Ave Fénix (HS)

Ave Fénix
Phoenix
Alemania/Polonia, 2014, 110′

Dirigida por Christian Petzold

Por Hernán Schell.

Empecemos por el final. Allí Nelly (Nina Hoss) empieza a cantar en inglés una canción llamada “Háblame bajo” (Speak Low) mientras su marido toca el piano.  En ese momento el esposo se da cuenta quien es verdaderamente Nelly, lo hace a partir de la revelación de su voz y también del código numérico que tiene tatuado en el brazo. Es muy difícil que este año genere en términos cinematográficos una escena de mayor impacto que esta. Y lo curioso es que los elementos para hacerlo son mínimos. Al director Petzold le bastan unos pocos planos y una serie de expresiones (sobre todo la de Johaness dándose cuenta de que fue engañado todo este tiempo) para crear un clima de tensión inmenso. A esto se le suma otra cosa: el contexto en el que se desarrolla esta situación. Petzold procura poner todo esto en un entorno extrañamente amable, luego de un almuerzo familiar, en un espacio pequeño y acogedor y a pleno día. Si uno observa bien la película, además, se dará cuenta que esta escena de cierre tiene una lógica similar a la de apertura. Ahí también está presente el idioma inglés (el soldado que detiene el auto es americano), ahí también un personaje ve un producto del horror de la Shoah en Nina (no el código numérico sino el rostro deformado), y ahí también Nina termina abandonando ese espacio para ir hacia un futuro incierto.

Esta suerte de estructura circular de la película podría abonar  la teoría de quienes comparan a Ave Fénix con Vértigo de Hitchcock, película obsesionada con la circularidad del relato hasta en sus títulos de crédito. Sin embargo me permito disentir ante quienes relacionan a largometraje de Petzold con esta película. Vértigo y Ave Fénix podrán compartir la idea de una mujer que es vestida y “entrenada” para que sea idéntica a una mujer pasada y supuestamente muerta. También está la idea de la mujer que se encuentra en la rara posición de tener que “disfrazarse” de ella misma. Incluso en ambas películas hay momentos en que el director ilumina al personaje femenino como si fuese un fantasma (más de una vez en la película de Petzold se ensombrece por completo el cuerpo de Nina mientras ella camina lentamente). Pero esas son todos los elementos que comparten las películas.

Por empezar Vértigo no es una película que trabaje la idea de la memoria. Después de todo Scottie Ferguson logra reconstruir a la perfección y en cada detalle a la mujer que supuestamente había perdido. En Ave Fénix, en cambio, los recuerdos son presentados como construcciones engañosas de la memoria. Johaness recuerda una forma de caminar y de moverse distinta a la que en realidad tiene Nelly y Nelly, al mismo tiempo, parece tener un recuerdo idealizado de su marido que no corresponde con la realidad.

Por otro lado,  Vértigo es una película llena de personajes torturados, de comportamientos autodestructivos y no del todo comprensibles. La forma en la que Judy termina despojándose de toda dignidad para satisfacer el fetichismo enfermizo de Scottie Ferguson, incluso la duda de hasta que punto el propio Ferguson no termina buscando inconscientemente ese final trágico, son cuestiones que vuelven misteriosas en la personalidad de estos personajes. En Ave Fénix en cambio, los comportamientos extraños de sus personajes son perfectamente comprensibles dadas las circunstancias. Que Johaness quiera volver a reconstruir a su esposa obedece a causas materiales muy concretas, que Nelly ignore que el hecho de que su marido la haya podido traicionar para conservar un gran recuerdo de él tiene que ver con una persona que tras pasar el horror del Holocausto quiere aferrarse a un pasado idealizado. Incluso las causas de por qué Nelly se siente bien haciendo ese juego de simulación frente a su marido son explicados por el propio personaje a su amiga Lene en una escena de la película. Allí le dice a su amiga que en algún punto hay algo que le gusta en ese juego en el cual el marido quiere convertirle a ella en lo que era antes, incluso en la posibilidad de que ella estuviera celosa de ella misma. Cuando Nelly le dice eso a su amiga, esta no puede evitar mirarla con pena.  Supongo en algún punto la mirada de Lene refleja lo que sucede con uno como espectador cuando piensa en el juego que está haciendo la protagonista, sobre todo porque Petzold gusta de dejar al descubierto, mediante la puesta en escena, cuánto de irreal y de imposible hay en los deseos y las expectativas de la protagonista. Después de todo, si hay algo que genera especial interés en esta película es la manera en la cual los deseos absurdos de Nelly contrastan con los escenarios en los que se mueve. En Ave Fénix vemos a Nelly concentrándose en su nueva cara en un espejo roto mientras ignora estar parada frente a un edificio destrozado por las bombas en la Alemania de posguerra; o ir a buscar a su marido en un barrio pobre, entrando incluso a un cabaret de mala muerte, sin ser consciente de lo peligroso que eso es para ella (incluso ni siquiera parece consciente del peligro que es transitar esas calles después que es asaltada); y por supuesto la vemos una y otra vez tratando de vestirse como la Nelly de antes cuando su rostro está cansado y reticente a la más mínima sonrisa.

Lo curioso de todo este asunto es que uno espera que en algún momento esa realidad se imponga sobre Nelly generando así una tragedia. Sin embargo la película termina yendo por el lado contrario. Es Lene (una mujer que vive permanentemente con la realidad que la rodea a flor de piel) la que termina suicidándose, y es Nelly la que al menos hacia el final logra salirse de la farsa que ella misma ayudó a construir sin caer en ninguna locura final. En alguna medida, es como si la propia película creyera en la posibilidad de que esa fantasía y la memoria selectiva en la que vive la protagonista pueden funcionar como una coraza transitoria frente al horror, o mejor aún, como una suerte de filtro que le permita a Nelly, progresivamente, ir cayendo en una realidad que sería demasiado dura de aceptar de frente. Después de todo es “Háblame bajo” la canción que Nelly elige para finalmente confesarle la realidad a Johannes, toda una forma de mostrar que ella tuvo que ir recibiendo la verdad de las cosas no a través de un grito directo sino de susurros.

En alguna medida, el propio Petzold parece comprender bien esto incluso desde su puesta en escena. Aún con su gusto por la puesta más bien realista, hay cosas que también el propio Petzold no quiere mirar de frente: ni muestra la cara deformada de Nelly, ni pone imágenes de campo de concentración alguno y sólo se atreve a mostrar de manera lejana y borrosa la cara anterior de la protagonista. Entre todas las cosas incluso que el propio Petzold prefiere mirar de manera borrosa es el propio plano final de la película, con Nelly caminando hacia un lugar incierto mientras su marido todavía se encuentra en estado de shock. Acaso, como creía el propio Daney, hay cuestiones que al rebasar lo terrible sólo pueden ser miradas con temor y temblor, y cuestiones también que al ser ignoradas -no sólo no se sabe cómo pueden producirse ciertos horrores, sino también cómo se puede sobrevivir a ellos- apenas pueden dejarse en el territorio de lo incierto. A veces, como pasa en estos casos, estas miradas tímidas y parciales pueden ser también las más lúcidas.

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