Discos por Jorge García

PABLO ZIEGLER EN VIVO EN CAFÉ VINILO

Es posible que muchos habitués del  tango contemporáneo tengan registrado a Pablo Ziegler como el pianista del quinteto de Astor Piazzolla en el período comprendido entre 1978 y 1989, año en que el gran bandoneonista y compositor disolvió su quinteto. Sin embargo, Ziegler es un músico con un impresionante curriculum que si bien -como la mayoría de los que tocaron con el enorme Astor- recibió sus influencias, supo desarrollar en las dos últimas décadas una carrera en la que concretó diversos proyectos que lo mostraron como un instrumentista muy personal, algo que se pudo apreciar en el notable concierto que ofreció en Café Vinilo, acompañado del joven bandoneonista Walter Castro y del guitarrista Armando de la Vega. Ziegler es un pianista de una prodigiosa técnica, a la que le suma una vigorosa digitación y una notable intensidad expresiva a lo que le suma un estilo interpretativo de un marcado espíritu tanguero que se conjuga con una  enorme capacidad de improvisación de netas raíces jazzísticas. Estas características fueron expuestas en plenitud en el programa que desarrolló, compuesto por obras suyas y de Piazzolla, en el que sus compañeros se acoplaron perfectamente al discurso del líder, con Castro ratificando que es uno de los mejores bandoneonistas de su generación y Armando de la Vega, quien reemplazó en este trío nada menos que a Quique Sinesi, en una gran tarea, desdoblándose entre sus solos y la base rítmica que le otorga al grupo. Si Ziegler es un instrumentista muy competente, no lo es menos como compositor, lo que se pudo reconocer en obras como la intensa La fundición, la sentida Milonga del adiós, compuesta en ocasión de la muerte de Astor, con un emotivo solo de Castro, la milonga rápida La rayuela o la lírica e introspectiva Muchacha de Boedo. Presentó también Alrededor del choclo, excelentes variaciones sobre el transitado tema y dos  atractivos dúos con de la Vega, el tango Elegante canyenguito y el vals Pájaro ángel. Pero tal vez fueron las recreaciones de los temas de Piazzolla los momentos más intensos de este gran concierto, desde la dinámica versión de Michelángelo 70, pasando por una elocuente y potente versión de Fuga y misterio, una formidable rendición de Chin chin, un tema no demasiado ejecutado de Astor, que culminó con una impresionante coda de piano en la que Ziegler desarrolló su solo más febril y apasionado de la noche, y Libertango que fue expuesto –para hacer honor a su nombre- con notable libertad  y con destacados solos de los tres músicos. El bis fue con el inevitable Adios Nonino, en una versión en la que el piano llevó la voz cantante de la melodía. Un gran concierto y otro golazo de Café Vinilo, tal como había ocurrido con el pianista portugués Mario Laginha.  En este caso, dio lugar a la única presentación de Ziegler en Buenos Aires en los últimos meses, un recital que, como aquel, figurará entre los mayores acontecimientos musicales del año.


SAM RIVERS (1923-2011)

