Hijos nuestros
Argentina, 2015, 87′
Dirección: Juan Fernández Geba, Nicolás Suárez
Cuando una relación sentimental llega a su fin, particularmente para el abandonado, todo es preguntas. ¿Qué pasó? ¿Qué hice mal? El ataque revisionista posterior es inevitable, apabullante. Se repasan conversaciones, salidas, sucesos, con extrema minuciosidad. ¿En qué momento se arruinó? ¿Que frase, gesto, situación marcó el comienzo del fin? Algo tiene que haber sido.
Hijos Nuestros, dirigida por el dúo de Juan Fernández Gebauer y Nicolás Suárez, es la historia de una relación con muerte anunciada, con estas razones claras desde el primer momento. La pasión por el fútbol, San Lorenzo en particular, es el motor de la existencia de Hugo (Carlos Portaluppi, en una interpretación excelente). Taxista de profesión, organiza su día alrededor de los partidos, se enoja fácilmente con cualquier chiste hacia su equipo, solo puede comunicarse con metáforas futbolísticas. Como el personaje de Jimmy Fallon en Amor en Juego (Fever Pitch, 2005), gran joya de los hermanos Farrelly, Hugo es víctima de una pasión que afecta todos los ámbitos de su vida. Como muchos de nosotros, también, aunque sean obsesiones por otros pasatiempos. Pero la película de los Farrelly, inspirada libremente en la autobiografía del también genial Nick Hornby, se inscribe en la tradición de la comedia romántica. La pasión de Fallon es una dificultad a sobreponerse y eventualmente aceptar. A Hugo no lo protegen las convenciones de género. Es un ser triste, apesadumbrado, incluso un poco desagradable. Al comienzo de Hijos Nuestros, quizás demasiado. La película tiene sus momentos más débiles en sus primeros minutos, con escenas de costumbrismo explícito y demasiado reiterar que el protagonista, sí, tiene una vida de mierda. Pero esto se va diluyendo al avanzar y grandes momentos de comedia provienen de la inclusión de súbitas fantasías cotidianas de Hugo. La intrusión del personaje de Ana Katz, e hijo, en su vida, formula nuevas posibilidades de esperanza. La aparición de cierta magia. La escena en la iglesia, cerca del final, es un momento de lirismo hermoso.
Obviamente, la relación no puede durar. Su pasión es total, no permite otras. Hugo, que jugó 7 partidos en primera división, vuelve a perder. A pesar de sus intenciones nobles, no puede consigo mismo, y el final es el único posible. Hijos Nuestros es también un film sobre las posibilidades perdidas; el gol que no fue, la carrera que no tuvo, el hijo que no es suyo, la chica que se escapó. A pesar de esto, evita volverse lastimoso, humaniza a sus personajes sin juzgarlos, sin miedo a exponer sus fallas ni marcar sus virtudes. Sin trampas, a pesar del tono general angustiante del film, el segmento del final se permite admitir la posibilidad de optimismo, en la certera decisión por el cambio. Emiliano Andrés Cappiello