El 5 de Talleres
Adrián Biniez
Por Fernando E. Juan Lima.
Dentro de un seleccionado argentino que sorprende por su diversidad y calidad en las distintas secciones del festival, esta película proyectada al inicio de la muestra resulta particularmente atendible y sólo el afán de aprovechar al máximo de la fiesta marplantense explica el atraso en garabatear estas líneas.
Un jugador de fútbol de la C (el «Patón» Bonassiolle/Esteban Lamothe) que se encuentra al borde del retiro es el punto de partida para mostrar un mundo que es difícil de encontrar en el cine argentino actual. Quizás bajo la influencia de esa extraña moda que indicaría que pertenecer a la «clase media» es motivo de rechazo o denuesto, en la representación en pantalla hay poco espacio para quienes, sin tener un pasar económico acomodado, siguen batallando dentro del marco de lo legalmente permitido. Entre Nordelta y el violento territorio narco hay muchos matices y realidades. ¡Mal ejemplo! Me explico: las clases más bajas han ganado lugar en las pantallas, aun a costa, las más de las veces, de miradas miserabilistas, criminalizantes o condescendientes. Pero el tipo de laburo cuyo mayor conflicto no es sobrevivir a la violencia institucional o privada es mayormente ignorado.
Y el Patón tiene 35 años, el secundario incompleto y la sanción que recibe sobre el fin del campeonato lo lleva a pensar en qué hará de su vida al retirarse. La acción transcurre en Zona Sur, en un Remedios de Escalada cuya dinámica nos indicaría que esos lugares han dejado de existir en el Gran Buenos Aires. ¿Somos nosotros que no los vemos o es Biniez cuyos más de 10 años viviendo en Montevideo han contaminado su percepción? Del vestuario, los entrenamientos y partidos al intento de terminar el secundario y buscar un negocio rentable, el centro del film lo constituye la pareja conformada por Lamothe y Julieta Zylberberg. Pareja en la vida real, la impronta documental y los posibles juegos y referencias se multiplican, del barrio y la historia personal del realizador, a esos códigos inasibles pero palpables que se vislumbran entre los protagonistas.
Con mucho humor, con mucho cariño hacia los personajes, El 5 de Talleres emociona con herramientas nobles y nos acerca a un cine que hace mucho que no veíamos. En alguna cola antes de entrar a una sala escuché a alguien decir en referencia a esta película algo así como que se trataba de «la versión light de Mauro». Más allá del reduccionismo cruel de esta afirmación (y de que Mauro nos gusta mucho), sí es cierto que para disfrutar de ella deberíamos comenzar por admitir que no forman parte del territorio de la ciencia ficción aquellos hombres y mujeres que día a día (en sus trabajos y en sus familias) intentan vivir un poco mejor sin recurrir a la delincuencia.