Por Jaime Pena
En 2012 Michel Franco ganó con su segundo largometraje, Después de Lucía, el premio a la mejor película de Un Certain Regard. Aquel jurado estaba presidido por Tim Roth, que ahora protagoniza Chronic, el tercer largometraje de Franco y el primero que rueda en inglés (y en California), como tantos otros de los que compiten en la sección oficial: una estrella y el inglés constituyen un plus que promociona las películas a las principales secciones. Otra cuestión es la calidad, que no es tan fácil de implementar. Ni la sordidez, que no se desprende simplemente con pasar al Norte. El cine de Franco es sórdido por naturaleza, en México o en Estados Unidos, porque lo son sus personajes y lo es su estilo, concebido para sacar lo peor de aquellos. Como un sosias de Haneke, Franco nos presenta a un enfermero (Roth) que realiza cuidados a domicilio, normalmente a pacientes con problemas de movilidad, con los que busca la manera de empatizar a toda costa. La puesta en escena confunde el rigor con la ausencia de riesgos, sosteniéndose sobre la repetición y la acumulación. Franco, que confía todo a su propio dispositivo y a su catálogo de personajes, entiende que una película no puede terminar con un final abierto y nos reserva un golpe de efecto para el último minuto (perdón por el spoiler, pero la película no se puede valorar sin aludir a este final: es lo que mejor define a Franco).
Justin Kurzel es otro que ha promocionado gracias a que su primera película, Snowtown, ganó uno de los premios de la Semana de la Crítica de 2011. Macbeth, su segundo largometraje, producido por los Weinstein y protagonizado por Michael Fassbender y Marion Cotillard, fue la última película presentada en el concurso de Cannes 2015, también uno de los puntos más bajos de este. La enésima y aparatosa adaptación de Shakespeare respeta el texto de la obra teatral, incluso el recitado en verso, pero es incapaz de integrarlo con los personajes. La imagen, altamente estilizada en postproducción, va por un lado y los diálogos por otro, como si aquella fuese una mera ilustración de estos, reducidos a meras voces en off. Eso sí, los paisajes escoceses son impresionantes, pero su tratamiento digital los convierte en puro artificio.
Un padre le lee a su hijos historias sobre Robin Hood, por lo que parece su héroe particular. El subtexto de The Treasure, de Corneliu Porumboiu (Un Certain Regard), es esta lectura del clásico de aventuras, del ladrón que robaba a los ricos para repartir el botín entre los pobres. Dejando a un lado The Second Game, creo que The Treasure es la primera incursión de Porumboiu en el digital. No le vamos a echar la culpa de que esta película no esté a la altura de otras suyas al soporte de filmación, pero lo cierto es que The Treasure carece de la profundidad de, por ejemplo, Politist, Adjectiv, tanto a un nivel narrativo (sus digresiones no llegan a enterrar la trama principal), como a nivel de imagen, como si Porumboiu aún no se hubiese adaptado a las texturas del digital y creo que la diferencia con respecto a Cae la noche en Bucarest en la utilización del scope lo evidencia de forma muy clara. Aún así, su característico humor está muy presente (el gag con el sonar del detector de metales es brillante), también su cariño por unos personajes que son cualquier cosa excepto un dechado de virtudes. Y el final es digno del mejor Kaurismaki.
También en Un Certain Regard, Roberto Minervini prosigue con su retrato de las clases marginales del sur de Estados Unidos en The Other Side, tema que ya había desarrollado en películas anteriores como Low Tide o Stop the Pounding Heart, exhibida en su momento en las sesiones especiales de Cannes 2013, combinando en todas ellas el registro documental con la ficción. The Other Side, rodada entre Louisiana y Texas, retrata en primer lugar a Mark y Lisa, drogadictos que viven en una caravana; después a una comunidad de extrema derecha, aficionados a las armas de gran calibre que se entretienen disparando a un busto de Barack Obama. Como ya ocurría en las películas previas de Minervini, el trabajo fotográfico de Diego Romero Suárez-Llanos es extraordinario: los característicos colores de la vegetación y la tierra o la luz crepuscular expresan tanto sobre este mundo abandonado (y en el caso de los antiguos combatientes, realmente amenazador) como los propios personajes, conformando un todo que parece indisoluble.
En uno de los programas de cortometrajes de la Quincena se pudo ver el último trabajo de Peter Tscherkassky, The Exquisite Corpus. Obviamente el título alude a la práctica surrealista de los cadáveres exquisitos, lo que bien pensado constituye también una muy apropiada definición del cine de Tscherkassky y del found-footage en general. El cineasta austriaco parte de una anónima película nudista británica para, a los pocos minutos, comenzar con su festival de optical-printer, dividiendo la pantalla y superponiendo capas de distintas películas, en su mayoría imágenes apropiadas de películas porno, lo que le permite a Tscherkassky centrarse en el cuerpo humano. Inmediatamente viene a la cabeza el infructuoso intento de Gaspar Noé de darle una dimensión sentimental al cine porno. Si Noé fuese menos pretencioso y se molestase en ver The Exquisite Corpus reconocería que no es preciso redimir la imagen pornográfica, basta con darle el tratamiento adecuado.
Algunas de las imágenes de Tscherkassky, en especial sus sobreimpresiones y ciertos “parpadeos” o “aleteos” con los que ya había experimentado en Coming Attractions, nos llevan de nuevo a The Assassin. En particular a una escena en la que Tian Ji’an y su esposa están en una habitación rodeada por velos transparentes que, aleatoriamente, cubren el encuadre, parcial o totalmente, para abrirse de nuevo por causa de las corrientes de aire y, entonces, revelarnos de nuevo a la pareja en toda su intensidad lumínica y cromática. Los velos reflejan las llamas de las antorchas y velas, creando una nueva capa de imagen que, en esencia, parece una sobreimpresión (quizás lo sea: una creación digital) con la que Hou Hsiao-hsien parece jugar caprichosamente. Por cierto, vista una segunda vez The Assassin es mucho menos confusa de lo que parecía la primera vez. No tengo claro tampoco que esa confusión no venga derivada de nuestras diferencias culturales, pues Hou no hace ninguna concesión al espectador occidental. Como sea, en un mundo ideal The Assassin sería la más firme candidata a la Palma de Oro. Tampoco pasaría nada si ganase Carol. O Mia Madre. O Son of Saul. O Montains May Depart. Pero nada más, hasta ahí podríamos tolerar. Hay bastante donde elegir, así que confiemos en que el jurado no se decante por la vieja Youth.
Publicada el 23/05/15