Día 11 | Cannes 2016

Por Fernando E. Juan Lima

Publicada el 23/05/16

Cuando vi a Nicolas Winding Refn presentando y defendiendo con pasión una película como Terrore nello spazio, de Mario Bava, pensé «este tipo empieza a no caerme tan mal». Un par de días después llegó con The neon demon a la Competencia Oficial y confirmó que la impresión previa era la que valía. No es que deba desconfiar de la sinceridad de Nicolas Winding Refn cuando defiende cierto tipo de cine que se mueve por lugares cercanos a la Clase B o incluso más secretos e independientes; el tema es que el director parece intentar calculadamente construir una pieza de culto como si eso pudiera planearse. Como un prolijo contador público que quiere hacerse el loquito porque entiende que eso funciona, el realizador propone una estética ochentosa para mostrar el mundo de las modelos en Los Angeles (chicas que vienen del interior con sus sueños a cuestas, etc.), enrareciéndola no sólo en cuanto a su contenido con violencia y sangre sino en el tono de la actuación, que remeda las carencias de las producciones de segunda de aquella época. Ni la música potente ni las imágenes llamativas logran engañar, ya que desnudan más que lo que ocultan: esto no tiene ni un ápice de alma o amor real por lo que se hace.

The last face, de Sean Penn parece un mal chiste. Incomprensible que algo como esto forme parte de la Competencia Oficial. Todos los lugares comunes, todas las frases hechas, toda la cantinela seudoprogresista llevados a límites inigualables. Habíamos dicho de dejar de usar el término abyección por un tiempo, pero el cruzado de las causas perdidas Penn ha logrado superar los baremos previstos en el abyectómetro. Matanzas y operaciones en primer plano; música y ralenttis para subrayar; suicidios de niños y ex-novias enfermas de SIDA; diálogos imposibles, casi tanto como la «historia de amor» injertada en el corazón del África más violenta. Todo está tan mal que no deja de llamar la atención la presencia (y el dislate) de Bardem, Charlize Theron, Jean Reno, Adele Axerechoupolous participando de esta cosa. Quizás tenga que ver con lo que sucede en el final: la bella Charlize, hermosa en su vestido de Valentino o algo por el estilo dice en una lujosa cena benéfica que los refugiados no son igual a ellos sino que «son ellos» (a lo que sigue un grupo de negros que canta). Todo es así, explotación descarada de los conflictos políticos y las diferencias sociales, discurso pretendidamente comprometido que usa a los oprimidos para armar este show indecente. Mal narrada, mal actuada, con las líneas de diálogo más chirriantes e inadecuadas escuchadas en mucho tiempo (de hecho, no desentonaban con la de la película de Winding Refn, aunque en ésta es claro que la búsqueda es otra), sólo el placer morboso lindante con ese dejo de masoquismo que algunos tenemos justifica su visión completa.

After the storm, de Hirakuzo Kore-eda tiene el tono amable de sus descafeinadas últimas películas. También esa extraña utilización de la música que comenta brevemente, y aparece de manera exageradamente intrusiva en breves momentos para chantajearnos emocionalmente o decirnos lo que debemos sentir (algo que ya parece costumbre y en nada ayuda). No es que la película esté del todo mal, de hecho posiblemente mejore lo visto en De tal padre tal hijo, pero lejos está de lo que parecía proponer allá lejos y hace tiempo cuando lo descubrió el BAFICI.

Inversion, de Behnam Behzadi, en la sección Un certain regard, es un melodrama bien contado, que llama la atención sobre lo que pasa en el cine iraní más allá del grupo de directores a los que usualmente tenemos acceso. La enfermedad de una anciana pone en jaque a toda una familia. Hijos y nietos discuten sobre el negocio familiar y, sobre todo, en torno a quien deberá acompañar a la enferma, ya que sus problemas respiratorios la obligan a tener que dejar Teherán, debido a su contaminación. Contada con el ritmo adecuado, está claro que el punto sigue estando en el rol de la mujer en la sociedad iraní.

En esa sección, la película que terminó llevándose el premio mayor es la finlandesa The happiest day in the life of Olli Mäki, de Juho Kusmanen. Filmada en blanco y negro, la idea de un boxeador, la gran esperanza del país para pelear por el campeonato mundia de peso mosca, nada menos que contra un estadounidense, se encuentra con un representante local que se enamora y al que solo le interesa su chica. Simpática y agradable, no parece inadecuado el premio (lo que da cuenta del bajo nivel de esta sección este año).

Y  sobre el final llega lo mejor de la Competencia Oficial: Elle, de Paul Verhoeven. La sección oficial había comenzado bien, pero los últimos días había decaído. Tras el mal trago del film de Sean Penn, lo de Verhoeven paraece una buena respuesta del cine al engendro antes reseñado. Todo lo que en Penn es obvio y políticamente correcto en el holandes es perverso e inadecuado. Quién mejor que Isabelle Huppert para ponerse en la piel de la empresaria más egocéntrica y egoísta del mundo. Al inicio del film es violada por un enmascarado, se hace por lo tanto el test de HIV, pero no toma ninguna otra medida porque sabe de los efectos secundarios de esos medicamentos y no tiene tiempo… La mirada es la de quien sólo quiere hacer lo que quiere y no hay amigos o familia que estén por sobre esos intereses. Cargada de un humor negrísimo que se mete hasta con el Papa (ya sabemos, hoy en día más sagrado que nunca, sobre todos por estas tierras), la religión e incluso con la posibilidad de disfrutar de la violencia. Ya han saltado los de siempre a criticar la película por esto último (recordemos el caso de Crash de Cronenberg). Pero de Delicias turcas a Showgirls ya sabemos cuán poco importan esas críticas a Verhoeven.

 

SUSCRIPCIÓN
Si querés recibir semanalmente las novedades de elamante.com, dejanos tus datos acá:
ENCUESTA

¿Qué serie de Netflix te gusta más?

Cargando ... Cargando ...