Cannes 2014. Día 3.

               Los días comienzan temprano y terminan tarde. Y para enviar a tiempo la entrega de ayer (y dormir un poco) omití comentar que en el acto de apertura de la Quinzaine des réalisateurs se entregó una Carrosse d’or in memoriam al gran Alain Resnais. El mismo reconocimiento que en su momento recibieron, entre otros, Nanni Moretti y Naomi Kawase, fue otorgado al realizador de tantas obras inolvidables, de quien en el último BAFICI pudimos ver Aimer, boire et chanter. Fue aquí en Cannes, en la misma sala donde ahora escribo estas líneas (la del Theatre Lumière) que vi Vous n’avez encore rien vu, gran película quizás algo minusvalorada por la mayoría de la crítica, que conjuga muchos de los atributos que caracterizan las obras del director de On connait la chanson: inteligencia, humor, cruce de géneros, heterodoxia, desparpajo para jugar con la intertextualid cruzando lo profundo con lo ridículo. Un gran mérito de Resnais tiene que ver también con haber construido un corpus cinamatográfico coherente pero ecléctico, siempre inteligente y provocador. No es lo que puede decirse del canadiense de origen armenio Atom Egoyan, cuya presencia en Cannes sólo se explica por su pertenencia al círculo de allegados al festival en razón de sus pasadas participaciones aquí. Como planteaba Kim Ki Duk a los festivales en Arirang, que también pasó por aquí, por Un certain regard: «Ustedes nos inventaron, ¿ahora que harán por nosotros?». En fin, una vez operado el «descubrimiento», hay que mantener la apuesta; ya se sabe que, como aconseja el dicho camperon, nunca hay que cambiar de caballo a mitad del río.

                Hace tiempo que el  director de Exótica y El dulce porvenir parece haber perdido el rumbo. Creo que con Ararat me había prometido tratar de evitar sus películas, pero, como nunca se sabe, y acá estamos, a las 8:30 de la mañana arremetimos con The captive. Tras estar desaparecida por ocho años, Cassandra, ahora una adolescente, comienza a dar señales de vida a sus desesperados padres. Historia que a través del policial se acerca a la pedofilia y a una organización particularmente perversa, sólo las imágenes de la nieve y unas cataratas del Niágara congeladas transmiten algo de esa sensación de desesperación y soledad que el enrevesamiento temporal que Egoyan propone no logra generar.

En Un certain regard, Mathieu Amalric presentó La chambre bleue y demostró que es un artista a seguir también como director. Amalric construye un polar con aires hitchcokianos desde el suspenso y la exacta música que contribuye al clima con que se narra una pasión tan potente que puede (o no) constituir el germen de un crimen atroz. La chambre bleue juega a abonar el terreno para un whodunit, pero sus intereses son otros. La pasión y el deseo carnal por primera vez descubiertos, la tensión entre la tranquila vida familiar y el fuego que nubla la razón, la reconstrucción parcial de una narración a través de la memoria filtrada por las pulsiones, pero también a través de la reconstrucción del caso ante la justicia nos sumergen en un extrañamiento que nos acompaña luego de terminada la proyección. Como el protagonista (también Amalric), el film se detiene en detalles aparentemente intrascendentes, se distrae, parece pensar en otra cosa, como el azul de la habitación en la que se encuentran los amantes, el azul de los gendarmes o el da la sala del juicio. ¿Cuál es el origen de todo esto? Un hombre y una mujer mantienen una relación amorosa que

Luego, Winter sleep, de Nuri Bilge Ceylan, Amour fou, de Jessica Hausner y Relatos salvajes, de Damián Szifrón. Mañana les cuento, porque algo hay que dormir. Sólo anticipo que Relatos salvajes es, hasta ahora, lo mejor de lo proyectado en la competencia oficial. Frente a tanto compromiso con autores que conocieron épocas mejores, frente a las infaltables vacuidades sólo justificadas en la corrección política, Relatos salvajes afirma que el género y el humor también tienen cabida en este festival. No olvidemos que Pulp fiction pasó por La Croisette.

Eso. La seguimos mañana.

Fernando E. Juan Lima

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