Rogue One (EAC)

 

 

Por Emiliano Andrés Cappiello

Rogue One es, técnicamente, la octava película de Star Wars (sin contar films animados televisivos). Sin embargo, es la primera que abandona la narrativa principal de la saga de los Skywalker para contar un relato menor, relacionado pero independiente. Previo a la adquisición de Star Wars por Disney, de estos relatos había innumerables cómics, juegos, libros y series, a los que se conocía como el Universo Expandido. Disney hizo borrón y cuenta nueva, estableciendo que las únicas historias canónicas de Star Wars eran las películas y los relatos secundarios que se creasen a partir de la adquisición. Rogue One es la primera instancia de un Universo Expandido en cine, tendencia que seguirá año de por medio (en 2018 se viene la segunda, centrada en las aventuras de un joven Han Solo).

Rogue One parte de una decisión muy acertada: comenzar el UE con una historia que precede inmediatamente al Episodio 4, la película original que inició todo este circo. Así, funda una nueva serie de historias volviendo al verdadero relato fundacional. La misión por obtener los planos de la Death Star se conecta directamente con la saga principal pero a su vez funciona como un film autónomo que explora nuevas posibilidades de Star Wars. Gareth Edwards construye el film como una aventura de la saga, con sus dramas familiares, seres extraños y viajes a planetas exóticos, y agrega al pastiche una trama extraída de un film de la Segunda Guerra, con una patrulla maldita dispuesta a sacrificarse por el bien mayor. La secuencia final, un desembarco en la playa, evoca directamente estos films hasta en los uniformes de los soldados. Edwards sabe dirigir la acción y aprovecha para explotar en Rogue One una de las mayores virtudes de su trabajo en Godzilla (2014), la capacidad de ubicar personajes en combates enormes transmitiendo la sensación de gran escala sin que jamás se pierda la comprensión de qué sucede y a quién. A su vez, centrarse en un grupo de rebeldes desesperados en una galaxia bajo un régimen opresivo le permite recuperar las áreas moralmente grises (como la introducción del personaje de Luna) que Lucas fue eliminando con el tiempo (como el disparo de Han a Greedo) y la construcción de un mundo gastado, cansado, con una historia previa que se percibe en cada abolladura. Y, además, jugar con viejos personajes de la saga, que van desde el cameo (R2 y 3PO) al rol antagónico, resurreccion via CGI de por medio, del Gobernador Tarkin que supo interpretar Peter Cushing. La secuencia final, la más inspirada y emocionante, introduce a Vader y Leia y cierra el film con un tono a la vez nostálgico por el viejo cine como esperanzador por el futuro de la franquicia.

Aunque narrativamente tropieza por momentos, Rogue One confirma la vigencia del mundo creado por George Lucas, y cómo sus posibilidades cinematográficas son tan variadas y enormes como la galaxia misma.

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