Día 1 | Cannes 2016

Por Fernando E. Juan Lima

Publicada el 12/05/16

Hace mucho que no comenzaba tan bien un Festival de Cannes. Y es que tras un viaje diurno (y, por lo tanto, habiendo salteado una noche de sueño) el re-encuentro con el Woody Allen más amable, que deja de lado su rol de hombre mayor que nos alecciona respecto de las bajezas de la humanidad, constituye un buen remanso, la oportunidad de recuperar fuerzas para enfrentarse a desafíos un tanto mayores. Ubicada temporalmente en la década del 30 y pendulando geográficamente entre las costas Oeste y Este de los Estados Unidos, el mundo del cine (aunque también del jazz y hasta el de la vida nocturna ligada a la actividad gangsteril) sirven de escenario para un liviano devenir de amores más o menos correspondidos y cambios de parejas. No tiene sentido avanzar sobre los detalles de esas relaciones cruzadas, pero sí destacar la idea de que, más allá de las burocráticas cuestiones de la fidelidad existe algo así como el amor verdadero. No es poco para un director que salvo en las más leves películas de viaje (que lo tuvieron dando vuelta por Roma y Paris, por ejemplo) paraecía hundirse cada vez más en una oscura misantropía que había terminado por expulsarnos. Vista en el tiempo, incluso una de sus buenas últimas producciones, Blue Jasmine, resulta un tanto ominosa y sentimos muy poca curiosidad en repasarla. No es lo que va a pasar con Café Society, cuya luminosidad invita a recorrerla con interés y alegría.

Tras el remanso, repuestas en alguna medida las fuerzas, el plato fuerte de un día con poca oferta de proyecciones (sólo estas dos): Sieranevada de Cristi Puiu (La muerte del señor Lazarescu, Aurora). El enigmático título del film tiene que ver con el capricho y la voluntaadd del realizador de evitar los insólitos nombres con que se estrenan las películas a lo largo del mundo. Y esa voluntad, esa libertad, se demuestran en las 3 horas de este encuentro familiar en el que el homenaje al recientemente fallecido padre de la familia se cruza con las historias y realidades de cada uno de quienes lo sobrevivieron, cruzadas con las referencias al entonces recientemente ocurrido atentado al Charlie Hebdo, al 11 de septiembre y así. Ambientada casi exclusivamente en la casa familiar, el inicio con la discusión en un automóvil en torno al disfraz de una niña para un acto escolar deriva en una catarata de discusiones, de idas y vueltas por los pasillos de esa casa en los que cada nuevo debate divierte por lo disparatado pero desnuda mucho más que aquello a lo que se está aludiendo. La elaboración del duelo, la circulación del chisme y la mentira, el embanderamiento en cualquier causa aunque se desconozcan sus particularidades son el componente común que amalgama la narración. La cámara a la altura de los ojos que pasea por la casa, la sonoridad de los pasos por los pasillos y las puertas que se abren y se cierran contribuyen a crear esa impresión de realidad que nos descubre como intrusos de lo que sucede al interior de esta tribu. No creo estar demasiado equivocado si digo que esta puede ser la película definitiva sobre encuentros familiares. Una manera inmejorable de comenzar la Competencia Oficial.

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