Por Nadia Marchione
Publicada originalmente en El Amante #265
El Festival de Cine Nacional Leonardo Favio en la ciudad de Bolívar tuvo muchas sorpresas. Se vio de todo y variado. Una programación que abarcó cortos y largos de diversas estéticas y sobre todo muchas ganas de parte de todos para que las cosas salieran bien en una ciudad chica, con un festival chico y con un público que no es el habitual “festivalero”.
Fue la tercera edición del festival y la primera a la que yo, que nací y me crié allí en Bolívar, pude asistir. La primera vez en el recientemente recuperado Cine Avenida, donde cuando era chiquita veía dibujos animados continuados durante toda la tarde de domingo. Así que sí, un festival chico. Pero muy lindo.
Y dentro de toda esa programación sobresalió una propuesta por su estética, su modo narrativo y su temática. Más allá de los premios oficiales del festival, La Salada fue una película clave dentro de toda la programación. De esas películas que apuntan hacia adelante, una ópera prima singular dentro del cine argentino actual y a su vez super porteña (tan porteña como el personaje taiwanés que es un cinéfilo experto en cine argentino contemporáneo y trabaja todas las noches truchando DVDs que después vende en la feria de La Salada). Una película que a primera vista parece hablar sobre los inmigrantes pero que trasciende el tema de la inmigración para hablar de la soledad en las grandes urbes, de todas esas pequeñas vidas que se mueven en masa en lugares donde circula tanta gente. Cada uno de ellos tiene una historia, muchas de las cuales son historias de inmigrantes. Y La Salada elige algunas de esas historias para contarlas. Y la sensación que tenemos de este otro lado es que elige esas como podría elegir otras de cientos de miles de historias de pequeñas soledades que andan dando vueltas en esa feria de multitudes.
Una película que pasó por Bafici y que, luego de su paso por Cine en Construcción, será una de las 8 películas argentinas que (entre 14 en total) formará parte de Horizontes Latinos en San Sebastián, y que en días nomás pasará por Toronto y también por Biarritz. Sobre La Salada, entonces, pudimos conversar con su director, Juan Martín Hsu, antes de partir para el Festival de Toronto.
¿Filmaste mucho en la feria La Salada?
La verdad que sí, la mitad del rodaje fue en La Salada. De todos modos no se ve tanto en la película, porque -aunque teníamos disposición de los guardias y toda la organización- es difícil filmar ficción en la feria porque la gente mira a cámara, y hay tantas variables de todo lo que puede pasar que era muy difícil tener una escena que esté bien filmada, bien actuada, bien todo… Entonces de todas las escenas que teníamos que filmar hubo mucho material que tuvimos que descartar.
¿Sólo quedaron algunos planos generales, no?
En la película tenemos pocos planos generales, pero queda alguno que otro de lejos. Pero una de las cuestiones que fue armando la película es que empezamos a descartar los planos generales mientras filmábamos porque no podíamos mostrar de más, porque había gente que nos veía y ya desde muy lejos empezaba a gritarnos, saludaban pensando que éramos de la televisión, y éramos un equipo grande, 20 personas, con micrófonos, etc, que llamaba mucho la atención, hasta que encontramos el método de ir medio a escondidas… Además algunos reconocían a los actores, y ya se ponían a hablar, y mucho no se podía hacer para explicarles, lo que hacía muy lento el proceso.
¿En qué año se filmó?
Octubre de 2012.
¿Y el guion de cuándo es?
Lo empecé a escribir en 2006. Lo laburé bastante, y fue todo un proceso de búsqueda de financiación y de entender cómo escribir un largo. Pasé mucho tiempo sacando, poniendo, y encontrando de qué se trataba la película (que eso fue lo que al final de todo recién encontramos con la montajista). Porque mientras filmábamos había algo pero no sabía muy bien exactamente por dónde ir. Filmamos mucho y se fue depurando… Había mucho material.
