Cannes 2014. Día 10.

Sils María de Olivier Assayas. Assayas es otro miembro del elenco estable (o casi) del Festival de Cannes. Pasó por la competencia por la Palma de Oro con Los  destinos sentimentales (2000), Demonlover (2002), Clean (2003, premio para Maggie Gheung) y Boarding gate (2007). Y recuerdo sólo la sección oficial  en competencia, si no habría que sumar la proyección completa de Carlos, y mejor paro acá. No sé si esto tendrá que ver con el bajísimo nivel de este año de las películas en competencia, pero estoy entre la minoría que disfrutó (mucho) Sils Maria. Esta película dialoga con Copie conforme (premio para Juliette Binoche en 2010) y no sólo por la presencia  de esta actriz. Aun cuando el tono en modo alguno puede compararse al de Kiarostami, los límites, los cruces y contaminaciones entre ficción y realidad, entre lo vivido y lo repetido, entre el original y la copia están también en el último film del director de Irma Vep. La Binoche es una actriz consagrada que, por cuestiones que por ahí mejor no contar, termina embarcada en el proyecto de realizar una nueva versión de una película sobre un amour foy lésbico; claro que en la primera versión ella era la Lolita y ahora le tocará hacer a la cuarentona de la pareja. La por momentos excesiva estelización de un paisaje, que ocupa un lugar protagónico, no consigue destruir la química de un trío femenino conformado por la citada Juliette Binoche, Kristen Stewart y Chloë Grace Moretz. Juliette Binoche se mira a sí misma, revisita su carrera ante el avance de la edad y, con sus brazos y su culo cada vez más poderosos, basta que se ría para que  volvamos a enamorarnos de  ella.

The target (Pyo  yeok), de Chang. ¿Por qué esta película surcoreana forma parte de la selección oficial (fuera de competencia) y la muy superior A hard day pasó por la Quincena de realizadores? Si la idea era incluir una película de género, asíatica, ¿por qué  no  ir por tantas de las muy buenas que sí las hay? Tendrá que ver con amistades, compromisos, estrategias de venta y esas cosas que pasan en todos lados.  En Cannes también. El recorrer los lugares comunes del género  no  autoriza a tan poco vuelo.

White God, de Kornél Mundruczó. No puedo ser demasiado objetivo. Conservo  de la  niñez (entre otras cosas) un amor incondicional por perros y gatos. Muchos perros en la gran pantalla (entre ellos el encantador protagónico, Hagen) provocan en mí un disfrute que no puedo evitar y que excede lo cinematográfico (en el caso de los caballos, sí su imágen tiene que ver más con ésto). En fin, para alguien más normal, en el mejor de los casos, esta fábula gruesa, de pretendida alegoría política, con los perros revelándose contra los abusos de los hombres, resultaría aceptable. Es por eso que el hecho de que el premio principal del jurado de Un certain regard, presidido  por Pablo Trapero, haya ido a esta película, cuando convivía en la sección con la genial Jauja, resulta inexplicable, cuando no, ofensivo.

The tribe, es la pelicula ucraniana dirigida por Myroslav Slaboshpytskiy que  arrasó con los premios de la Semana de la crítica. No creo que sea porque estoy durmiendo poco y las películas no  terminan de convencerme en su mayoría; acá sí que tengo menos dudas: inexplicable y ofensivo.  En el sendero de exponer a jóvenes o adolescentes a algún recorrido por ciertos infiernos, acá el protagonista, sordo-mudo entra a un internado en el que reina la violencia y la prostitución. Alguna escena de sexo, ni siquiera lo suficientemente explícita como para distraerse con algo, y ¡vaya modernidad! película muda pero no silente. Esto es, «hablada» con lenguaje de señas. Si no fuera por el indignante final y el hartazgo que nos producen este tipo de explotaciones, casi que parece un chiste de mal gusto.

Por lo que recuerdo de años anteriores (Guillaume et les garcons, à table, el año pasado, por ejemplo) la Quincena repite la sana costumbre de despedirse con una comedia. En este caso, Pride, de Matthew Warchus. Esta película británica sitúa la acción en 1984, siguiendo al movimiento (es una manera de decir, porque el grupo no supera en principio las 10 personas) de gays y lesbianas que apoyan a los mineros en huelga contra las duras políticas de la Thatcher. Si bien hay mucho de lineal y lugares comunes que ya son (afortunadamente) parte de la historia, el hecho de que todo ocurra en los ochentas tiene que ver con esa circunstancia. Personajes divertidos, algo de política en lo  que tiene que ver con los excesos del liberalismo salvaje y con la afirmación de los derechos de  quienes  eligen llevar una vida diferente, y mucha emoción. Algo así como lo que debe haber querido Ken Loach con Jimmy’s hall, pero -acá sí- con onda.

Fernando E. Juan Lima

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