Cannes 08 – (FJL)

Io e te, de Bernardo Bertolucci (función especial, fuera de competencia). Como en J’enrage son absence (Maddened by his absence), la película dirigida por Sandrine Bonnaire a la que hacíamos referencia antes de ayer, pareciera ser que una burguesa forma de escape es esconderse a vivir en los sótanos de los edificios de departamentos. Más allá de la coincidencia y de la referencia un poco descolgada, en el caso del “último Bertolucci”, lo que tenemos es una historia de crecimiento y sanación que involucra a dos hermanastros (él de 14 años miente respecto de su viaje de una semana a esquiar con los compañeros de colegio, ella, de unos veintipocos, se suma al escondite para intentar dejar atrás su adicción a la heroína). El lugar de la familia, los vínculos fraternales, el final de la adolescencia, la construcción de la propia personalidad, son temas que se recorren con una narración liviana, que discurre aceitadamente, sin hacerse del todo cargo (como restándole importancia) de lo inusual del paréntesis que los protagonistas se proponen en sus vidas durante esa semana. Decir que Bertolucci sabe encontrar tensión y erotismo en todo lo que es objeto de su mirada ya es casi un lugar común. Pero, efectivamente, ese sótano, cercano a las calderas, parece siempre a punto de entrar en combustión, el aire por momentos parece viciado y cargado, el calor afecta los cuerpos y las relaciones. Sin embargo, Io e te juega con ese estado larval de un vínculo que en realidad nunca había existido y es en ese interregno que define sus reglas y ve la luz, terminando los protagonistas modificados por la experiencia, cual si se tratara de una road movie en una baulera.

 

Hors les murs, de David Lambert (Semaine de la critique). ¿Cuántas películas se pueden seguir haciendo con la excusa y el único gancho de ser “una historia de amor homosexual”? Pareciera que existe un mercado que amontona en los anaqueles de los negocios “de ambiente” los DVDs de Tres hombres y un biberón a los films de Bruce Labruce. Lo inexplicable es que una película como esta forme parte de la selección para la Semana de la Crítica en Cannes (cuyos puntos más altos parecen haber sido Au galop, la película que destacamos hace unos días, dirigida por el conocido actor Louis-Do de Lencquesaing, y Los salvajes, de Alejandro Fadel). Chico conoce chico; uno deja a su novia por el otro y éste termina un año y medio preso por un problema de tráfico de drogas… ¿resistirá el amor esta separación? Eso es todo lo que pasa, con alguna escena de súbita salida del armario que da un poco de vergüenza y poco más. Como dije, una película que parece pensada para un nicho (que fea palabra) determinado.

Le grand soir, de Benoit Delepine y Gustave Kervern (Un certain regard). No puedo ser objetivo, a esta altura creo que soy casi fan de esta dupla de directores franceses (digo casi porque, como saben, descreo de los fanatismos). Recordemos: Avida, Aaltra, Louise-Michel, Mamuth… Humor, incorrección política, lucha de clases y reivindicación del anarquismo. Los Bonzini tienen un restaurante cuya especialidad son las papas (“La pataterie”) cerca de un Shopping, su hijo mayor es el punk-con-perro (punk á chien) más viejo de Europa y cuando su hermano menor es despedido del local de venta de colchones en que trabaja, se produce el fraternal reencuentro. La manera en que el primero se gana la vida (mendigando en el estacionamiento del centro comercial o, directamente, corriendo a instalarse dentro de los autos cuando éstos son abiertos a la distancia con las llaves electrónicas para exigir un yogurt para bajarse) termina siendo también la forma en que continuará la suya su hermano. Y ambos planean una especie de revolución, ya que consideran que todos se encuentran en una situación parecida a la de ellos hasta el momento en que tomaron conciencia: todo el mundo vive explotado y harto de sus mediocres existencias. La exótica revuelta que planean, así como la relación con los padres y la del hijo menor con su mujer e hija, son tan absurdas y patéticas que no pueden sino llevar a la carcajada. Pero, entiéndase bien: Kervern y Delepine no se ríen de sus personajes; los quieren, los respetan. Sus protagonistas siempre son los marginados, los desclasados, los excluidos del sistema; pero aun en su aparente locura o ignorancia tienen un grado de lucidez y dignidad que deja en claro hacia dónde se dirigen los dardos que lanzan.

A perdre la raison, de Joachim Lafosse (Un certain regard). Sorpresa esta película del director de Propiedad privada (por lo que recuerdo, único film conocido en la Argentina de este realizador). No sé si la sorpresa se basa en mi ignorancia previa, pero entré a la sala pensando en irme como mucho a la hora para ver otra película y allí me quedé durante los casi 120’ que dura. Si bien la vuelta de tuerca, el efecto final puede parecer un poco descolgado (o hasta un golpe bajo), el clima que logra Lafosse al mostrar la relación de una especie de trío mujer-marido-padre adoptivo de este último, es inquietante al punto de transformar en un thriller (o una película de terror) la historia de una familia. Desde el inicio la vida de la pareja se ve influenciada por las “ayudas” de quien adoptó (y trajo de Marruecos)  a quien nunca llega a ser el hombre de la casa, ya que los tres vivirán juntos. Luego llegarán los cuatro hijos. Pero desde el inicio, las relaciones de poder (a través del manejo del dinero, pero también del conocimiento) y la latente revelación de un supuesto vínculo sexual que habría unido a ambos hombres, va tiñendo el devenir familiar de sospechas, de mentiras, de medias verdades. El lugar común de las diferencias culturales y/o de la violencia del hombre árabe es también astutamente transitado sólo de refilón, sugiriendo y evitando. Nunca se sabe cuánto hay de paranoia de la mujer, pero lo cierto es que ese hombre mayor que vive con ellos parece “vampirizarlos”, les va inoculando las respuestas ante los conflictos que se plantean; desde las sombras (o no tanto, o cada vez menos) es el que mueve todos los hilos. Como decía, el desenlace puede resultar algo discutible, pero lo antes discurrido justifica por demás la visión de esta película.

Como me quedé en la sala viendo A perdre la raison, Post tenebras lux, de Carlos Reygadas (en competencia), quedará para mañana. Y la última película del día es, entonces, 7 días en La Habana, de Benicio del Toro, Pablo Trapero, Julio Medem, Elia Suleiman, Gaspar Noé, Juan Carlos Tabio y Laurent Cantet (Un certain regard). Pero de ella les cuento también mañana, que es tarde y esto se está haciendo muy largo. Fernando E. Juan Lima

SUSCRIPCIÓN
Si querés recibir semanalmente las novedades de elamante.com, dejanos tus datos acá:
ENCUESTA

¿Qué serie de Netflix te gusta más?

Cargando ... Cargando ...