La historia original abarcaba mucho más el tema de La Salada. La Salada hoy en día es el escenario que reúne a estos personajes, pero antes La Salada era un personaje en sí, con más fuerza, que contaba más de la feria. Se contaba cómo era La Salada en los setenta, con los piletones abandonados, pero bueno, por diferentes cuestiones presupuestarias y demás se fue descartando. Yo lo que iba haciendo era: a medida que teníamos problemas de plata y problemas para filmar y demás (se acortaba el tiempo y el dinero), me iba quedando con lo que iba a contar la historia, con lo mínimo. Entonces gracias a esa limpieza que se dio más que nada por producción, había que trabajar el día a día. Cada día sacábamos la mitad de lo que íbamos a filmar porque no llegábamos, y así se fue puliendo bastante ese proceso.
Igual yo pensé que en este caso era particular, en La Salada, pero veo que pasa en todas las películas. Es más: ahora filmé un corto, y lo que hice esta vez fue tener más escenas, pensadas de antemano para borrar. O sea, si las podía filmar, mejor. Pero de todos modos yo ya sabía que a esas escenas las podía borrar. Y eso funcionó mucho mejor que antes, que pensaba que todo tenía que ser filmado.
Y al guion lo empecé en 2006 y terminé en 2010. Y era otra cosa: era también una historia coral, con más personajes todavía (era un quilombo la historia), pasaba exclusivamente todo en La Salada.
La cosa fue así: yo escribí unas líneas con la idea y después lo mandé al Taller Proa que se hizo en 2007, que era un taller de cuatro meses donde había un montón de tutores. En ese taller fueron cuatro meses de escribir el guion. Yo tuve de tutor a Ulises Rosell y a Rodrigo Moreno, y estaban Alan Pauls, Mariano Llinás, Martín Rejtman… Todos leían el guion y hacían sus devoluciones. Y así terminó el 2010 y presenté a opera prima del INCAA y ahí me dieron el premio para financiarla.
¿Y las historias corales iban todas por su propio carril o había algo que las unía?
No. Siempre fue una decisión que cada historia vaya por su lado. Ahora hay dos que se cruzan. Originalmente a veces se cruzaban pero me fui dando cuenta que en los personajes y en las historias tenía que dejar de forzar que aparezca el guion. Eso fue bueno; darme cuenta que cada vez que aparecía el guion los personajes perdían fuerza. Y todavía creo que esto está en la película. Hay momentos en que aparece el guion y es donde empieza a aflojar la historia.
Porque la idea cuando empecé a escribir el guion era que cada personaje tenga vida propia y avance sólo en las historias y te lleve solo hacia donde tenga que ir. Yo no quería que se le vea el control desde la ficción. Quería que tengan libertad, que se puedan mover. Y eso también era un ejercicio en el rodaje: intentar que los personajes se vayan moviendo solos. Es difícil igual, no se pudo mantener así en toda la película, pero siempre fue esa la intención y a veces yo sigo viendo esas fallas: cuando aparece el guion empieza a flaquear la película.
O sea que con los actores trabajaste bastante la improvisación…
Y bueno… básicamente el coreano yo no lo entiendo. Yo entiendo chino. Y al coreano lo improvisamos antes de filmar. Yo les decía más o menos qué quería que dijeran los diálogos y ellos me decían cómo sería en coreano y lo armábamos antes de filmar. Y las escenas muy largas, por ejemplo el beso entre la coreana y Nicolás Mateo, que es la más larga de la película en un plano único, esa escena era medio armada sobre la marcha y los diálogos los íbamos armando ahí en una improvisación anterior.
¿Habías trabajado el vínculo antes del rodaje con los actores?
Sí, no fue mucho tiempo pero tuvimos un par de reuniones, un par de ensayos. Ensayamos un poco con todos. Muy poco, no mucho. Igual en los ensayos estaba también Natural Arpajou, una directora que con algunos personajes, sobre todo con Bruno y Yenny, me ayudó a trabajar un poco más porque son más chicos y entonces eran más tímidos. Igual dependía, porque la chica coreana que no es actriz y era su primera vez frente a la cámara no tuvimos que trabajar tanto antes…
¿Y cómo fue entonces que se dio su participación?