Es posible que algunos jazzeros de la joven generación no tengan demasiadas noticias de Samuel Carthorne Rivers. Si embargo, este magnífico multiinstrumentista (tocaba saxos tenor y soprano, flauta, clarinete bajo y piano) es una figura clave en la transición del be-bop a las expresiones de vanguardia. Nacido en Oklahoma en una familia de músicos, desde muy pequeño estudió diversos instrumentos y creció en un ambiente en el que dominaban los spirituals y la música clásica. En los años 50 tocó en diversos grupos, incluida la orquesta de Herb Pomeroy y también estuvo entre los acompañantes de la última etapa de Billie Holiday. En los años 60 acompañó a bluseros como B.B. King y T-Bone Walker, pero su gran momento llegó cuando Miles Davis lo llevó a una gira a Japón, que dio como resultado un notable disco, Miles in Tokyo. A pesar de ello, el trompetista lo despidió por considerar que su forma de tocar era demasiado avanzada para el grupo. Fue ese mismo año que comenzó su formidable carrera como líder que produjo de entrada cuatro grandes discos para el sello Blue Note. Entre 1968 y 1971 formó parte del grupo de a Cecil Taylor, una de las grandes figuras de la vanguardia jazzística y la síntesis de todo ese bagaje acumulado dio lugar a un músico que, como dijimos, fue un autentico puente entre el bop y el free-jazz. Si bien fue competente en todos los instrumentos que tocó, fue como saxofonista (sobre todo en el tenor) que dejó una huella más perdurable. Dueño de un sonido potente y vigoroso y un fraseo lleno de ideas, en el que se detectan ecos tanto de Coleman Hawkins como de John Coltrane, podía pasar con total facilidad de solos absolutamente libres a otros en los que primaba la melodía. Tal vez el formato en el que más se lució fue en el de trío (incluso en alguno tan atípico como el Tuba Trío) pero también condujo grandes formaciones en las que se podía apreciar las características antes señaladas de su música. Un auténtico grande del jazz contemporáneo y uno de los mejores saxofonistas de las últimas décadas.

 

MARIO PARMISANO TANGO JAZZ TRIO. Michelángelo. Epsa 1363

La recreación de la música de Astor Piazzolla ha sido siempre una tentación para diversos instrumentistas, no siempre con resultados alentadores, aunque no es este el caso del tecladista Mario Parmisano. Integrante durante mucho tiempo de la formación del guitarrista Al Di Meola, desde hace un tiempo, Pamisano se viene abocando a la interpretación de temas de Piazzolla en versiones para trío, lo que ya dio lugar a un registro anterior, Remembering Astor, del cual se repiten aquí varios temas. La diferencia radica en que en este caso, interpreta solo piano acústico, dejando de lado los teclados electrónicos, una variante que en aquel disco no siempre producía resultados satisfactorios. Lo que si se repite es el concepto con el cual el pianista encara los temas piazzollianos, esto es dejando un amplio margen para la improvisación de claros tintes jazzísticos. Para ello contó con la compañía de una consistente sección rítmica integrada por Jorge Oss en bajo y Lucas Canel en batería, quienes brindaron un sólido soporte a su trabajo. El repertorio incluye algunos clásicos del repertorio del gran Astor, pero también otras obras menos transitadas, tal el caso de Zita, perteneciente a la Suite Troileana, interpretada con gran enjundia por el trío. En Burdel 1900 y Night Club 1960, las dos obras más extensas del disco, se puede apreciar cabalmente la capacidad de Parmisano como improvisador, en tanto Chiquilín de Bachín se desarrolla exprimiendo al máximo su belleza melódica. Si la versión de Verano porteño ofrece una gran potencia rítmica, en Michelaángelo 70, el pianista intercala con total libertad breves fragmentos de Malena  y Los ejes de mi carreta. La lírica versión de Soledad es un adecuado final para una placa que ofrece una atractiva recreación de la siempre vigente música de Astor Piazzolla.

 

PALERMO TRIO. Pan. Acqua 285.

La interpretación de tangos a través de un grupo de guitarras tiene una larga tradición, expresada en décadas anteriores, por ejemplo, en los grupos de Roberto Grela y Adolfo Berón y en expresiones más actuales en formaciones como Ventarrón y Las Bordonas. En el Palermo Trio se conjugan ambos aspectos ya que el grupo, fundado en los años 70 por Bartolomé Palermo, se ha mantenido vigente a lo largo de los años. Encuadrado dentro de una vertiente tradicional, donde no se aprecia demasiado apego por las innovaciones, el grupo, sin embargo, tiene el suficiente feeling y buen gusto como para que sus interpretaciones de conocidos tangos suenen frescas.  Dentro de un programa en el que aparecen algunos temas nuevos como Lucio y el dedicado al director del conjunto, desfilan varios títulos mucho más conocidos. Dentro de un nivel  atractivo y parejo, mis votos van para las versiones de Naranjo en flor, Mala junta, Aquel tapado de armiño y un registro en vivo de un tema no tan transitado, La reja, de Marcucci y Meaños. Cabe resaltar que el CD viene acompañado de un video con tres temas grabados en vivo en el Festival de Guitarras de Vendome (Francia).

