El día que falleció mi padre ví Genealogías de un crimen de Raúl Ruiz (es que evitamos la siniestra ceremonia del velatorio). Al día siguiente, cremación en la Chacarita y vuelta a casa, un hermoso día de fines de octubre. Tan bello que pasé el día en la pileta. La irreal sensación de tristeza y de culposo bienestar fue el recuerdo que me trajo a la memoria Au galop, película dirigida por Loui-Do De Langcquiesang (que también actúa en el rol protagónico). El protagonista, escritor de cierto éxito, está separado y vive con su hija que ronda los 20 años. Al tiempo que sufre el dolor de la muerte de su padre, se entrega a una historia de amor con una mujer que trabaja en la editorial que publica sus libros. El paso del tiempo, el crecimiento de los hijos, la muerte de los padres, el agotamiento (o el cambio) del amor en la pareja, casi da para decir “como la vida misma”, si no fuera porque odiamos ese tipo de frases pensadas para la cita en la publicidad de los diarios. Pero efectivamente hay una fluidez, una levedad para el tratamiento de temas tan “importantes” (ay, ¡cuánto peligro importa esta última afirmación!), un trabajo tan cuidado con las actuaciones, que uno no puede sino sumergirse en esas vidas a las que por una hora y media accedemos a asomarnos y espiar. El humor, incluso en los momentos más duros, es otra de los puntos a destacar en esta película que en algún punto se conecta con Las horas del verano de Olivier Assayas, aunque cabe decir que es mucho menos “llorona”. En todo momento el placer, el optimismo, la vida, se imponen. ¿Tengo que aclarar que me sentí totalmente tocado por Au galop? Esperemos que se estrene en la Argentina este film aquí presentado en la Semana de la Crítica.
Fuera de competencia, como proyección especial, seguimos con Les invisibles, de Sébastien Lifshitz, de quien en algún BAFICI pudimos ver las muy buenas películas documentales La traversé y Plein sud y el largo de ficción Wild side. Se trata de un documental que conjuga y entrelaza las historias de varias parejas homosexuales que actualmente tienen entre 70 y 80 años. Los cambios sociológicos experimentados en la sociedad son aludidos de manera inductiva a través de los testimonios de hombres y mujeres que debieron sufrir no tanto la persecución como la invisibilización. De los lugares de levante en baños de estaciones de trenes a la historia de amor nacida de un anuncio en los periódicos, de las personas con cuatro o cinco hijos que en determinado momento cambian o aceptan otra elección sexual a la lucha por la legalización del aborto. El gran mérito de la película está en la elección de los personajes y testimonios, a los que se da un tiempo adecuado para que se expresen, tejiendo la trama con los retazos de cada historia particular.
En competición se presentó The Hunt de Thomas Vinterberg, volviendo a un tema que parece serle caro como lo es el del abuso infantil (al que alude de una u otra manera desde La celebración). La mirada está puesta ahora en el supuesto pedófilo injustamente acusado y perseguido por la comunidad en que vive. No hay mucho que decir de esta película, quizás que fluye razonablemente, que construye algo del clima que propone (aunque algunos remates se ven venir desde el inicio: ¿por qué tanta atención a una perra durante la primera mitad de la película? imagine) y que es menos sádica que Submarino (aunque para esto no se necesita mucho).
Dicen que lo que se hereda no se roba. Y uno podrá compartir más o menos el contenido y las implicancias de esa afirmación, que podría ser una encubierta reivindicación de la derogación del Impuesto a la Herencia en épocas de Martínez de Hoz (eso es otro tema), pero en Un certain regard se dio una película de Cronenberg. De Brandon, ya que su padre, David, presentará en competencia Cosmópolis. Lo que no puede discutirse es la marca de fábrica. Antiviral recuerda las primeras películas de su padre (Rabia, Shivers, Cromosoma 5), eso no es poco. Pero lo cierto es que más allá del gélido clima, de la historia que involucra la venta de enfermedades de famosos y el consumo de carne elaborada con sus células, lo que sucede es que todo se parece demasiado a un homenaje, a una obra de segunda generación. No está mal, pero si uno compara con las películas del padre -presente por lo demás en la sala- lo que queda es ese sinsabor de la esforzada copia que no alcanza al original. Está claro que siempre son injustas estas comparaciones, pero es el propio Brandon el que propone este juego.
Para la trasnoche, como anunciamos ayer: Dracula 3D de Darío Argento (papi e hija en la película y en la sala). Pero aquí ya son las cuatro de la mañana, no tengo Internet y, de paso, creamos algo de suspenso. Hasta mañana. Fernando E. Juan Lima