Cannibalismo 20

Por Jaime Pena

Publicada el 20/05/16

Después de haber trabajado sobre el paisaje y la duración del plano en Honor de cavallería y El Cant dels ocells, Albert Serra se volcó en Història de la meva mort en los interiores y los diálogos. La mort de Louis XIV profundiza en esta línea hasta límites de una belleza insospechada. Poco hace falta decir de su argumento, resumido en su título, la agonía de Louis XIV desde el 9 de agosto, en el que le comienzan los dolores en una pierna, hasta su fallecimiento el 1 de septiembre de 1715. Por lo tanto, pese a que en sus anteriores películas se había interesado por los recovecos de historias, literarias o míticas, sobradamente conocidas, en La mort de Louis XIV se basa en hechos históricos probados y documentados, con una fidelidad que puede sorprender, más si tenemos en cuenta que la mayoría de los diálogos están centrados en las discusiones de los médicos sobre el tratamiento que debe seguir el monarca. En realidad, a Serra, y en esto sí que prosigue el discurso de sus anteriores películas, le interesa sobre todo la cotidianidad de la corte, centrada en esos días de agosto de 1715 con el espectáculo que proporciona la agonía del rey, pero también cualquier gesto que de él proceda (comerse un pequeño dulce puede deparar incluso una ovación). Igualmente, el personaje de Vicenç Altaió le permite incorporar su característico humor. La gangrena que acabará con la vida de Louis XIV puede interpretarse alegóricamente dentro del contexto de la propia monarquía francesa que la Revolución de finales de ese mismo siglo acabará por borrar del mapa, pero Serra tampoco pretende sugerir ningún carácter premonitorio a su personaje. Más bien, la misma muerte impone un inevitable tono crepuscular a unos planos muy recargados y filmados con una muy tenue luz natural a base de velas. Quizás este aspecto sea el más novedoso viniendo de Serra, el extremado cuidado en el tratamiento visual y pictórico de todos y cada uno de los planos, que, también por el tema, nos pueden recordar a Sokurov. Lo observamos ya desde el primer plano de la película, filmado en un jardín, con el monarca rodeado de flores, muchas de ellas ligeramente fuera de foco, dando lugar a una suerte de esfumato. Serra ya se había servido del scope en Història de la meva mort, pero en aquella película tal recurso no era más que un artificio, una decisión de última hora que reencuadraba los planos originales en panorámico. En La mort de Louis XIV vuelve al scope, solo que ahora conscientemente, encajando, al modo de un Rembrandt, a los distintos personajes en el encuadre gracias a un magnífico uso de la profundidad de campo. No solo eso, el scope se adecua perfectamente para filmar al rey (Jean-Pierre Leaud) postrado en la cama. La interpretación de Leaud merece un comentario aparte. Inmovilizado en la cama o en una silla, toda su caracterización ha de basarse en sus diálogos, cada vez más lacónicos y en la mirada. Precisamente, su desafiante mirada a cámara mientras en la banda sonora oímos una Misa de Mozart ha de quedar como una de los grandes momentos de este festival.

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