Cannibalismo: Cannes 2011 Día 9

El mercado audiovisual es tan inextricable como el financiero. Llevábamos dos años de recesión, todas las noticias alertaban de una paralización en las compras y la puesta en marcha de los proyectos más ambiciosos, todo ello aderezado de una cantinela que se repite con demasiada frecuencia: el cine de autor está bajo sospecha y su rentabilidad solo se puede calificar de dudosa, cuando no de nula. Y de repente todo son buenas noticias, el panorama se ha invertido. Las publicaciones industriales anglosajonas (Variety, Hollywood Reporter, Screen) que se reparten diaria y gratuitamente durante la celebración del festival y el Marché du Film no paran de celebrar alborozadas la recuperación de la ventas. El horizonte se ha despejado y el futuro parece esplendoroso. ¿Dónde estaba la crisis, dónde estaba la recesión? Las películas que se venden ahora, las que se presentaron en el festival y en el mercado, se produjeron a lo largo de los dos últimos años. La producción nunca se ha detenido, pero lo que es llamativo es que en ese contexto de crisis se hayan realizado algunas de las películas de autor más ambiciosas, artística y presupuestariamente, de los últimos tiempos. Es lo que celebra la industria: un cine de autor con ambición comercial, un cine que puede venderse con la misma estrategia de un blockbuster, si bien adaptada a sus dimensiones. Ahí está la extraordinaria nómina de autores reconocidos que presentó el festival este año, con Malick, Moretti, Almodóvar o Von Trier a la cabeza, casi todos ellos con productos notables que se verán por todo el mundo… especialmente si reciben una Palma de Oro. Almodóvar y Von Trier cotizan mucho más alto que Apichatpong Weerasethakul en las taquillas internacionales. Para descubrir nuevos autores ya están otros festivales. La radicalidad y el experimentalismo no venden, así que nadie venga a reclamarlos a Cannes, un festival a imagen y semejanza de los mercados (aunque sean estos los del cine independiente).

Pues bien, los mercados pueden estar contentos con Pedro Almodóvar, de nuevo en un festival que lo necesita más a él que él al festival. Es más La piel que habito no parece una película de festival, ni el terreno en el que se mueve el más transitado por el cine de autor internacional. Que tenga algo de Franju, de Frankenstein, que adapte una novela de Thierry Jonquet, no impide que nos encontremos ante un Almodóvar puro que en ningún momento se traiciona a sí mismo. Y eso que la contención de las primeras escenas, su frialdad y rigor compositivo, nos hacía temer lo peor: que Almodóvar quería hacer una buena película (una película austriaca, por ejemplo) y no una película de Almodóvar. El espejismo debe de durar unos veinte minutos, lo que tarda en hacer aparición uno de los personajes más grotescos de todo el cine del director manchego, Zeca, un brasileño disfrazado de tigre que irrumpirá en la casa-hospital donde se desarrolla casi la totalidad de la acción y nos devuelve de golpe a la realidad almodovariana, una realidad despreocupada de la coherencia interna de los guiones, de la lógica argumental, del equilibrio entre las partes, también refractaria a la unidad estilística y genérica. Una buena película de Almodóvar es siempre una película imperfecta (o desequilibrada). Nunca deberíamos de olvidar que Almodóvar debutó con Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón y que nunca ha traicionado sus comienzos. En todas y cada una de sus películas queda algo de Pepi, Luci, Bom: ningún analista de guión o estratega de mercado impondrá su voluntad ante el deseo del cineasta de incorporar como sea un buen chiste o una subtrama. La piel que habito es un film fantástico repleto de elementos melodramáticos y folletinescos  que no hace ascos al humor, aunque este pueda parecer involuntario. A partir de Mujeres al borde de un ataque de nervios pudiera parecer que Almodóvar había abandonado la comedia, al menos como género, decantándose por el melodrama. Sin embargo, siempre he tendido a pensar que Almodóvar ha seguido escribiendo comedias, pero rueda melodramas. Desde esta perspectiva, La piel que habito es una de sus películas más arriesgadas, un triple salto mortal, si bien con red (Antonio Banderas, que garantiza la taquilla internacional, tan decepcionante en Los abrazos rotos). Un melodrama, pero también un film de terror y una intriga criminal, que no son sino la piel artificial que oculta la comedia. Las libertades e incoherencias que se sitúan al borde del absurdo, cuando no del ridículo y lo inverosímil, serían tolerables en una comedia, pero parecen contrarias al espíritu de cualquier otro género. El final de La piel que habito supone la culminación de su estilo. La situación planteada (en el epílogo, no en la resolución de la intriga) sitúa la película en el borde mismo del ridículo y, con todo, Almodóvar consigue que aceptemos su desafío, que nos regocijemos con ese cruce de miradas entre Elena Anaya y Barbara Lennie o que acabemos sacándonos el sombrero ante la frase final: “Mamá, soy Vicente”. ¡Olé tus cojones!