 

LIDIA BORDA. Tal vez será su voz. Acqua 328.

He aquí la reedición de un disco agotado al que –a pesar de lo prematuro de la fecha- ya se la podría considerar como una de las mejores placas del año. Lidia Borda es una figura fundamental de la escena actual del tango cantado (para mí, una de las tres mejores vocalistas del género, cuyos nombres no diré para no herir susceptibilidades). Poseedora de una voz afinadísima, un fraseo muy personal y una ductilidad que le permite abordar con igual capacidad obras de diferentes características, sus presentaciones en vivo – y he visto muchas – son siempre recordables acontecimientos musicales. Su discografía no es demasiado profusa (en este espacio se han comentado sus dos últimos trabajos) y dentro de ella, este disco me parece el mejor. Utlizando dos tipos de acompañamiento bien diferenciados, uno el maravilloso piano de Diego Schissi, arreglador también de los temas en los que actúa y otro el de la orquesta El Arranque una de las formaciones más consolidadas de la escena tanguera actual, Borda ofrece un excelente repertorio de clásicos de nuestra música ciudadana, unos más transitados que otros, aunque siempre ofrecidos en versiones muy personales. Los temas acompañados por la orquesta son excelentes, tal el caso de Vida mía, Fruta amarga, Tal vez será su voz, Nido gaucho  y La noche que te fuiste, estas dos últimas los mejores momentos de las versiones con El Arranque. Pero si las interpretaciones con una gran formación tienen un gran nivel, los temas en que el acompañamiento se limita al piano de Schissi, los resultados están en el terreno de lo superlativo en versiones que conjugan magistralmente el intimismo con la intensidad emocional, algo que se puede apreciar desde el tema inicial, el hermoso vals  Tu pálida voz, de Charlo y Manzi y que se extiende a las interpretaciones de Yuyo verde, Será una noche, Griseta, Claudinette, un extraordinario pasaje del disco y Apología tanguera, un gran éxito de la recordada Rosita Quiroga, expuesta en su comienzo de manera ralentada para luego acelerar a su ritmo habitual de milonga. Como bienvenido plus, al final del CD se puede escuchar la repetición, en este caso a capella, de un fragmento de Tu pálida voz. Un disco excepcional, en el que Lidia Borda ratifica que es una de las mejores voces de nuestra música dentro de cualquier género. 

 

FEFE BOTTI. Porfiado. PAI 3182.

Son innumerables las variantes que propone actualmente la música de proyección folclórica, a través de diferentes formaciones instrumentales. En este caso, el contrabajista Fefe Botti, autor de la mayoría de los temas presentados en disco, está acompañado por muy competentes instrumentistas, tal el caso de Facundo Bergalli en guitarra, Daniel Suárez en flauta y Pedro Ahets Etcheverry en batería. Si en los dos temas compuestos por Bergalli, Olivos, una suerte de bolero y el tangueado Cordón 1 y 2, la base son ritmos de carácter urbano, en las obras de Botti aparecen como sustento diversos ritmos folclóricos argentinos y sudamericanos, desarrollando el grupo  alrededor de ellos interesantes improvisaciones, en las que se luce particularmente el flautista. Así El huaico, está construido sobre un ritmo de huayno, Suardi es una vigorosa chacarera y De ámbar y Freddie están estructurados como candombes en distintos tiempos. Mis dos highlights del disco son la hermosa vidala Elegía del viento y el introspectivo y lírico El estribo, que cierra el CD. Un atractivo primer trabajo que aparece como un interesante aporte dentro de las vertientes renovadoras de la música folclórica.

