Cannibalismos 2019 – Día 2

Por Jaime Pena
Cannes 15/05/2019

Le daim (Quentin Dupieux) Quincena de los Realizadores – Inauguración
La femme de mon frère (Monia Chokri) Un Certain Regard – Inauguración
Litigante (Franco Lolli) Semana de la Crítica – Inauguración
Les misérables (Ladj Ly) – Competición
Bacurau (Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles) – Competición

En la actual configuración de Cannes, iniciada el año pasado, la inauguración del festival es poco más que un prólogo. El primer día, efectivo a todos los niveles, es el segundo, en el que se suceden las inauguraciones del resto de las secciones. En cierto modo, las de la Quincena de los Realizadores y Un Certain Regard parecen concebidas en la misma línea de The Dead Don’t Die y consagradas a la comedia. Le daim, de Quentin Dupieux, es también una comedia absurda, la historia de un hombre que lo abandona todo por una cazadora de piel de ciervo, al tiempo que va filmando sus peripecias que, poco a poco, van derivando a la violencia. Protagonizada por Jean Dujardin y Adèle Haenel, esta película dirigida, escrita, fotografiada y montada por Dupieux se sostiene a partir de una única idea, de esas que normalmente no dan más que para un corto, pero, precisamente, la principal virtud de Le daim es su persistencia, el querer llevar su anécdota hasta sus últimas consecuencias y hacia unos escenarios montañosos que la emparentan con el western.

 

La ligereza y brevedad de la película de Dupiex está ausente por completo de La femme de mon frère, película inaugural de UCR y primera obra de Monia Chokri, actriz en alguna película de Xavier Dolan. Hay mucho de Dolan en esta historia de la difícil convivencia entre dos hermanos, sus peores tics, particularmente, esos personajes al borde de la histeria y su deseo de epatar constantemente con sus cambios de planos y de tono, un formalismo que se quiere moderno y que remite a ciertas formas coyunturales del cine de los sesenta y que, en última instancia, termina por ahogar la propia historia.

 

Por el contrario, Litigante, la película colombiana de Franco Lolli que inauguró la Semana de la Crítica no es una comedia ni lo pretende; tampoco tiene ningún atributo que la haga llamar la atención más allá de que se trata de una buena película. Una buena película que, aunque ambientada en Colombia, tiene ya algo de producto internacional que podría suceder en muchos otros lugares. No lo digo tanto por la coproducción francesa, intuyo que mayoritaria, sino por su propia construcción, que parece la una película rumana: un arco temporal definido, en este caso los últimos meses de vida de la madre de la protagonista; un conflicto judicial que implica también un debate moral; y una historia de amor que quiere asomar entre los resquicios que le dejan los problemas familiares y profesionales. Y dada la fórmula, ya desde un primer momento sabemos que estas subtramas pueden quedar en suspenso, sin resolverse dramáticamente.

 

Fuera de todo este rosario de inauguraciones, cuyas películas pocas veces anticipan nada sobre el propio festival y sus distintas secciones, se puede decir que la competición arrancó con la producción francesa Les misérables, primera película de Ladj Ly, que no está inspirada en la obra de Victor Hugo, aunque la cite y esté ambientada en el suburbio parisino de Montfermeil, donde Hugo escribió su novela. El sentimiento de urgencia de la película de Ly queda de manifiesto ya en sus primeras imágenes, con la celebración en las calles parisinas de la victoria de Francia en el último Mundial de fútbol, con todas personas de muy distintos orígenes (magrebíes, subsaharianos) entonando todos juntos La Marsellesa. Vuelta a los suburbios, Ly desarrolla su historia en unos días del verano de 2018, cuando tres policías patrullan las calles intentando mediar entre los distintos poderes del barrio: el grupúsculo islamista, la pequeña mafia local, unos gitanos que llegan a instalar su circo y a los que les roban un cachorro de león… Uno de los personajes es un adolescente que se sirve de un dron para espiar a sus amigas hasta que, de repente, capta con su cámara un caso de violencia policial. El dron se convierte en algo así como la metáfora de la propia puesta en escena y en una alegoría de la mirada de Ly, con su vocación totalizadora que pretende combinar con las historias individuales.

 

Claramente inspirada por títulos como La haine (la pistola de aquella es ahora una tarjeta de memoria) o L627 (el día a día de una patrulla policial), Les misérables trasluce una molesta rutina (la música, ciertos excesos dramáticos que no son más que muletas del propio guión) que se altera por completo en los quince minutos finales, los de la revolución de los adolescentes, rebelándose en una especie de Intifada o nueva Comuna contra todos los poderes que los sojuzgan, los policiales, pero también los que rigen la vida cotidiana del barrio. La fuerza de estas imágenes, la contundencia de su respuesta, que Ly sabe dejar en el momento oportuno para que su discurso no se decante a un lado u otro, nos hablan de otra película, una que quizás su autor descubrió demasiado tarde.

 

En 2016 una de las grandes sorpresas del festival fue Aquarius, de Kleber Mendonça Filho. En 2019 vuelve con su nueva película, Bacurau, codirigida con Julio Dornelles. No arriesgo demasiado si afirmo que, de no contar con el antecedente de Aquarius, Bacurau nunca hubiese estado en Cannes, un festival con normas no escritas pero tácitas que apuesta por los nombres consagrados y que muy pocas veces se arriesga. Hace tres años Cannes apostó por Mendonça Filho y ahora ya tenemos a otro de esos nombres que se pueden convertir en habituales… aunque sus nuevas películas no estén a la altura. Es lo que sucede con Bucarau, una película que cuenta ya con producción francesa (SBS), algo que sin duda ayuda a la hora de llegar hasta Cannes. Extraña mezcla entre ciencia ficción y alegoría política, que incluye un ovni, como en The Dead Don’t Die (y no es el único elemento en común entre ambas películas), Bucarau parece derivar antes de un proceso de búsqueda que de un proyecto perfectamente diseñado desde el principio. Algo así como ese cine de autor de los setenta en el que los cineastas se lanzaban a aventuras de incierto resultado (The Last Movie, La Vallée, Der Leone Have Sept Cabeças), solo que a Bucarau le falta ese grado de locura. En realidad, lo que nos preguntamos muchos es qué pretendían Mendonça Filho y Dornelles con esta película que ni funciona como película de aventuras ni su mensaje político queda muy claro.

 

 

 

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