Una piedra en el bolsillo
de Joaquim Pinto
Foto Joaquim Pinto
Por Marcos Rodríguez
La primera película de Joaquim Pinto (director de E agora? Lembra me…) resulta, a falta de una mejor palabra, profundamente encantadora. Parte de ese encanto viene, por supuesto, de su tema: el final de la infancia y el principio de la vida adulta. El argumento es simple y casi mínimo: el joven Miguel (al borde de la adolescencia) es enviado a pasar el verano con su tía en el hotel que tiene en un pequeño pueblo de la costa. La voz de Miguel explica en off al principio: “Me iba bien en la escuela, hasta que descubrí cosas más interesantes. Mis padres creyeron que el viaje me serviría para estudiar, porque no iba a tener nada mejor que hacer”.
Con ese marco que promete mucho (verano, adolescencia, mar, tiempo libre, pescadores, el sol), Pinto sabe construir y, sobre todo, sabe encontrar y sostener pequeños momentos, encuadres precisos, tiempos exactos (el propio Pinto editó esta película de bajo presupuesto). Las acciones son pocas, pero los rincones son muchos: un momento frente al espejo con espuma para afeitar, un viaje en bote, un ventilador de mesa. Todo lo que baña el sol en Porto de Barcas parece brillar para la cámara de Pinto.
La enorme sabiduría de Pinto para ubicar la cámara resulta evidente desde el principio. Apenas llegado al hotel, Miguel se dedica a recorrer el edificio. En un momento, llega hasta la terraza y se queda mirando, escondido, una escena: la joven Lucía (empleada del hotel), vestida de blanco, cuelga las sábanas de diferentes sogas que se abren bajo el azul del verano. El placer plástico, el amor que se siente en el aire, la fuerza y la simplicidad de la imagen componen un plano memorable, sencillo, impecable. La fuerza de Pinto es saber encontrar ese momento.
La película se compone fundamentalmente de planos generales y planos medios. Son pocos los primeros planos, los movimientos, la extravagancia. La cámara de Pinto es, si se quiere, profundamente portuguesa. Lo cual no impide, por ejemplo, la explosión de alegría y movimiento en la feria.
Es particularmente interesante el uso que hace Pinto del espacio, al construir los rincones del pueblo, el hotel, el mar y las piedras. Un plano de escaleras en zigzag es pariente cercano al famoso plano de ¿Dónde está la casa de mi amigo? con el árbol y la loma.
Pero el encanto que propone Pinto no es idílico y se carga desde el principio de tonos oscuros, no solo por la figura del doctor divorciado (un adulto en un mundo de jóvenes, una voz de saudade en medio de tanto sol y verano). Lo que parece la historia del principio de la vida adulta termina por revelarse, como debe ser, como la historia del final de la inocencia.