Por Jaime Pena
Publicado el 18/05/16
La nueva película de Olivier Assayas, Personal Shopper (uno de los peores títulos de la historia) es mucho más sugerente sobre el papel que en pantalla. Su protagonista es Maureen (Kristen Stewart), que trabaja de eso, de personal shopper, para una modelo, Kyra, a la que apenas ve. Maureen tiene poderes paranormales, es una medium, y hace poco tiempo que perdió de un ataque al corazón a Lewis, su hermano mellizo. Como forma de sobrellevar el duelo, Maureen intenta contactar con Lewis, hasta que su presencia fantasmal se vuelve amenazante. De repente vemos a Maureen enfrentándose a dos fantasmas, el de Kyra, para la que trabaja a distancia, y el de Lewis, que cada vez interfiere más en su vida; dos fantasmas que en realidad actúan más como dobles de la propia Maureen, evidente el de su mellizo, pero también el de Kyra, a la que de algún modo Maureen quiere suplantar, rompiendo un tabú, en primer lugar, el de la imposibilidad de vestirse con las lujosas ropas que ella selecciona para la modelo (hay aquí algo muy depalmaniano, al menos del De Palma de Body Double). Ambas tramas acaban por confluir de una forma un tanto rudimentaria, como si llegado un momento a Assayas le dejasen de interesar, como si toda la energía malgastada en la exposición ya no alcanzase para el desarrollo. O como si el cineasta se contentase con la descripción de un mundo que cada vez parece obsesionarle más, el de los ricos, el del lujo más exclusivo. Maureen se mueve por Europa, entre Milán, París y Londres, viaja siempre en primera, compra (para Kyra) en las tiendas más exclusivas… (a veces uno tiene la sensación de que Assayas se ha instalado en un mundo, el de la alta burguesía, al que solo tienen acceso los cineastas consagrados). También puede dar la impresión, dada esa capacidad para proponer temas muy sugerentes, que este crítico devenido cineasta sigue concibiendo sus películas como crítico antes que como cineasta, no digamos ya como espectador: sus películas, al menos películas como Personal Shopper o la anterior, Sils Maria, son meros dispositivos abiertos que solo los críticos podrán interpretar y, por lo tanto, concluir. Assayas reparte sus películas al 50% entre el Assayas-cineasta y el Assayas-crítico, su particular Jeckyll y Hyde.