Cannibalismo – Cannes 2011: día 1

 

Mi relación con Woody Allen no atraviesa por sus mejores momentos. Siendo sincero ni siquiera recuerdo que esa relación llegase a existir en algún momento, si bien he seguido su carrera con cierta regularidad, sin esforzarme mucho, eso sí. El año pasado ni siquiera me molesté en ver You Will Meet a Tall Dark Stranger que se presentó fuera de concurso en Cannes. Creo que a la hora que la pasaban opté por un documental de Sophie Fiennes: no era nada de otro mundo, pero su contribución al progreso de la humanidad superaba con creces al de cualquiera de las últimas películas del cineasta neoyorquino. Este año no había alternativa, salvo que uno se aventurase en las proyecciones del Mercado. Midnight in Paris es la película que inaugura esta edición del Festival de Cannes y no quedan muchas más opciones. Tiene el atractivo de estar protagonizada por Owen Wilson, de quién en los últimos meses pude ver dos comedias notables, How Do You Know y Hall Pass. En la primera, dirigida por James L. Brooks, interpreta a un jugador de beisbol con una visión ciertamente adolescente de las relaciones sentimentales, mientras que en la de los Farrelly su personaje es un treintañero con hijos al que su mujer concede un impasse marital. En Midnight in Paris Owen Wilson interpreta a Woody Allen, claro. Lo intuimos, por momentos lo reconocemos, pero sigue siendo Owen Wilson, con su sempiterna amargura, con su melancolía. Él es lo mejor de Midnight in Paris, casi lo único que se escapa a esta suerte de repeticiones temáticas con las que Allen hace caja por Europa. Hay algo que nos recuerda The Purple Rose of Cairo, con esos viajes en el tiempo, hacia el París de los años veinte, que hacen que el personaje de Wilson descubra otra forma de vivir la ciudad y el amor. Hay también algo de Vicky Cristina Barcelona, con su acumulación de tópicos sobre la capital francesa, se supone que intencionada, pero que no por ello no deja de caer en el ridículo con más frecuencia de la que sería deseable, en especial en la sucesión de “cameos” de personajes históricos como Hemingway, Scott Fitzgerald, Gertrude Stein, Luis Buñuel o un Salvador Dalí al que parodia, no sabemos si voluntariamente, Adrien Brody.Jaime Pena


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