Ciudadano Piria

Por Emiliano Andrés Cappiello

Ciudadano Piria, en su material, tiene lo necesario para ser un gran documental. Un personaje histórico, el uruguayo Francisco Piria, tan excéntrico como misterioso y con una vida rica en quilombos. En manos de un documentalista capaz de organizar la información para armar una narrativa audiovisual, el resultado podría haber sido positivo. Pero Ciudadano Piria falla en su construcción y los únicos fragmentos atractivos son breves y espaciados entre sí, cuando el contenido logra sobreponerse a la pésima forma. Por empezar, uno de sus grandes problemas proviene desde lo técnico. Filmada con tecnología bastante precaria, la mitad de las imágenes parecen tomadas por la cámara de un celular, y el sonido claramente directo tomado desde la cámara misma no ayuda. Esto se vuelve todavía peor por los encuadres que su realizador elige, en constantes primerísimos primeros planos inentendibles. La narración, organizada cronológicamente, corta súbitamente a todos los entrevistados en medio de sus explicaciones, como un niño que recién ha descubierto el software de edición con extremo entusiasmo. Mal filmadas, éstas al menos poseen relación con el relato, a diferencia de los numerosos planos inconexos que surgen cada tanto. En un momento, el narrador de turno nos habla de la visión comercial de Piria. En pantalla vemos un local moderno que ha tomado su nombre. La cámara baja hacia un cartel de “Sonria, lo estamos filmando”, sobre el que se posa durante varios segundos. ¿Que tendra que ver esto con algo? se pregunta uno, perplejo. La respuesta es nada. Otro ejemplo: se habla sobre las construcciones que Piria realizó. La pantalla nos muestra unas excavadoras modernas trabajando en lo que puede ser cualquier calle de cualquier ciudad contemporánea. Sin haberlo cronometrado, puedo asegurar que el plano se acerca al minuto, si no lo excede. Podría seguir enumerando, pero el punto ya es claro. El film no posee ninguna idea desde la imagen, más allá de apuntar la cámara y esperar que algún objeto haya quedado dentro del campo visual. De esta forma no hay espectador que aguante, por más interesante que sea la historia que el documental intenta contar. Lo que es una gran lástima, porque la historia de Francisco Piria definitivamente lo es.

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