Argentina, 2013
DIRECCIÓN
Sebastián De Caro
GUIÓN
Sebastián De Caro
INTÉRPRETES
Eduardo Blanco, Clemente Cancela, Walter Cornás, Gastón Pauls
Por Juan Villegas
Hay algunas buenas noticias en la aparición de esta comedia argentina dirigida por Sebastián De Caro. La más destacable es que se permite un planteo narrativo actoral ajeno a toda tradición costumbrista. Ni siquiera la peligrosa presencia de un actor como Eduardo Blanco asoma por ese lado. Su aparición es poco más que un cameo, incluso injustificado, pero su actuación no desentona con el resto del elenco, que maneja todo el tiempo un tono preciso, no exaltado, corrido siempre un poco hacia el absurdo y la ironía, pero casi siempre lejos del sarcasmo y la pomposidad del costumbrismo de cuño televisivo que abunda en la mayor parte de las comedias hechas en este país. Sorprende gratamente, en este sentido, la actuación de Gastón Pauls, encarnando a un fumón cansino y un poco ido, algo enigmático pero muy simpático. Es un personaje lateral en la trama, pero genera las situaciones y líneas de diálogos más graciosas y tiernas. Tal vez sea la mejor actuación de Gastón Pauls en toda su carrera. El grupo de amigos del protagonista, formado por Alberto Rojas Apel, Clemente Cancela y Alan Sabbagh, tiene momentos interesantes, generados por un buen timing en los diálogos y por el carisma de los actores, pero peca otras veces de un excesivo “muchachismo”. El grupo, como soporte sentimental y moral de Juan luego de su reciente separación, trabajado a partir de los códigos masculinos más básicos, juega en contra de la eficacia emotiva al limitar las individualidades y los vínculos reales y concretos entre los personajes. Pero eso sí sucede entre Juan y Goldstein (Pauls), en muchas escenas trabajadas desde el silencio y las miradas y, en otras ocasiones, a partir del delirio verbal absoluto. En esos juegos y complicidades se intuye una gran amistad.
Si tardé mucho para llegar a lo que es la supuesta trama principal del relato tal vez sea porque la propia película se demora mucho en hacerse cargo de la cuestión. Estoy hablando de la historia de amor entre Juan y Luciana. El propio protagonista pareciera no darse cuenta de que tiene tan cerca a la mujer que le puede dar una posibilidad de felicidad. Y la película también se dispersa, por momentos, sin ir a fondo en esa relación. Las subtramas de Juan en sus intentos con otras mujeres, además de no generar las escenas más felices, no ayudan a concentrar el eje en Luciana. Cuando la película (y el personaje) se dan cuenta de qué historia es la importante, la película retoma el pulso y la emotividad. Es un poco tarde, porque ya no nos importa tanto, porque no se generó previamente el deseo de Juan por Luciana. Existía la posibilidad de crear un gran personaje con Luciana, protagonizado notablemente por Carla Quevedo. Pero el guion y la puesta en escena la tratan mucho tiempo casi como una estúpida, cuando es evidente que el personaje tiene brillo y vuelo. Sin embargo, Carla Quevedo aparece como una revelación muy interesante, sobreponiéndose a las limitaciones que le impone su personaje, al que le entrega gracia e inteligencia. Es entonces, a partir de Luciana, que 20.000 besos satisface las expectativas que las primeras escenas van creando y se sobrepone con elegancia a las limitaciones que el propio desarrollo de la historia le había impuesto.
Nota de El Amante 255
http://revista.elamante.com/numero/255/