Siempre he encontrado algo que me interesó en las películas del canadiense Xavier Dolan. Hasta ahora. Mommy, presentada aquí el día de ayer tiene lo peor de Yo maté a mi madre: una continua pulsión over the top, un vómito irrefrenable de un personaje insoportable que siempre está demasiado excitado y gritando. Una vez más relación madre e hijo, este último con tal grado de disfunción para la vida que durante toda la película circula la necesidad de institucionalizarlo (en una prisión juvenil o un hospital psiquiátrico, o las dos cosas, mejor no abundar en detalles). La utilización de música pop muy conocida y ciertos ralenttis en momentos determinados ya son una marca de fábrica. La idea de filmar en un firmato 1.33:1 (la pantalla casi cuadrada pero con el lado más largo en la orientación vertical) tien que ver con el circense truco de hacer «abrir» la pantalla al protagonista con sus manos en un momento de expansiva libertad. Sí, así venimos (y el público aplaudió ese momento). Si no me levanté de la proyección es porque en la sala Debussy hay muy poco espacio entre las hileras de butacas y  habría molestado a medio planeta. En fin, tachame a Dolan.

Con Jimmy’s Hall Ken Loach vuelve a la competencia oficial. Si algo se agradece (como en su anterior película que pasó por acá, La parte de los ángeles) es el hecho de que al haber más humor, su consabida y lineal bajada de línea resulta un poquito más digerible. Por lo demás, el hecho de que la historia vaya por el lado de la reivindicación irlandesa (en el medio de sus luchas del siglo pasado por cuestiones religiosas y por su relación con el Reino  unido) de la posibilidad de escuchar jazz y bailar, da a la película un aire Footloose que no deja de ser simpático.

La encantadora, pero no por eso menos desgarradora, Incompresa confirma que a Asia Argento hay que prestarle atención, también, como directora. Una película que imaginamos autobiográfica, en la que los roles de madre e hija podrían tener que ver con la explosiva Asia. La protagonista, una niña de 9 años, hija de padres artistas, separados y con una hermana y una hermanastra, deambula como bola sin manija, de una casa a la otra, ante la indiferencia o el hostigamiento de su familia. En la escuela, más alla de su talento para la escritura, no le va mejor con los compañeros de curso ni con el chico que le gusta. El único amigo que posee, como corresponde a una futura bruja, no pued sino ser un gato negro (Dac). Tras lo que parece el final la niñiti mira a cámara y dice algo así como «Lo que acabo de contar no es para hacerme la víctima. Es para que me traten un poquito mejor». No hacía faltadecir  lo primero: Incompresa nunca abusa de su criatura ni explota el tema de la violencia hacia los chicos (como sí lo hace, por ejemplo, la israelí Loin de mon père). Lo segundo era lo que faltaba para salir de la sala con el corazón estrujado, tras ver una película que apunta al exceso y al humor antes que al melodrama o al sentimentalismo para acercarse a un tema sin dudas movilizante.

Charlie’s country de Rolf de Heer sigue al Charlie del título, un aborigen que no termina de encajar en la sociedad creada por los blancos. El pasado en el presente, la relacion con la naturalezzzZZZ No es para mí a esta altura del Festival. Sí llaman la atencion algunas cosas de Leviathan de Andrey Zvyagintsev (¡andá a decirlo en voz alta!). Mucho alcohol y un embrutecimiento fenomenal de la humanidad es lo que emana de esta obra que, sobre el final, se pone demasiado subrayada, grosera y lineal. Del juicio sobre la propiedad de un terreno sobre el mar, pretendido desde la política para la realización de un proyecto inmobiliario, a la historia de los contendientes judiciales, sus dramas familiares, sus relaciones y compromisos corruptos, todo es regado por la violencia y el alcohol. En el inicio el humor relaja un poco tanta brutalidad, el final, como se dijo, sentencioso  y subrayado, desmerece el resultado final.

Fernando E. Juan Lima