Five (Dedicated to Ozu)
Irán/Japón/Francia, 2003, 74′
Dirección: Abbas Kiarostami
Nunca había vuelto a ver Five desde que se proyectó en la edición 2005 del Bafici. Si bien cuando la vi aquella vez me había parecido una película extraordinaria, y si bien unos años después me compré el DVD de la película en una edición estadounidense, nunca la había revisitado. Tal vez haya sido por el miedo a que una película como esta -cinco planos fijos que muestran cinco circunstancias diferentes y el mar de fondo, sin ningún diálogo pero con mucho sonido ambiente y una música incidental que separa cada plano del siguiente- perdiera algo de su potencia al ser vista en una pantalla de TV en lugar de una sala grande. Nada más alejado de la realidad: la de Five sigue siendo una experiencia única; una película de un ritmo y un dinamismo impensables en algo de estas características, y una película de enorme belleza tanto desde lo visual como desde el trabajo con el sonido. Los cinco planos de la película -o cinco cortos, según reza el propio Kiarostami en Around Five, el brillante documental de 54 minutos que acompaña la edición en DVD- son hermosos, pero yo elijo quedarme con el tercero, que comienza con un fade in desde una pantalla blanca a un encuadre perfecto en el que vemos, desde lejos, a unos perritos jugando a la orilla del mar. Este fragmento es pura transición: como ya dijimos, comienza con una, pero durante todo el plano, Kiarostami va quemando la imagen de forma progresiva. Al final del plano/escena/corto, cuando todo vuelve a transformarse en blanco, nos damos cuenta de que acabamos de presenciar uno de los grandes momentos de la historia del cine. Juan Pablo Martínez