Cannibalismos 2019 – Día 7

Por Jaime Pena
Cannes 20/05/2019

Portrait de la jeune fille en feu (Céline Sciamma) Competición
Une fille facile (Rebeca Zlotowski) Quincena de los Realizadores
Le jeune Ahmed (Jean-Pierre y Luc Dardenne) Competición

 

Con su perfecta y calculada combinación de academicismo y modernidad, Portrait de la jeune fille en feu es una seria candidata a la Palma de Oro. El tiempo está de su parte, por otro lado, pues la película de Céline Sciamma traslada un discurso radicalmente feminista, tanto desde su equipo técnico artístico como desde su propia temática. Sería en tal caso solo la segunda Palma de Oro a una película dirigida por una mujer, después de Jane Campion con The Piano, con la que Portrait.. comparte bastantes cosas. Una de ellas es la de tratarse de un film de época, algo a lo que los cineastas franceses siempre han temido enfrentarse desde los tiempos de la Nouvelle Vague y que casi siempre terminan por abordar. La película de Sciamma, más que una película de época, es una película pictórica, en realidad, con un tratamiento lumínico y cromático que se inspira en la pintura del XVIII, un siglo que se representa así, más que a través de unos temas profundamente contemporáneos.

 

Portrait… parte de la mirada de una joven pintora e hija de pintor, Marianne (Noémie Merlant), contratada por una condesa (Valeria Golino) para que pinte un retrato de su hija Heloïse (Adele Haenel) sin que esta se percate. Heloïse ha perdido a su hermana, que se ha suicidado, y ha tenido que abandonar el convento con el fin de casarse y así garantizar la herencia familiar. Un primer pintor fracasó en su intento cuando ella se dio cuenta de la finalidad del retrato: ofertar a la heredera entre la nobleza europea. Heloïse tiene algo de heroína romántica, una mujer marcada por la pulsión de la muerte, como la Madeleine de Vertigo o la Jennie de Portrait of Jennie. Y la ambientación en la costa bretona, con sus pronunciados acantilados y el oleaje amenazante, le proporciona un paisaje ad hoc a la historia. En todo caso, esta se desarrolla principalmente en los interiores de la mansión donde Marianne ha habilitado su estudio, en un primer momento secreto. Marianne mira constantemente a Heloïse para memorizar su rostro y así retratarla, imaginamos que de la misma manera que Sciamma mira y filma a Haenel, su propia pareja. De hecho esta es una película que narra un proceso de enamoramiento a partir de una mirada. Por eso mismo, esta película, tan perfecta, con momentos de una extraordinaria belleza, es ante todo una carta de amor de la cineasta a Haenel, un retrato hecho a su mayor gloria (el plano final sostenido sobre su rostro con el impetuoso Presto de “El verano” de Vivaldi es de los que se guardan en la memoria). Y con todo, uno no puede dejar de imaginar qué habría hecho un Manoel de Oliveira con este material. O, mejor aún, qué habría hecho Rita Azevedo Gomes.

 

Caroline Sciamma nació en 1980, como Rebeca Zlotowski. Ambas presentan este año en Cannes su cuarto largometraje, pero mientras la carrera de la primera va en claro ascenso y ha llegado hasta la competición de Cannes, la de la segunda parece encontrarse en un punto muerto, el de una cineasta que, después de Grand Central, su segunda película, vista en su día en Un Certain Regard, ha defraudado muchas de las expectativas puestas en su cine. Y Une fille facile lo confirma en buena medida. Su referente reconocido es Eric Rohmer (¿cómo sería La coleccionista en 2019?, se pregunta la directora) y es un referente que tiene demasiado peso en una película de la que, además de tratar de una chica “fácil”, se podría decir que se trata de una película demasiado fácil, un tanto cómoda en su planteamiento y resolución, el típico proyecto para salir del paso o, simplemente, porque había que hacer una nueva película. Pero esa chica fácil del título no es su protagonista, Naïma (sí, como el tema de Coltrane, tal y como se subraya en la película), interpretada por Mina Farid, adolescente de Cannes (otro punto) que suele pasar los veranos trabajando en el hotel donde su madre está empleada. Pero este año ha venido a pasar las vacaciones su prima Sophie (Zahia Dehar), de veintidós años, una mujer de una belleza un tanto artificial, modelada en las clínicas de estética. Naïma abandona entonces a su amigo gay justo cuando este iba a realizar una audición y se lanza a una inédita vida nocturna de lujo y yates con las conquistas de Sophie. Hasta que un día la prima desaparece sin decir adiós y las aguas recuperan la calma. Tampoco se puede decir que Une fille facile las hayan alterado en demasía.

 

Esa idea de sacar proyectos adelante más por una necesidad económica que artística es todavía más patente en Le jeune Ahmed, la nueva película de Jean-Pierre y Luc Dardenne, posiblemente también la peor de su filmografía y en la que se hace más evidente un cansancio que no pasaba desapercibido en sus películas anteriores. La fórmula Dardenne, tan exitosa para ellos y tantos otros cineastas que la convirtieron en una especie de lingua franca internacional, estaba claro que no se podía repetir hasta el infinito. El Ahmed del título es un adolescente de trece años muy influido por su Imán y por eso mismo obsesionado con el cumplimiento estricto del Corán. Su radicalización islamista tiene algo de rebeldía juvenil (contra su profesora, su madre o sus hermanas) pero acaba por llevarlo a un centro de internamiento de menores. Perfilado con brocha gorda, desarrollado el personaje a partir de fáciles contrastes que buscan la reacción inmediata, El joven Ahmed esquiva el debate moral y nuestras propias contradicciones. Su apresurado final es la prueba inequívoca de que sus propios autores querían sacarse de encima esta película lo antes posible.

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