Con el paso de los días se ha ido produciendo una circunstancia inédita en las últimas ediciones del festival: la sección oficial es con diferencia la más atractiva de todas las que nos ofrece Cannes. Los primeros días fueron bastante decepcionantes, pero una vez que aterrizó Moretti y luego toda la nómina de grandes nombres (los Dardenne, Malick, Bonello, Von Trier, Kawase, Miike, Cavalier, Almodóvar, Kaurismäki…), la selección se está demostrando apasionante. Entramos ahora en los dos últimos días del festival, tradicionalmente bastante temibles, y el aperitivo parece augurar que la fiesta todavía no ha acabado. No sé si Valhalla Rising aupó por fin a Nicolas Winding Refn a la primera línea del cine mundial, pero es más que probable que Drive sí lo consiga. Rodada en Los Angeles con un reparto de campanillas (Ryan Gosling, Carey Mulligan, Ron Perlman, ¡Christina Hendricks!, aunque en un papel demasiado breve), Drive se centra en las peripecias de un stunt-man especializado en carreras automovilísticas que en sus horas libres se dedica a trabajos menos honorables. Que mejor complemento para un atraco que todo un especialista al volante capaz de huir de la policía en las circunstancias más extremas. Drive es eso, paseos y carreras en auto, violencia contenida que estalla en espaciados golpes de efecto, una música electrónica omnipresente que crea tensión y desasosiego y que va catapultando la narración hacia su resolución. Es difícil recordar ahora un thriller tan estilizado y elegante, que haga gala de una economía de medios semejante, siempre al borde del estallido adrenalínico. Que nadie se extrañe si Nicolas Winding Refn es recompensado con el premio al mejor conductor, digo, al mejor director.

Aventurarse en otras secciones es menos reconfortante. Aceptando que no se va a producir ninguna revelación deslumbrante, cabe contentarse con películas como Oslo, August 31st, el segundo largometraje de Joaquim Trier, que acompaña a su protagonista, un drogadicto que acaba de desengancharse, en su vuelta a la ciudad para reencontrarse con amigos e intentar una nueva vida. La película es una adaptación libre de El fuego fatuo de Drieu de la Rochelle. Supongo que ya no hace falta ahondar más en su argumento. Pero lo más habitual es encontrarse con productos como la francesa Après le sud, primer largo de ficción de Jean-Jacques Jauffret, empeñado en contar una anécdota mínima y más propia de un corto desde el punto de vista de cada uno de sus cuatro protagonistas. La película fue proyectada sin subtítulos en su última media hora, pero poco importaba, sabíamos lo que decían los personajes, aunque los estuviésemos contemplando desde un ángulo inédito. O puede uno toparse con productos que dejan poco más que un poso de indiferencia, caso de Loverboy, una película rumana de Catalin Mitulescu que no conserva ninguna de las virtudes más reseñables del nuevo cine rumano. Por el contrario, es tanta la distancia que separa a la nueva película de Hong Sangsoo (la tercera en doce meses), The Day He Arrives, del resto de las películas de Un Certain Regard que cabe preguntarse porqué no está en la competición oficial. El año pasado Ha Ha Ha se alzó con el primer premio de la sección, venciendo a Oliveira, Godard, Puiu, Jia, Muntean, Trapero o Losa y Fund. En 2010 el premio era estar en UCR. En 2011 The Day He Arrives solo encuentra películas de su nivel en la competición. Y eso que me parece que no llega al nivel de Oki’s Movie (la que presentó en Venecia), pero todo festival debería de tener una película de Hong (y otra de Kaurismäki) en su programa para así poder acompañar a sus protagonistas por los bares de la ciudad y poder comer y beber con ellos. Jaime Pena

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