Cannibalismo 2015 Día 4

Por Jaime Pena

El estudiante terminaba con una negativa; La patota (Paulina, en la Semana de la Crítica de Cannes), la nueva película de Santiago Mitre, se inicia de nueva con una negativa para cerrarse con otra, ambas de Paulina (Dolores Fonzi) y dirigidas a su padre. Paulina ha decidido dejar en suspenso su “carrera judicial” y aventurarse en un programa social en una pequeña comunidad de Misiones, en la frontera con Paraguay, desoyendo los consejos de su padre. Entre ambas negativas sucederá una violación, que lo cambiará todo, salvo de decisión inalterable de Paulina, y sobre la que se construye la tesis de esta película que nos viene a decir que una situación injusta no puede revertirse con la aplicación estricta de la legalidad, un planteamiento tan arriesgado como discutible y que puede provocar más de una polémica. Fuera de esas negativas, La patota es una película muy distinta a El estudiante, sin duda menos brillante, pero que quizás nos dice mucho más de un director que ahora no puede apoyarse en un guión tan perfecto como el de su primer largometraje, un director que parecía destinado al cine de género. Al Mitre de La patota lo percibimos en muchos planos centrados en el rostro de Dolores Fonzi, planos que por momentos parecen negar la posibilidad de un contraplano, como si fuera de Paulina no existiese otra cosa, ni siquiera un guión. Puede que La patota despierte menos interés que El estudiante, pero ahora Mitre parece un cineasta más indiscutible.

Por su lado, Nanni Moretti le ha reservado el papel protagonista de Mia madre a Margherita Buy, una directora de cine que funciona claramente como alter ego femenino de Moretti, aquí relegado a un personaje secundario, el hermano de la directora. No es este un asunto baladí, pues de él deriva la lectura feminista de una película que nos presenta a una artista que ha de compaginar el problemático rodaje de una película con su vida doméstica y, en especial, con la enfermedad terminal de su madre. Y en la decisión de cederle el papel protagonista a Buy hay también un acto de generosidad por parte de un Moretti que entiende que Mia madre es una película consagrada a las mujeres. El rodaje, en el que interviene una estrella americana (John Turturro), depara los momentos de humor más característicamente morettianos, también sus paranoias; la enfermedad de la madre muestra la otra vertiente de su cine, la más sentimental, esa sensibilidad especial que siempre ha demostrado a la hora de retratar lo más íntimo, en este caso la muerte de una madre. Uno tiende a pensar que Moretti ya está amortizado y que sus mejores películas forman parte del pasado (y eso es cierto al menos en su utilización ya un tanto anacrónica de la música y de temas demasiado obvios, de Arvo Part a Leonard Cohen), pero películas como esta o Habemus Papam demuestran que todo lo que ha perdido en acidez lo ha ganado en humanismo.

Trois souvenirs de ma jeunesse es la nueva película de Arnaud Desplechin, notoriamente rechazada por la oficial de Cannes y que ha encontrado refugio en la Quincena de los Realizadores. Puede que estemos ante una película “menor” en su carrera, un complemento de su cine anterior, en la medida que recupera al Paul Dedalus de Comment je me suis disputé… (ma vie sexuelle), para narrar su infancia y juventud a partir de tres episodios o temas. Pero incluso las películas manifiestamente “menores” de Desplechin siempre tienen mucho que ofrecer, piénsese por ejemplo en L’Aimée. Efectivamente hay algo de menor en los dos primeros episodios de Trois souvenirs.., también los más cortos, no así en el tercero, el titulado Esther, que narra la relación amorosa entre Dedalus y la adolescente del título, una relación atormentada y profundamente romántica marcada en todo momento por la distancia entre París y Roubaix. Desconozco cuánto puede haber de autobiográfico en esta historia que, en la forma de relato que adopta Desplechin, tiene muchos puntos en común con L’ombre des femmes, de Philipe Garrel, en particular la utilización de una voz en off muy literaria y deudora de la Nouvelle Vague, algo que también emparenta a estas películas con Irrational Man de Woody Allen.

La guionista Phyllis Nagy ha adaptado a Patricia Highsmith en Carol, la película de Todd Haynes presentada en la competición oficial y que ha sido recibida con “bravos”. Pero ni Nagy ni Highsmith nos deberían hacer dudar que estamos ante una película 100% de Haynes, un ejercicio de estilo en la línea de Far From Heaven, si bien aquí Douglas Sirk está mucho menos presente. De todas formas, la historia de la relación amorosa entre una mujer de la alta sociedad neoyorquina, Carol (Cate Blanchett), y una dependienta de grandes almacenes, Therese (Rooney Mara), entre los meses finales de 1952 y los primeros de 1953, se sirve de la estética del cine de la época, solo que ahora, como ya ocurría en Far from Heaven (y en realidad con todo su cine), tamizada por toda la teoría cinematográfica, en especial la feminista, de la que Haynes siempre ha sido un gran conocedor. Far from Heaven era Sirk, sí, solo que un Sirk post-Laura Mulvey. Esa mirada feminista está más presente que nunca en Carol, una prodigiosa historia de amor que va ganando en intensidad con cada uno de sus planos (y no hay ni un solo plano prescindible o accesorio en Carol) hasta llegar a un final con un estallido emotivo tal que solo puede compararse en el cine reciente con el de Phoenix de Petzold. Me gusta mucho Mad Men pero viendo Carol uno no puede dejar de sonreír cuando oye que el mejor cine de hoy se hace en televisión.

Una pequeña nota final para recordar que la Quincena exhibió la primera de las tres partes de 1001 noites, subtitulada O inquieto, el gran fresco que Miguel Gomes ha elaborado a partir del clásico de Las 1001 noches y algunos acontecimientos recogidos por todo Portugal a lo largo de doce meses, sucesos que reflejan de uno u otro modo la profunda crisis y el empobrecimiento generalizado del país. Aunque dividida en tres películas más o menos autónomas, un juicio definitivo sobre este ambicioso proyecto solo se debería de emitir después de ver sus seis horas de metraje, por lo tanto no antes del miércoles 20. Hasta entonces solo querría avanzar la sorpresa que depara su estructura, que combina el registro documental con la ficción, el naturalismo y lo grotesco, el realismo más crudo y desesperanzado con el humor característico de Gomes y sus provocaciones metanarrativas (claramente, estamos de nuevo en el mundo de Aquele querido mes de agosto). Esta primera parte es magnífica y parece anticipar uno de los proyectos cinematográficos más ambiciosos de lo que va de siglo, también de los más originales, pues esta película no parece tener referentes conocidos. Seguiremos informando.

Publicada el 16/05/15

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