Guardianes de la galaxia

Perdedores de moda
Por Marcos Rodríguez

En contra

Cuando en 2008 Iron Man llegó a nuestras pantallas, todos sonreímos agradecidos por uno de los trabajos definitivos de Robert Downey Jr., pero no podíamos saber que Jon Favreau había abierto una caja de Pandora de la que saldrían diez películas en los últimos seis años para tratar de conquistar el mundo. Podríamos agregar más películas a la lista si contamos el nuevo impulso que cobraron, por ejemplo, Spider Man y los X-Men, criaturas Marvel que ya habían llegado al cine, que parecían haberse secado, y que hoy vuelven a arrancar, sacar secuelas y precuelas, aunque no forman estrictamente parte de ese pulpo multiforme que es Marvel Cinematic Universe: un complejo entramado de películas individuales (y series de televisión, etc., etc.) que se cruzan y penetran para formar un “universo Marvel” tan el estilo de los comics. La última manifestación del MCU, anteúltima de la “segunda fase” de esta estrategia hiperorganizada, es Guardianes de la galaxia, dirigida por James Gunn, que está preparando el cierre de esta etapa que se inició con Iron Man 3 y que terminará con Los vengadores 2 en 2015. La tercera fase, ya se sabe, contaría con cuatro películas más y terminará en 2017 con una nueva Guardianes.

Más allá del complejo entrecruzamiento entre películas (fascinante para algunos, alienante para otros), MCU tuvo sus toques de gracia (las Iron Man siguen siendo buenas) y sus momentos más bien malos (fundamentalmente con las Thor), pero lo que definitivamente logró fue armar un negocio redondo que marcó la taquilla y probablemente marque la forma de los tanques de ahora en adelante.

En cine, Marvel se ha caracterizado por lo que podríamos llamar una ligereza pop, gesto acentuado a partir del éxito de Iron Man y que se opone claramente (por ejemplo) al universo DC, carente de cualquier tipo de ironía y casi de cualquier sentido del humor, con las acartonadas Superman o las siempre serias Batman de Nolan. Esa ligereza, cargada de autoconciencia, es la que mejor le ha rendido a Marvel (como ejemplo evidente, el brillo de Iron Man contra el tono plúmbeo de Thor) y es la que Guardianes de la galaxia intenta explotar. Pero ninguno de los guardianes es Robert Downey Jr., la trama cósmica resulta o complicada o aburrida, y Gunn no tiene la elegancia que supieron tener Favreau y Whedon para trazar las líneas de una historia con la suficiente claridad como para que podamos olvidarnos de ella y entregarnos a sus personajes.

Los problemas de Guardianes de la galaxia se nos presentan desde la primera escena: un nenito ligeramente retro está en un hospital escuchando un walkman en el que suena música vieja pero “con onda”; un adulto lo llama y pasamos a una habitación en la que una mujer pelada llora y le dice que ahora su abuelo lo va a cuidar y que su padre era “un ser de luz”; inmediatamente ella muere, el niño sale corriendo histérico y afuera del hospital lo abduce una nave espacial. Todo en pocos minutos, sin que conozcamos a esos personajes por los que supuestamente deberíamos sentirnos conmovidos y atravesado por cosas que no se terminan de entender. Esa es la clave de Guardianes: todo el tiempo construye trampas (emotivas o cómicas) para lanzarle al espectador, suponiendo que este va a reaccionar como espera simplemente porque lo que ve es “emotivo” o “gracioso”, pero sin preocuparse por construir en la película los momentos o chistes o tonos.

Pocos segundos después de esa primera escena tenemos otro ejemplo: un explorador llega a un planeta abandonado, revisa las ruinas de una civilización misteriosa y cuando tiene que comenzar la búsqueda, de pronto vuelve a sonar la música “con onda” y el protagonista se lanza a un “bailecito” que no llegamos a ver del todo y que en sí no resulta particularmente cómico (Chris Pratt, gran cómico, no es ningún Kevin Bacon). El momento no funciona porque, a no ser que a uno ver a cualquier persona sacudirse un poquito le resulta instantáneamente hilarante, casi no vemos el baile y lo que vemos no está ni tan mal ni tan bien. Tenemos, por supuesto, el choque entre un planeta remoto y gris y la música funky, pero ese choque es pura fórmula.

Hay momentos en los que Guardianes de la galaxia funciona con el humor y con la construcción de esa amistad (un poco sobre explicada) que será el núcleo de esta nueva banda, pero en buena medida lo que se impone no es el sentimiento sincero de unidad y fidelidad sino la cuidadosa construcción de lo que hoy está de moda: losers (que en la película en ningún momento vemos como tales) que salvan al mundo.

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