Ella vino al casting acompañando a una amiga. Estaba en la Argentina, vino 6 meses a aprender español y la vimos y le dijimos si no quería probar, porque físicamente daba muy bien. Cuando vimos que era tan suelta frente a la cámara le pagamos el cambio de pasaje (porque ya se iba, se volvía a Corea) y se quedó un mes y medio más para filmar la película y después volvió a su vida normal. Ella estudia administración de empresas, nada que ver. Está en Seúl y vive ahí.
¿Y qué dice cuando se entera de que le está yendo tan bien a la película?
Y yo hablo un poco pero creo que (vio la película porque se la mandé online) como no ve todo la manera en que se ve en el cine y la recepción, creo que todavía no entiende. Ojalá en algún momento la película pueda ir a Corea o a algún lugar cercano donde ella la pueda ver en cine y pueda darse cuenta de que es una película. Porque hasta ahora incluso la manera en la que filmamos fue todo muy austero, entonces no parecía que estaba filmando una película. Además de donde ella viene, en Seúl (por lo que ella misma me contaba) a los actores y directores no te los cruzás en la calle, es más un star system. Acá es todo más accesible, y eso a ella le encantaba.
¿Hablaba algo de español?
Hablaba pero no mucho, así que las partes en coreano eran más fáciles porque podía hablar y actuarlo, pero las partes en español le costaban porque no llegaba a entender las palabras, entonces le costaba interpretar.
Y a ella la fuimos descubriendo en el rodaje. Cuando hicimos el casting ya me había gustado y sabía que iba a estar muy bien (además porque faltaban cuatro día para filmar, estábamos para agarrar a cualquiera) y cuando vi cómo empezó de a poco y cada vez mejor frente a la cámara, vi que no cometía errores, y ayudó mucho al registro de los otros personajes a la hora de filmar. Y la historia de padre/hija originalmente no era la historia más importante pero ella le dio algo que empezó a ganar importancia la historia, porque empezó a aparecer el personaje ahí.
¿Qué recibimiento tuvo La Salada en las comunidades coreana, taiwanesa y boliviana (que son las que aparecen de algún modo representadas a través de los personajes de la película)?
Todavía no encaramos mucho esa parte. Me parece que a los dirigentes de la colectividad coreana no les gustó mucho porque no les gusta la idea de la salada mezclada con coreanos. De los taiwaneses, bueno, mi mamá es taiwanesa. A ellos les gusta que haya estado una película de alguien de origen taiwanés en el Bafici. En el estreno en Bafici estuvo el embajador taiwanés, pero la colectividad taiwanesa es muy chiquita acá. De la colectividad china también algunos lo vieron y hay un cierto apoyo porque la colectividad es chiquita y de la boliviana creo que también va a estar el apoyo porque varios periodistas bolivianos ya hicieron notas sobre la película y quieren hacer más cuando se estrene. También porque la historia de Bruno está basada en la novela Bolivia en construcción de Sergio de Nucci (es más, en la película hay dos escenas que son de la novela, y está Sergio atrás, de extra) y él está muy metido con la bolivianidad en la argentina, y eso también ayuda mucho. Y hay una idea de intentar mostrarla en las colectividades, en ese entorno. Igualmente ahora va a estar en el Festival de Cine Migrante y espero que ahí se termine de armar bien, porque ahí también están metidas muchas colectividades. La película tiene el apoyo del INADI. A mí me gustaría poder hacer proyecciones en el marco de las colectividades. El tema es que la película no es del todo condescendiente (ni es crítica tampoco), y yo traté de evitar los estereotipos para crear personas antes que personajes, por eso quizás no termina a veces de gustarles mucho.