya repetido. Todo este circo triste es meramente un retorno a un mismo error, a un mismo delirio y a una misma práctica. La crítica al kirchnerismo se siente desde un primer instante en esta película, pero su mayor ataque no es un dardo directo sino su mención lateral como un signo trágico de tiempos ya vividos. Así es como una de las mayores osadías políticas de El olimpo vacío es volver al kirchnerismo un síntoma de una enfermedad que a esta sociedad le toca padecer cada tanto y sobre la cual no sabemos si hay cura. Al menos nos consuela el hecho de que exista un doctor que tiene la capacidad de diagnosticar el padecimiento y que de vez en cuando pierde sus cosas en una habitación de hotel.

Nota del número 256
http://revista.elamante.com/numero/256/

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