 

LA BRUJA SALGUERO. Caja de luna. Acqua 306.

Difusora esencial de la música de su tierra riojana, María de los Angeles Salguero (“La Bruja”), continúa en este nuevo disco con aquella premisa, presentando obras de nuevos compositores, aunque sin descuidar la recreación de algunos clásicos de nuestro folclore. Acompañada por una formación básica integrada por Ernesto Snajer en guitarras y arreglos, Guido Martínez en bajo y Mariano Canteros en percusión, más la presencia de varios invitados, Salguero ratifica sus condiciones de vocalista dueña de una voz afinada y un fraseo preciso. Vocalista que –sin dejar de lado la renovación (los músicos que la acompañan así lo ratifican)- siempre ha mostrado un gran respeto por la mejor tradición de nuestra música folclórica aquí desarrolla un programa integrado por zambas, chayas, alguna cuequita y chacarera , sin dejar de lado algún ritmo más ciudadano, es su intensa expresividad el principal caudal de sus interpretaciones. Si bien hay algunos temas nuevos valiosos, como las chayas Lucero cantor y Ceremonial de la albahaca, de Ramiro González, es en las obras de autores consagrados donde la Bruja ofrece sus mejores versiones. Tal es el caso de la cueca Vidita mía, del dúo Orozco-Barrientos y las zambas El otro camino, de Raúl Carnota, con destacada participación de Liliana Herrero, la muy bella La atardecida, de Eduardo Falú y Manuel Castilla y la melancólica La cruz de Yampa, con música de Topo Encinar y hermosa letra de Néstor Soria  que la cantante ofrece en una sentida versión, solo acompañada de la virtuosa guitarra de Ernesto Snajer. Un disco que confirma a la Bruja Salguero como una de las muy buenas exponentes vocales de nuestro folclore.

 

LULACRUZA. Circular tejido. Acqua 296.

Después que el dúo Tonolec presentó la novedad de cruzar instrumentos folclóricos tradicionales con sintetizadores y sonidos electrónicos se han conocido otros músicos que se encuadraron dentro de la misma perspectiva, tal el caso de la vocalista Paloma del Cerro) cuyo disco fue comentado en esta misma sección ). Ahora es el dúo Lulacruza, integrado por la colombiana Alejandra Ortiz y el argentino Luis Maurette, el que presenta este EP en el que ofrece cuatro temas a partir de aquellos presupuestos. Ofreciendo una curiosa combinación de ritmos primitivos con sonidos actuales y fusionando instrumentos del folclore tradicional, como el cuatro y el charango, con  percusión africana, sintetizadores y electrónica, más la presencia en algunos temas de invitados como la muy original vocalista Soema Montenegro o ejecutantes de instrumentos tan disímiles como el saxo, el clarinete  y la flauta por una parte y el theremín por el otro, desarrollan un programa que seguramente despertará abundantes polémicas. Es posible que los apegados férreamente a la tradición no se sientan cómodos, pero aquellos que muestran oídos abiertos a propuestas novedosas seguramente no descartarán este interesante aporte de Lulacruza.

 

DIEGO AZAR. Almohadones. Epsa 1374.

No es fácil definir lo que se llama hoy música popular uruguaya. Lo que sí está claro es que en ese país existe una pléyade de intérpretes, vocalistas y cantautores a los que se puede considerar entre los más importantes de la música popular sudamericana. Diego Azar, en su disco debut, abreva tanto en esa vertiente como en otros ritmos de nuestro continente, y también incorpora elementos del folclore, la canción urbana, el rock y el jazz. ¿Cuál es el resultado de esta  simbiosis? La respuesta sería un disco arriesgado, con momentos más logrados que otros, pero que supone un saludable intento de aportar aires renovadores a la mentada música popular uruguaya a la que hacíamos referencia al principio. Autor de todas las músicas y los arreglos y compartiendo las letras con Sergio Lorenzo, participante en bandoneón y guitarras en varios de los temas, Azar desgrana un repertorio que varía entre la cumbia y la milonga, pasando por la zamba y un gato bastante sui generis, y también incorporando una obra instrumental, Miradas indiscretas, que interpreta en guitarra y computadora que entraría dentro de la música experimental. Hay en la mayoría de las letras – más allá de lo que proponga la música, un tinte melancólico, explícito en algunas ocasiones, más solapado en otras que sí es marcadamente uruguayo. Los mejores momentos del disco están, en mi opinión en Buenos modales, Canción sin maquillaje, El gato decimal y la milonga A mi guitarra, en este caso, con letra de Florentino Calleja. Un primer trabajo que provoca que se aguarden con expectativas futuras grabaciones de Diego Azar.

