Por Emiliano Andrés Cappiello

Este hombre es un fenómeno. Vos ves una pelìcula de Iñárritu, pensás que el tipo no puede empeorar, y llega su película siguiente a demostrarte equivocado. Nunca falla. Birdman utiliza la historia de regreso a la fama de un actor venido a menos para desplegar todas las ideas subnormales de Iñarritù sobre el mundo del espectáculo. Aunque llamarlas ideas es darles más crédito del que merecen. Concepciones básicas y prejuiciosas, en fin. Los actores son egocéntricos, el entretenimiento no es arte, los críticos son directores frustrados, Hollywood es feo y malo. Todo boludeces así durante 2 horas, pero filmado en (falsos) planos secuencia y con simbolismos berretas (por no hablar del paupérrimo plano final) para darse status de Artista Importante, así, con mayúscula.

– ¿Como hacemos para simbolizar la caída en picada de la vida del personaje?

– ¡Abrí la pelìcula con, tipo, un meteorito cayendo del cielo en llamas!

– ¡Y lo intercalamos con unos animales muertos!

Sutil. No es difícil imaginarse a Iñárritu como el Drax de Guardianes de la Galaxia, exclamando “Metáfora!”, pero sin su sensibilidad y espíritu de diversiòn (porque recuerden que el arte no es entretenido). Iñárritu arremete contra el cine de superhéroes en particular, utilizando el pasado del personaje de Keaton y el contexto del show business, sin entender que un fotograma de estos films tiene más cine que toda su carrera. Por si fuera poco, demuestra sus inexistentes capacidades cinematográficas logrando por vez primera que Emma Stone se vea fea y caracterizando a Edward Norton como, supuestamente, un actor de gran nivel, cosa que te destruye automáticamente cualquier verosímil. Iñárritu utiliza el cine con mezquindad, para hacerse el piola por burlarse del resto, sin dejar de lado la pretensión de creerse un Artista Importante. En definitiva, otro desastre para la carrera del director más cretino en actividad.