Fávula
de Raúl Perrone
(Argentina, 80′).
Por Fernando E. Juan Lima
Si P3nd3jo5 significó una búsqueda distinta, un cambio en el cine de Raúl Perrone, Fávula significa una profundización de ese camino al punto de implicar también un apartamiento de esa deriva. Es cierto que el formato 4:3, el blanco y negro, la utilización de las herramientas formales del cine silente, la música remiten a P3nd3jo5, la que hasta hoy era la mejor película del realizador de Ituzaingó. Pero los intertítulos ahora mutan en un idioma inventado, extraña suma de sonidos que parecen resultar de pasar en reversa las conversaciones (el lenguaje, como el cine de Perrone, intenta volver atrás en el tiempo). Y las referencias a su habitual universo del conurbano bonaerense aparecen más difuminadas en una decisión que tiene que ver con el tono irreal, mágico, de fábula del film, pero también con una indagación que busca nuevos horizontes. Los personajes son apenas identificados, pero entendemos claramente quiénes y cómo son, qué es lo que les está pasando. La belleza de las imagenes y la deriva musical, que esta vez va más allá de las extrañadas cumbias de P3nd3jo5, nos llevan a un territorio sensorial que nos transporta en una deriva que no renuncia por completo a lo narrativo. Lo que sucede es que hay una manera de narrar que se conecta con los orígenes del cine. Y esto no como cita, homenaje, intertexto o referencia irónica o de voluntad cómica. Perrone está muy lejos del videoarte o de la instalación; muy lejos, por ejemplo, de otro cineasta que vuelve siempre al universo del cine silente como Guy Maddin. Es que en la obra del director de Graciadió, La mecha y tantas otras películas hay algo más básico y esencial que quizás se relacione con su incansable fuerza de trabajo. Su acercamiento al cine de los orígenes es la decisión de volver a sus herramientas y códigos, quizás abandonados o desconocidos por parte de quienes se acerquen a sus obras. Da la sensación de que Perrone filma en un estado de naturaleza que le impone olvidarse de la historia del cine y empezar de nuevo. Sus gustos e influencias están y no están en Fávula, cuya selva de cartón pintado en la que suceden o se sueñan los hechos termina en la oscura sala de un cine, como no podía ser de otra manera.