 

PABLO MOURELLE. Polnografía. Sofá Records 073.

Otro trabajo debut en el sello Sofá Records, en este caso del guitarrista Pablo Mourelle, también es compositor de la totalidad de los temas. Acompañado por Rodrigo Núñez en teclados, Leonel Cejas en contrabajo y Sebastián Stecher en batería, más la siempre bienvenida presencia de Enrique Norris en corneta en un par de temas, el guitarrista ofrece un programa en el que aparecen entremezclados temas de cuño jazzístico con otros mucho más cercanos a la fusión. Mourelle es un interesante instrumentista – lo mismo puede decirse de Núñez –  y en sus atractivos solos, junto con las intervenciones de Norris, se encuentra lo mejor del disco. Es en esos pasajes donde aparece como un interesante improvisador de abundantes ideas. Tal vez el mayor problema de la placa haya que buscarlo en su indefinición entre ser un CD claramente de jazz o una obra de fusión con pasajes que muestran influencias del Miles Davis de los 70. Personalmente me quedo con los temas que abrevan en la vertiente jazzística , esto es Pequeño Monk, Trece (temas que cuentan con la presencia del cornetista) y el dinámico Ahora!, que cierra la placa. Un disco que muestra a un músico con interesantes aptitudes como instrumentista y compositor en la búsqueda de un camino original. Personalmente desearía que este se encuadrara dentro del terreno del jazz, ya que es allí donde, me parece, muestra sus mejores virtudes.

MARCO SANGUINETTI. El otro. Acqua 293.

Hay músicos a los que es muy difícil encuadrar dentro de un género determinado, a partir de las diversas y variadas influencias que se pueden apreciar en su obra. Uno de estos casos es el del pianista y compositor Marco Sanguinetti, quien es además diseñador industrial y manifiesta intereses tan curiosos en su música como el de detectar como se puede relacionar esa música con los objetos. En su tercer trabajo (los dos anteriores son discos de piano solo), Sanguinetti está acompañado en casi todas las bandas por Hernán Rodríguez, uno de los bateristas más creativos del jazz nacional y en algunas por la vocalista Paloma del Cerro y  Omar Grandoso en trombón y melódica. De todos modos, este es el disco de un pianista que, como dijimos, abreva en diferentes vertientes de la música, tales como el jazz –que le proporciona- su sentido de la improvisación -,  el folclore, la música clásica contemporánea y algunas variantes del rock. Con un estilo interpretativo que pasa sin transiciones de lo vertiginoso a lo lírico y una marcada tendencia a utilizar su mano izquierda como ostinato,  Sanguinetti  desarrolla un programa que incluye mayoría de composiciones propias, pero también obras de Peter Gabriel, Radiohead y Luis Alberto Spinetta. Del ecléctico repertorio, me quedo con sus versiones de sus obras  Tren, Visiones y Sapos encajonados, en este caso con buen trabajo de Grandoso en melódica. Hay una introspectiva exposición de La montaña, de Spinetta y Paranoid Android, de Radiohead, muestra su capacidad para crear climas. Otro buen momento del disco es el tema final Solo, en el que participan Grandoso en trombón y Paloma del Cerro en la parte vocal. Un disco atrayente de un músico abierto a distintas fuentes musicales.

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