Cannibalismos 2017 – 8

Por Jaime Pena

En THE BEGUILED Sofia Coppola adapta la misma novela de Thomas P. Cullinan que sirviera de base a la película homónima de Don Siegel protagonizada en 1971 por Clint Eastwood. No tengo muy viva en el recuerdo aquella película, pero tampoco la debían de tener, si es que la habían visto en algún momento, los espectadores de la sesión de prensa en Cannes. Todos los giros e inflexiones de la trama eran celebrados con risas y entusiasmo. Lo apunto porque la impresión que puede provocar la película de Coppola guardará mucha relación con la novedad que represente para el espectador su historia, que apenas difiere de la de la película de 1971. Ambientada en 1864, en plena Guerra de Secesión, hasta un colegio sureño para chicas llega un soldado unionista malherido (Colin Farrell). En el colegio ya solo quedan la directora (Nicole Kidman), una profesora (Kirsten Dust) y cinco alumnas (la mayor, Elle Fanning), que curan al soldado, dudando si entregarlo a las tropas secesionistas. Poco a poco se va desencadenando una rivalidad amorosa entre las mujeres que, siendo más sutil que en la versión de Siegel, desemboca en la misma y drástica solución. Lo más sorprendente quizás resulte que el clima sexual está más contenido que entonces, como si ahora Coppola no tuviese ninguna necesidad de explotar una temática de venganza femenina que a principios de los setenta aún podía resultar ciertamente novedosa y generar algo de polémica.

La acción se desarrolla mayormente en interiores, limitando los exteriores, más allá del prólogo y epílogo, a unas pocas escenas, la mayoría planos de transición de la mansión tipo Tara o los árboles frondosos; pero esos interiores se iluminan con una tamizada luz natural o solo con velas, privilegiando siempre los tonos crepusculares. Coppola, que durante un tiempo quiso ser la más moderna de todos los cineastas, filma con un cuidado y detallismo digno de un orfebre, como si quisiese entregar la más clásica de sus películas, el retrato de un mundo en decadencia que, provisionalmente renace de sus cenizas. Me refiero tanto a ese Sur que desaparecerá al final de la guerra como a un tipo de cine de otro tiempo. De hecho, el mayor compromiso de Coppola a este respecto deriva de la propia duración de la película. Cuando cualquier remake incrementa de forma notable la duración del original, bien sea por la construcción de los diálogos, las escenas de acción o por el standard de nuestros días, mayor que el de cincuenta años atrás, THE BEGUILED acorta en diez minutos el metraje de la primera versión (quizás algo más, si consideramos los créditos actuales y los de entonces). Coppola busca ser sintética y esa es la mayor sorpresa de su película, para bien y para mal: no hay giros ni aditamentos que fuercen las situaciones, pero al mismo tiempo uno puede preguntarse por la necesidad de volver a adaptar esta novela.

Las virtudes de una duración concentrada quedan en evidencia viendo A GENTLE CREATURE de Sergei Loznitsa, con sus dos horas y veinte en las que el espectador intenta averiguar cuál es el destino real de su protagonista. Esta es una mujer (“une femme douce”, según los créditos franceses) a la que le devuelven con bastante retraso un paquete que había enviado a su marido, encarcelado en una remota prisión de Rusia. Con el fin de averiguar qué le sucede, la mujer emprende un largo viaje, simplemente para llegar hasta la prisión y que la burocracia sea incapaz de darle ninguna respuesta. La fábula kafkiana deriva muy pronto en otra cosa, un retrato demoledor de Rusia, que ya no es solo un estado corrupto como lo mostraba Zvyagintsev en LOVELESS, sino sobre todo un estado fallido en el que, por ejemplo, la ciudad que alberga la prisión se ha convertido en un gigantesco prostíbulo. Uno de sus vecinos le da indicaciones a la mujer para llegar hasta una oficina por las calles Engels, Marx, Lenin, etc, hasta acabar concluyendo: “¡Qué gran país y cómo lo jodieron!”

Las historias que se cuentan son dantescas. Aparentemente las mujeres acaban siendo troceadas y disueltas en ácido. Digo aparentemente porque Loznitsa concluye su película en plan TWIN PEAKS con una larga secuencia onírica que es difícil interpretar. En realidad ese es el gran problema de toda la película, subordinada a la grandilocuencia, a un formato en scope más ancho del habitual, a los largos planos secuencia, a las interminables discusiones entre personajes episódicos, a un personaje central tan pasivo que imposibilita cualquier grado de empatía y de cuyo destino es fácil desentenderse. El propio Loznitsa, el primero.

Por el contrario, Santiago Mitre tiene muchas cosas que contar, tantas que en LA CORDILLERA (Un Certain Regard) conviven al menos dos películas. De un lado tenemos la gran película política, la cumbre que reúne en Chile a los principales dirigentes latinoamericanos. Por otro, una drama familiar con el que el presidente argentino (Ricardo Darín)  puede ver afectada su carrera política. Esa primera película es un thriller político en la línea de EL ESTUDIANTE, con la misma brillantez de unos diálogos contaminados ahora por la diplomacia y el cinismo, si bien sus personajes, por muy presidentes que sean, siguen diciendo que no. La segunda es otro tipo de thriller, mas hitchcockiano, a lo SPELLBOUND, protagonizado por la hija del presidente (Dolores Fonzi) y un misterioso psicólogo e hipnotista (Alfredo Castro). Es esta historia la que, por su temática y tono, remite claramente al segundo de los episodios de LA FLOR (PRIMERA PARTE). No es casualidad que el coguionista sea Mariano Llinás.

Las dos historias no acaban de encajar del todo, en buena medida también porque el tratamiento visual de la primera es mucho más rígido y, si se quiere, plano, más atento al retrato coral de los políticos cuyos rostros conforman de alguna manera otra cumbre latinoamericana. Además de los citados: una extraordinaria Erica Rivas, Paulina García o Daniel Giménez Cacho, a los que habría que sumar a Christian Slater y, quizás, el personaje más discutible o innecesario, el que interpreta la española Elena Anaya (obligaciones de la coproducción, imagino). La cumbre debería de ser un mero trasfondo, pero tiene demasiada presencia. Por el contrario, la historia de la hipnosis y esos falsos recuerdos que comienzan a aflorar en la mente del personaje de Fonzi son los más libres de la película, con sus sobreimpresiones y flash-backs, filmados en un estilo voluntariamente demodé. De esa mezcla de estilos surge una película tan imperfecta como viva, algo que no se puede decir la mayoría de las películas seleccionadas para la competición, aquejadas casi todas ellas (no es el caso de la de Coppola, pero sí de la de Loznitsa) de una peligrosa tendencia hacia la pomposidad y la retórica altisonante.

SUSCRIPCIÓN
Si querés recibir semanalmente las novedades de elamante.com, dejanos tus datos acá:
ENCUESTA

¿Qué serie de Netflix te gusta más?

Cargando ... Cargando ...